Encuéntrame romance Capítulo 18

Sus manos en el volante por alguna situación extraña temblaban y ahora estaba realmente frío.

Tenía una especie de nerviosismo que nunca le pasó antes cuando buscaba algo de sexo en alguna otra mujer. Era frustrante para Xavier tener a una persona en sus pensamientos todo el tiempo, pero estaba seguro de que después de este trato, que era beneficioso para él en todos los sentidos, descansaría de su martirio.

Estacionó a unas cuadras de la casa de Ana y luego apagó el motor, confirmó en su móvil la reservación en el hotel que escogió y luego de unos minutos volvió a marcar a su teléfono.

No fueron más de dos tonos cuando escuchó su voz, que refrescó todo su cuerpo.

—Hola —respondió Anaelise, el solo hecho de escucharla le hacía curvar los labios, y lo que más le satisfacía, era ver cuan nerviosa estaba ella. Le encantaba que él provocara todo eso.

—Estoy afuera —respondió seductor, pero no obtuvo ninguna respuesta—. ¿Anaelise?

—Estoy caminando… —levantó la vista y la divisó saliendo de su casa, mientras cerraba la puerta con llave.

No estaba oscuro todavía, así que podía detallar todo su caminar y ver cómo se había vestido para él. No era nada elaborado; Ana tenía unos jeans claros que forraban sus piernas y una blusa negra con tiras, acompañado de unos botines negros bajos, parecía que ese tipo de zapato era su preferido, y de cierta forma le sentaba estupendo.

Sacó los seguros de sus puertas de forma electrónica y le hizo una seña para que entrara. Él moría por salir del auto y abrirle la puerta, pero, ya se había fijado que más de un par de ojos estaba mirando la escena, y aunque le importaba una mierda su misma privacidad, quería guardar a Anaelise de su propio vecindario.

Ana tomó la manilla con mucho temblor en sus manos y abrió la puerta sabiendo que esa vieja estaba allí mirándola. Se metió muy rápido al auto mientras su pecho solo le demostraba al mundo entero, lo agitada que estaba.

Por supuesto el olor de Xavier recorrió toda su nariz esparciéndose por su piel, que de inmediato se puso grifa.

—Hola —le dijo Xavier mientras se acercaba a ella—. Dime por favor que estabas muriéndote por verme…

«¿Qué?», se preguntó Ana sorprendida con los ojos abiertos.

—Algo… así —dijo titubeando a la vez que Cox le pasaba los dedos por la mejilla sonriendo.

—Me gusta tu sinceridad, no ocultas nada —después de estas palabras que mataban lentamente a Ana, él se acercó lo suficiente para tomar su labio superior más bien como una mordida suave, que un beso.

Ella no pudo contenerse, esto era demasiado. Se estremeció por completo reprimiendo sus ojos y soltando un poco de aire contenido. Hizo lo posible por no gestar algún sonido. «Sería inapropiado», pensó.

Xavier se retiró bastante tenso, el olor de esa chica lo desquiciaba hasta el límite, y después de probar su sabor, la locura estaba invadiendo sus sentidos.

«¿Cómo iba a lograr ir suave y ser paciente, cuando lo que quería era tomarla de forma brusca, dura y rápida?», Suspiró tratando de contenerse viendo que ella estaba al borde del colapso y decidió tomar su mano haciendo que le mirara.

—No tengas miedo, ¿nos vamos? —preguntó queriendo que ella tomara también decisiones, pero Ana solo asintió en silencio.

Puso a andar su automóvil, y se adentró en la carretera cuando volvió a escuchar su voz.

—¿A dónde iremos? —le preguntó Ana mirándolo.

—Iremos a un hotel —cuando le vio por el rabillo del ojo ella estaba a punto de explotar de la vergüenza—. Pero no uno como el que tienes en mente, —se apresuró en decir—, si es que has visto alguno.

—He visto muchos —respondió un poco ofendida—. No soy una tonta, sé cómo son los hoteles, y aunque no haya entrado a alguno, creo que no me sentiré…

—No es como piensas —le interrumpió Xavier sin mirarla, pero con la mano sobre la de ella—. No es un hotel de esos en que las parejas solo van a tener sexo, este es más bien es como una casa, no entraremos a recepción, no habrá alguien que nos espere; míralo como si fuese una residencia, y entraremos a nuestra propia casa, es algo así.

Ana lo observó consternada, «¿Nuestra propia casa?», repitió en su mente, parecía que a él se le daban muy bien todo este tipo de situaciones y conocía toda la rama. «¿Cuántas veces había usado ese lugar?», se preguntó de forma martirizante. «¿Qué número de amante seria ella?», Estaba segura de que ese hombre era un mujeriego, porque por alguna razón, «¿Qué mujer no querría estar con él?»

Ella hizo silencio asintiendo y se puso a pensar; nunca tuvo un prototipo elaborado en su mente de un hombre, de hecho, nunca antes estuvo atraída por alguien. Pero estaba segura de que Xavier, físicamente era el hombre perfecto para toda mujer, además de su personalidad apabullante y arrasadora.

En unos minutos más, tal y como Xavier se lo describió, entraron en una especie de residencia, las casas no eran lujosas, pero si acogedoras, todas eran iguales y cada una tenía su propio estacionamiento al lado. Era más como un tipo de hostal.

Nadie salió a recibirlos como ella tenía preestablecido en su mente, porque en su imaginación Ana pensaba que ir a un hotel, era pasar vergüenza, ya que se debía registrar, le mirarían la cara a ella y varias cabezas negarían avergonzándola.

Por un momento el pensamiento la hizo reír, tenía tantos tapujos como una vieja, pero no había forma de que ella fuera de otra manera.

Cuando Cox apagó el auto, automáticamente una reja mecánica se cerró dándoles la privacidad que necesitaban. Ana estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta hasta que su puerta fue abierta y el golpe de la realidad llegó a su pecho.

—Ven —le dijo Cox extendiendo la mano hacia ella, y no dudó en tomarla.

Cada vez que había un contacto entre ellos, la energía recorría sus cuerpos. Xavier quería soltar bufidos del puro éxtasis que le causaba tocarla, y de hecho se lo diría todas las veces que fueran necesarias, sin embargo, esta era la primera vez que ella estaría tan cerca de un hombre de forma sexual.

«¿Qué pensaría Oliver de esto?», sin coordinar el pensamiento ambos se preguntaron lo mismo de forma silenciosa.

Cuando entraron a “dicha casa”, Ana vio que no era una casa normal, era una estúpida si creía en todas las cosas que Xavier intentaba pintarle más bonitas. El lugar solo era un salón de una pieza espaciosa, con algunos sofás, una cama enorme, y una regadera de vidrio, cerca de la cama.

«Ok», pensó Ana muy nerviosa. No había privacidad por ninguna parte.

—Bienvenida a nuestra… nueva casa —dijo Xavier sonriéndole, mostrándole el lugar, pero Ana no le correspondió la sonrisa.

«¿Cómo reaccionaría Xavier si ella le pidiera que solo se conocieran por esta noche?», el solo pensamiento la hizo soltar un bufido de incredulidad, eso nunca iba a pasar y menos con ese hombre que era una estampida del sexo.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó nuevamente Cox yendo a una especie de nevera pequeña que había cerca de los muebles.

Entonces en ese momento Ana recordó que no tomó sus medicamentos antes de salir, se incomodó, porque precisamente esas pastillas calmaban toda su ansiedad y le hacían sentir mejor en todo.

—¿Pasa algo? —Xavier frunció el ceño.

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