Xavier estacionó su auto y Ana ingresó de inmediato sintiendo su penetrante mirada encima. Ajustó su cinturón y él no demoró en arrancar de nuevo.
—Tengo el trabajo… comenzaré el sábado… —anunció como por decir algo.
Cox asintió enviándole una sonrisa para luego atrapar su mano con la de él.
—Es bueno saberlo… me alegro por ti —respondió Xavier entrelazando los dedos y llevando su muñeca hacia la boca para dar un beso suave en ella.
Por supuesto esto estremeció en sobremanera a Ana, y su respiración se entrecortó.
—Sé que no vas a aceptar estar en mi casa, y ahora que está mi familia en ella, sería imposible decirte que te quedes…
Ana giró muy rápido.
—Por supuesto que no… escucha, tengo algo de dinero, puedo pagar algo mientras busco rentar…
—Ya encontré algo para ti —esta vez Xavier interrumpió.
—¿Qué?
—Pagué por adelantado, cuando tengas suficiente dinero puedes seguir haciéndolo tu misma.
—Te pagaré —respondió Ana totalmente avergonzada mientras sus mejillas se ruborizaban.
—Sé que no te sientes cómoda con esto, pero déjame hacerlo por ti… —esta vez su mirada se conectó con la de ella y no supo ni siquiera qué responder.
Asintió porque no tuvo otra opción, además no era que pudiese elegir, literalmente pendía de un hilo de acuerdo a su situación económica y aunque estuviese avergonzada, no le quedaba de otra que dejarse ayudar.
Estacionaron en un bonito edificio de solo 4 plantas muy cerca de la universidad y del centro de la ciudad, como tan bien estaba cerca de la casa de Cox.
Ana pensó que el sitio no debía ser económico y negó varias veces sabiendo que no estaría aquí durante mucho tiempo.
Salieron del auto, entraron al edificio y usaron el ascensor. Después que salieron de este, caminaron en silencio a un apartamento que decía por fuera de la puerta, 303.
Xavier abrió de forma rápida mientras ella esperaba un poco ansiosa.
Una vez que el hombre le asomó la mano para que pasara, se dio cuenta de que era perfecto. Era pequeño, tenía algunas cosas amuebladas y olía a flores. «¿Cómo consiguió un lugar así tan pronto?», pensó en seguida.
—¿Conoces al dueño? —pregunto Ana sin esperar.
—Es de una amiga que está fuera de la ciudad… —dijo un poco incómodo, pero luego giró para encontrarse con los ojos un poco irritados de Anaelise—. No tengo nada con ella, solo somos buenos amigos.
Levantó los hombros mientras que Ana cruzaba los brazos.
—¿Acaso estás celosa?, echa un vistazo, esto es perfecto, y además no necesitas comprar alguna cosa para equiparlo.
—No me quedaré aquí…
—Anaelise —sentenció Xavier yendo a su sitio—. No me hagas enojar—. Tomó su barbilla y luego desenredó sus brazos enojados.
—¿Y qué si decide venir pronto? Es mejor que busque algo que sepa que será permanente.
—No vendrá pronto, ella está establecida con su esposo y sus hijos en otra ciudad… además, quedamos en firmar un contrato…
Esta vez Ana cambió su rostro y se relajó enseguida un poco avergonzada.
—No seas tan posesiva, Anaelise —dijo Xavier nuevamente en susurro muy cerca de ella—. Eso no es bueno.
Ana lo miró perpleja. Si alguien aquí era posesivo ese se llamaba Xavier Cox, «¿cómo podía ser tan descarado?». Ella no pudo contener una risa de incredulidad y de ironía arrancando con su gesto, una sonrisa de parte de Xavier.
—Tengo otra noticia para ti —dijo él muy cerca de ella.
—¿Cuál es? —la tensión sexual era demasiada, aunque Ana ni siquiera estaba recibiendo una caricia de su parte, tenía el cuerpo encendido de una manera que le daba escalofríos.
—Hablé con Robert al medio día por teléfono para saber cómo ir por tus cosas. Pero dijo que enviaría a varios agentes, entre ellos, alguna mujer para que buscara tu ropa y todo lo que pudieran.
—Eso… eso es genial, necesito mi ropa, tengo dos días con esto —dijo tomando su vestimenta—. Y me siento terrible.
