El Socio de mi padre romance Capítulo 71

Amaia Domínguez García

Puerto Vallarta, Jalisco, México

Después de todo lo feo que había pasado en el área de la alberca, me latía el corazón a mil por hora. Comencé a sentirme mareada y mal. La güera me tomó de un brazo y Luis Miguel, del otro brazo y subimos a nuestra suite. La cabeza me daba vueltas y mi corazón estaba muy alterado, de pensar que mi papá, estuviera regañando muy feo a Axel. No quería que se enojara con él, esto no era culpa de Axel, era solo culpa de la loca de Cecilia.

–Amaia, ven te ayudaré a recostarte – Me dijo Luis Miguel – Esa mujer, está loca, pero de remate.

Cecilia, era una mujer muy perversa, era mala en todo el sentido de la palabra, y su agresión hacia nosotras tres, podía repercutir en la sociedad que Axel, tenía con mi padre, porque lo iba a perjudicar, si mi papá ponía una contrademanda en contra de Cecilia.

–Está demente, es lo que ésta – Declaró la güera – Ahora cree que Axel, se acuesta con las tres ¿Qué le pasa?

En que cabeza tan más enferma podía caber esa barbaridad, ya ella no sabía a quién culpar, pues me imaginaba que ninguna mujer se le podía acercar a Axel, por que Cecilia pensaba que ya se estaba acostando con ella.

–No lo sé, pero ahora Axel, debe estarla pasando de lo peor con mi papá – Dije llorando – Eso no es justo.

No era justo que por culpa de la loca de su esposa, mi papá le dijera que ya no quería trabajar más con él, echaría a perder su carrera, porque estaba segura que Cecilia lo demandaría por lo que le hizo en el brazo y por los golpes que le había dado su supuesta amante, o sea mi hermana Alejandra.

–No, no es justo Amaia, pero él se lo ha buscado – Dijo la güera – Él nunca ha sido feliz en ese matrimonio, debió dejar a esa mujer hace mucho tiempo, se hubiera divorciado desde que empezaron a hacerse más difíciles los días con esa mujer. Acuéstate por favor, que te voy a inyectar.

Me acosté e inexplicablemente comencé a temblar, quería ver a Axel, quería saber lo que estaba pasando entre él y mi papá y lo que había pasado con la loca de Cecilia, la güera me inyectó como llevaba haciéndolo todos estos días que habíamos estado aquí en Vallarta y después ella y Luis Miguel seguían platicando del asunto, en ratos yo opinaba y en ratos no. Era como si estuviera y al mismo tiempo, como si no estuviera ahí.

–Amaia, anímate que lo que le pueda estar diciendo tu padre a Axel, no le afectará – La güera me decía – Creo que no conoces a mi amigo bien del todo. Él siempre, se las ingenia para salir bien librado.

–No es solo eso, güera, claro que conozco a mi Axel – Dije orgullosa – Pero no es eso, todo lo que me tiene así. La loca de Cecilia, va a denunciar a Ale, por lo de la nariz y no quiero que mis sobrinas sufran. Son muchas cosas.

Pues desde que Cecilia había comenzado con su búsqueda ya había insinuado en esas varias ovaciones que mi hermana tenía algo con Axel y su marido en alguna ocasión le reclamó, tanto es así que Axel no puede pisar la casa de mi hermano, si mi cuñado se encuentra ahí.

–No te agobies, duerme mejor. Te haré un té de los que nos han dejado aquí en el hotel.

–Dios me libre de enamorarme así – Micky se horrorizó – Si hasta ves, todo de color de rosa. Ni puedo creer que seas tú Amaia. – Mi amigo exageraba.

–Pues ni yo me lo creo, siento que, por primera vez en mi vida, quiero ser muy feliz y quiero serlo con él. Por él yo, lo daría todo, te lo puedo jurar.

Levanté la mirada y mis ojos, se encontraron con sus ojos esmeralda, sosteniendo la taza de té, que supuestamente me iba atraer la güera, ¿A qué hora había entrado? No escuché que la güera hubiera abierto la puerta.

Estaba guapísimo con su cabello despeinado y esos ojos, que me volvían loca, él se acercó a la cama, se sentó por un lado mío y me dio el té, sin decir nada. Yo me quedé hipnotizada mirándolo, él era, un sueño para mí.

–Axel, Amaia yo los dejo – Dijo Micky – Tienen mucho que platicar.

–Gracias – Respondimos ambos.

Luis Miguel, salió de mi recámara y Axel se puso de pie para cerrar la puerta. Yo me quedé sentada con la taza de té en mis manos y después lo abracé, llena de desesperación, soltando así mis nervios de tantas emociones contenidas y reprimidas a lo largo de todos esos días terribles que acababan de pasar.

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