El Socio de mi padre romance Capítulo 54

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Ahora no me quedaba otra que tener que llevarla y era mejor que ya que cenáramos, Amaia lo supiera por mí y no por Ale después.

–Hola de nuevo – Saludé a Amaia y a mi amiga, al reunirme con ellas en la sala – Espero que, me digan que la cena ya viene en camino que me muero de hambre.

Ahora si era definitivo, o pedíamos o íbamos a cenar a algún lado, esto ya no lo aguantaba, mi cuerpo estaba reclamando de los sagrados alimentos.

–Sí Axel, ya la güera pidió unas alitas, mi amor y unas hamburguesas, lo que se te antoje – Amaia se sentó en mis piernas – Yo sólo te quiero a ti.

–Si gustan, yo me puedo ir – Ofreció la güera – No veo, que mi presencia aquí, sea muy de su agrado. Estoy estorbándoles en su nido de amor.

–No güerita, tu te quedas. Ya Axel y yo, tuvimos mucho tiempo para amarnos – Dijo Amaia – Así que podemos cenar juntos.

–Si güera, además será también mi manera de disculparme contigo por cómo me puse la última vez, no era la forma – Admití – No debí portarme así con ustedes y como le he dicho a mi hermosa Amaia, eso no va a pasar más.

–Menos mal, Axel, porque en una de esas, dejo tu amistad – La güera se sinceró – No me gustó nada como te pusiste por algo que, no tenía tanta importancia.

–Tienes razón güera, ¿Quieren una copa de vino? O ¿Qué les ofrezco para tomar? – Les pregunté a ambas – Tengo vino tinto, rosado y también refresco, whisky, ron, brandy, vodka y por supuesto tequila.

Con esto estaba aceptando que podíamos tomar con toda la tranquilidad del caso, pues estábamos en la casa, y podíamos tomar lo que gustáramos.

–Quiero un tequila amigo – La güera respondió primero – Uno doble por favor.

La güera era de las mías, siempre que podíamos la bebida que pedíamos era, tequila, a donde fuéramos ahí estaba una botella de tequila esperando para que la abriéramos.

–Claro y ¿Tú que quieres tomar cariño? – Tomé la mano de Amaia y la besé – Lo que quieras preciosa.

–Yo quiero un refresco, coca de la normal por favor.

–Sí, ahorita les traigo lo de tomar.

Me levanté y me puse a servir el tequila para la güera y coca cola, para mi hermosa mujer. Ellas estaban platicando muy cómodamente en la sala y yo, no podía dejar de pensar que la regué con Amaia, a tal grado que ahora no quería tomar vino, no quería nada de alcohol y eso se debía a cómo yo me había puesto de loco con ella, la última vez.

Esperaba de todo corazón que eso cambiara porque, no quería yo que ella fuera a sufrir de nuevo por mi culpa, estaba haciendo el esfuerzo de no tomar delante de mí, eso lo sabía, en ese momento que les llevé las bebidas, tocaron la puerta y la güera fue a abrir.

–Le iba a decir ahora, pero ya me has ahorrado el trabajo – Le reclamé nuevamente – Ella no lo va a tomar bien, porque Cecilia, me envió mensaje diciéndome que ella también ira y dime güera ¿Qué puedo hacer ahí? No puedo negarle a mi esposa que vaya conmigo.

–No, no le puedes negar nada a ella – Dijo Amaia a mis espaldas – Ella es la que tiene los derechos y el acta firmada contigo, al lado de ella, yo no soy nadie y qué bueno que te la lleves, Axel, así allá no estás solo en las noches y ella bien que puede reemplazarme.

–Está bien, lamento mucho por meterme dónde no me llaman Axel – Dijo la güera – Voy a mi recámara, para que ustedes hablen.

–Claro, haces este problema y ahora sales corriendo – Dije alterado – Es lo que siempre haces, güera.

Me había vuelto a enojarme, pues apenas las cosas habían mejorado y ya otra vez volvíamos a estar en problemas, no se valía, estábamos bien, solo era cuestión de decirle, de aclararle el punto de que solo seriamos los del despacho, más ahora con lo de Cecilia, se malinterpretaba el asunto.

–Cállate Axel – Me gritó Amaia – El problema no es la güera, el problema eres tú y no pienso permitir que la trates mal. Tú eres el que no pensaba decirme nada, hasta que estuvieras en Vallarta bien a gusto con tu esposa.

Ahora si no me gusta el rumbo que estaba tomando esta discusión, en primera yo no tenía la culpa de que Cecilia, se haya colado en el viaje, no podía negarme a que fuera.

–Estaba por decírtelo Amaia – Dije alterado – Pero está bien, no me creas si no quieres.

La abracé con ternura, para que se calmara y nos sentamos en la sala. La mantuve abrazada hasta que sentí que se tranquilizaba y después, con más calma poder hablar con ella, ya no quería cometer más errores con ella y mucho menos ponernos a pelear, por algo que no podíamos cambiar ni remediar, ni ella, ni yo.

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