El Socio de mi padre romance Capítulo 72

Amaia Domínguez García

Puerto Vallarta, Jalisco, México

–Te amo Axel, ¿Estás bien mi amor? – Le pregunté temblando en sus brazos – Dime, ¿Qué pasó con mi papá?

–Toma el té, por favor preciosa – Axel me abrazaba – Necesito que estés tranquila, por eso vine a verte. Quiero pasar la noche contigo.

–Yo también contigo, quiero estar contigo todo el tiempo – Le confesé – Axel, estoy enamorada de ti, te amo como nunca a nadie he amado.

–Yo también, te amo de la misma forma Amaia – Axel me daba el té con la cuchara – Por eso quiero, que estés bien, que estés tranquila y feliz.

–Claro que sí, mi amor, así lo estoy. Así me haces sentirme cuando estoy contigo, ¿Me dirás lo que pasó con mi papá?

–Sí preciosa – Axel se arrodilló en el piso y me quitó la taza para mirarnos a los ojos – Le confesé a tu padre, que hay otra mujer, que ocupa mi corazón.

Lo dicho por Axel, hizo que un sudor frío recorriera todo mi cuerpo, en fracciones de segundos. No podía creer lo que estaba escuchando, ¿Acaso Axel se había contagiado de la locura de Cecilia?, ¿Cómo era posible, que se atreviera a decirle eso a mi papá? No podía yo, ni decir palabra. Estaba pasmada, estaba ida, estaba impresionada y no podían salir ni sonidos de mi boca. Axel, al parecer lo notó que, el siguió hablando.

–Amaia, mi amor – Me abrazó – No es lo que piensas. Sí le dije a tu padre, que no estoy enamorado de Cecilia y que tengo una relación con alguien, pero no le dije que eres tú. Jamás haría nada que te pudiera perjudicar, de eso quiero que estés segura.

–Yo también lo sé Axel, pues tampoco haría nada que a ti te pueda perjudicar. Yo te amo, mi amor. – Jamás podría atentar en su contra.

–Yo te amo más – Axel se puso de pie - ¿Me dejas que me recueste en tu cama?

–Sí, quiero que te quedes aquí, por siempre – Dije llorando – No podía estar en paz, estaba como loca y no podía ni respirar de pensar que, mi papá te fuera a correr por todo lo que ha pasado.

–No amor, eso no pasará. Además, el despacho se llama “Vega y Asociados” – Axel me recordó haciéndome reír – Una princesa, hermosa, la mujer más hermosa del mundo, le puso el nombre.

–Sí mi amor, tienes razón. Eso no quita, que me sintiera nerviosa – Me acosté en su pecho – No sé lo que hubiera pasado, de saber que mi papá y tú se pelearon.

–Pero eso no pasó. Todo está bien, preciosa. Quédate así Amaia – Me pidió Axel, él me acariciaba con ternura el cabello – Te quiero arrullar.

Me levanté un poco para mirarlo a los ojos, parecía estar muy tranquilo y seguramente alguien, se llevó a Cecilia o no se iba a quedar Axel, ahí conmigo toda la noche, no después de todo el alboroto que se había armado ese día en el hotel. Amaba, que al vernos a los ojos, nos conectábamos como si fuéramos el uno para el otro o quizás era eso, que yo, así lo sentía que él era la letra de mi música, y yo era la tinta de sus versos.

Cada vez que estaba con Axel, quería tener el poder de que al tocarlo, me fundiera por completo, que no nos pudieran separar, que nuestros cuerpos se unieran en uno solo para no estar lejos de él. Porque era el aire que respiraba. La sangre que corría por mis venas, lo era todo para mí y si me llegara a faltar algún día, estaba segura que me moriría.

–Que genio de mi amiga – Axel le aventó un cojín – Pensé que estarías dándole a la pasión. – Axel, se burló de ella.

–A mí me extraña ver que ustedes no, como hasta cerraron la puerta y todo – Se reía la güera – Amaia, se está durmiendo. Por hoy, déjala que descanse.

–Sí, ya tengo sueñito – Dije más dormida que despierta – Buenas noches, güerita.

–Buenas noches, Amaia.

–Güera, un favor – Le dijo Axel – Abre el balcón para que el ruido del mar nos arrulle, ya no me quiero mover y nos pasas unas cobijas, está frío el aire acondicionado.

–Claro que sí, ya lo hago. Que descansen.

–Gracias, igual tú – Respondimos ambos.

Escuchaba el ruido del mar y me relajé por completo, Axel siguió acariciando mi cabello, hasta que me dejé llevar por el sueño por completo, estando tranquila, relajada y feliz en los brazos del hombre al que amo, lo demás dejaba de importar.

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