Encuéntrame romance Capítulo 34

Aunque Anaelise le hizo una súplica con su mirada, no tuvo más opción que dejarla y que por sí sola enfrentara y contara todo lo que debía decir.

No podía hacerlo todo por ella, aunque era lo él quería, sin embargo, sabía que Ana ya no era la misma que conoció hace un tiempo atrás, esta vez se estaba haciendo fuerte, y por alguna razón eso lo llenaba de orgullo y le hacía respirar mejor. Por supuesto no pasaba desapercibido que su vida se estuviera hundiendo literalmente, cada día veía que se estaba yendo al caño, pero ahora no perdería el tiempo de pensar en eso.

«Cada día traería su propio afán», pensó Xavier mientras caminaba hacia la salida.

Escribió unos mensajes para Ana, ya que lo de la denuncia tardaría más de la cuenta, y debía ir a casa para arreglarse y presentarse en el hospital; aún tenía pacientes que atender y algunos que visitar. Eso por supuesto después de tener una conversación con su madre, ya que estaba seguro de que le esperaba una larga charla con esas dos mujeres que los estaban esperando.

Necesitaba también buscar un lugar para Ana mientras se solucionaba su situación, y ya mañana encontraría la manera y una orden para ir a esa casa y buscar las cosas necesarias para que no faltara a la universidad ni un día más.

Llamaría a Oliver en cualquier momento también.

Si fuese por él, estaría las 24 horas protegiéndola, y aunque resguardar la vida de Anaelise ahora le competía a la policía, hasta que ese tipo estuviera preso, no podía estar tranquilo, temía porque ese maldito se le ocurriera una idea para joderse en ella, y él debía estar atento a todo.

Pensó en todo esto, mientras manejaba y su cabeza daba vueltas.

Cuando llegó a su casa, Elisa y su madre estaban en la sala tomando un café mientras Clara les contaba algunas cosas sobre su propia familia. Todas giraron al sentir su presencia y terminaron el tema que se estaba desarrollando.

—Hijo… —Eliana se levantó e inmediatamente, y Clara se fue del lugar disculpándose con todos, para seguir en su labor diaria.

Xavier caminó lento hasta llegar al sofá donde se encontraba su madre y tomó su mano, no tenía otra opción que enfrentarlas ahora mismo.

—¿Por qué no me avisaron que vendrían? —indagó Xavier pasando la mirada de una a otra.

—Te lo advertimos durante un tiempo… —respondió Elisa.

—Además, ¿Cuánto tiempo pensabas estar sin vernos? ¿Por qué nos castigas de esta forma? —La voz de su madre terminó por hacerle cerrar los ojos y recostarse en el sofá.

En ese instante Elisa aprovechó para levantarse e ir a hacer un espacio para ella en ese mueble donde se encontraba su hermano y su madre.

—¿Qué está pasando? —otra pregunta de Eliana llegó—. ¿Quién es esa chica, Xavier?

—¿Es importante? —investigó a la vez su hermana hasta que él levantó las manos un poco exasperado.

—¿Se dan cuenta de que me volverán loco? —explotó esta vez.

—Ella es linda… Y quiero aclararte que no te estamos reprochando nada… solo queremos saber.

—Además que estás en todo el derecho de rehacer tu vida… —Eliana agregó, pero sus palabras terminaron cuando Xavier abrió los ojos y la miró tan serio como nunca.

—No estoy rehaciendo nada, no hay nada aquí por rehacer, madre. Y quiero que les quede claro que esto no se trata de alguna… —no supo que palabra utilizar.

—¿Relación? —y el que su hermana completara la frase lo irritó más.

—Ana es, una amiga que… necesita de mi ayuda. Siento un cariño especial por ella, y no hay algún futuro sobre nada, ¿de acuerdo? Yo… no sé cuánto tiempo pase, pero creo que volveré a los Ángeles…

—¿Qué?, ¿hablas en serio? —la voz de su hermana tembló mientras que su madre estaba incrédula por la información que él acababa de arrojar.

—¿De qué estás hablando? —preguntó muy nerviosa.

—No sé cuánto me llevará resolver algunas cosas, pero después de que se solucione lo que tengo en mente, volveré a los Ángeles… —respondió oprimiendo el corazón de ambas.

—¿Qué es lo que está pasando para que quieras volver? Tú habías dicho que no te irías de aquí, dijiste…

—Sé lo que dije, madre, y no es que quiera regresar, pero las cosas han cambiado ahora… —respondió Cox aun sin creerse lo que decía.

—Pero, ¿eso quiere decir que cortarás toda relación con esa chica?

—¡No hay ninguna relación! —respondió Xavier en dirección de su hermana volviendo a dejar el punto claro, entre menos supieran de Ana, mejor para todos.

—¿Entonces explícame como no habiendo una relación, estás dejando tu carrera aquí, tu trabajo, lo que te ha mantenido aquí todo este tiempo…? ¡Ella realmente te importa…!

La pregunta de su hermana solo le embargó el alma a tal punto de levantarse, excusándose que se daría un baño, ambas mujeres se miraban aún sin entender mucho sobre lo que ocurría, pero, estaban felices de que Xavier volviera con ellas, pasara lo que pasara.

Pero… una vez que él se metió a la ducha, pegó su frente a la loza tratando de acompasar su respiración, podía contar con sus dedos los meses que le quedaban aquí, era imposible que en algún momento el hospital, incluso la universidad, no se enteraran de lo que estaba pasando en la ciudad con el caso de Ana, de todo el revuelo que él mismo había causado y de que muchas personas los vieran juntos a cada raro.

Sabía que conllevaba todo esto, “lo citarían”, su trabajo tambalearía con la situación, pero por nada del mundo podía permitir que Ana aun no teniendo nada, se le fuese a quitar también sus estudios.

Así que no tenía más opción, él podía irse a los ángeles, allá contaba con muchas oportunidades, su buzón de correo estaba siempre lleno de todas las invitaciones que le hacían a diario, y solo debía esperar para solucionar las cosas, e irse de la vida de Anaelise para siempre, si no quería seguir perjudicándola.

Esto, no es que lo dejara tranquilo, incluso el pensarlo lo enfermaba… pero ella terminaría su carrera y seguiría adelante sin él, y eso es la importante ahora.

*

La voz de Ana fue plana en todo momento mientras el sheriff copiaba su declaración de forma explícita. La mañana pasó muy lenta para ella, sentía que había estado sentada por mucho tiempo, como si un par de años cayeran en su espalda.

Robert Butler, como lo decía en su placa, fue un caballero en todos los sentidos de su entrevista. Ana pensó siempre que esto sería una tortura, pero supo que entre más contaba una y otra vez la situación por la que pasó, algo dentro de ella se rompía y salía liberándola todo el tiempo.

No sabía cómo explicar, pero si ella utilizaba una palabra para describir la sensación cuando se levantó, después de colocar la huella y la firma en ese papel, podría utilizar la palabra “hoja”.

Así era su liviandad ahora.

—Bien… Ana, gracias por ser tan valiente… voy a comisionar algunos agentes para que estén al pendiente de ese hombre y sigan sus pasos, escucha… no voy a dar orden de detención aún.

Esta vez Ana se asustó de nuevo.

—¿Por qué no?

—Porque por mi experiencia, él intentará llegar a ti todo este tiempo, enviaré un oficial para que le informe de lo que está siendo inculpado y le explique por qué cargos, él se va a desesperar, pero ahora tendremos agentes detrás y no estarás en peligro.

—¿Está diciendo que seré una carnada?

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