—Bueno, di esta dirección, así que… ¿Qué dices si mientras esperamos, te ensucio más…?
—Eso sonó un poco torcido —le dijo Ana sin contenerse.
—Bueno… es porque es así… —Xavier tomó su cuerpo y lo alzó hacia él mientras caminó por el apartamento entre tanto mordía su cuello.
Entraron a una habitación parecida al espacio de la habitación de Ana, pero no se detuvo en la cama como ella pensó.
La bajó de su regazo, luego la condujo a la ducha y antes de meterse en ella, comenzó a desvestirse para luego hacerlo con ella.
El agua pegó en su piel dando un respiro a su propio calor interno. Las manos de Cox comenzaron a restregarse por toda ella hasta que la giró para quedar detrás de su cuerpo, mientras sus besos se esparcían por sus hombros.
Cox le colocó las manos en las losas de cerámica y luego separó sus piernas para comenzar a susurrarle palabras en sus oídos.
—No despegues las manos de aquí, ¿de acuerdo?
Ana asintió como cualquier tonta mientras su respiración se agitaba hasta el cansancio. La sensación del agua correr por su cuerpo hacía que el momento fuese más intenso, pero su mente se puso en blanco cuando sintió las manos de Xavier bajar por su vientre hasta posicionarse en su centro.
Ella separó las manos de la loza y las apretó encima de él como por acto de reflejo, pero en segundos él las volvió a colocar en el mismo puesto, regañándola.
—NO… las separes… —deletreó muy suave.
—Es solo el impulso… —se excusó agitada sintiendo otro mordisco en su cuello y en como succionaba el pedazo de piel con su lengua.
Xavier volvió nuevamente hacia su parte íntima haciendo que Anaelise se trastornara e inclinara su cabeza hacia atrás recostándose en su pecho. Cuando sintió en sus dedos que todo de Ana se apretaba junto con esos deliciosos gemidos que le quitaban la cordura, entonces tomó a Ana, la inclinó un poco y entró en ella tanto como quería.
No supo por qué esa conexión le hacía perder el sentido, pero tener su piel tan expuesta con la de ella, parecía envenenarle las venas a tal punto, de quedar en un trance del que no era capaz de sobrellevar.
Esta vez Ana se restregó en todo su cuerpo sin tener ninguna restricción, aun con las manos, donde él las había dejado antes. Siempre obediente.
Xavier se pegó a su cuerpo abrazándolo entero, mientras tomaba su pecho y se unía a ella una y otra vez…
En algún momento en que supo que no podía soportarlo por más tiempo, giró a Ana para tenerla de frente y la colocó encima de su regazo mientras recostaba sus cuerpos a las baldosas y unía su boca con la de ella.
Ana no podía dejar de ver en cómo su mirada perforaba lo más interno de ella, en cómo ese hombre la tocaba y de qué forma; colocó sus manos en su rostro mientras permitía que Xavier explorara su boca. Sus embestidas eran más fuertes cada vez, pero con cada una ellas, llegaba a una cima que nunca conoció.
Se dio cuenta de que estaba explotando y cuando un gemido insoportable salió de ella, separó su boca y fue hasta su hombro mordiendo la piel de Cox, para amortiguar el sonido que se construyó en su garganta.
Las dos mujeres la detallaron con precisión, mientras ellos se fueron acercando a su lugar.
—Bienvenida, Anaelise —dijo la madre de Xavier levantándose para asomarle un beso en la mejilla.
Xavier negó torciendo los ojos y se fue directo a la cocina donde había bandejas servidas.
—¡No te atrevas a pellizcar mi comida, si no quieres un escándalo! —sentenció Eliana haciendo que todos rieran—. ¡Vayan, acomódense en la mesa, yo serviré!
Elisa no tuvo problema con ir y sentarse, pero Ana no se movió del lugar después de aquella orden.
—¿Quieres que te ayude? Puedo servir algo que necesites y así agilizar.
Xavier giró hacia su madre ante la pregunta de Anaelise y se dijo muchas cosas con Eliana al mirarse. Ellos recordaron viejos tiempos.
Él pasó un trago y se fue a sentar sin decir una palabra mientras sostenía la mirada con su hermana. Eliana permitió a Ana ayudarla y en 5 minutos todo estaba puesto y ordenado.
—Disfruten de mi especialidad. Jambalaya, es un clásico —dijo Eliana mientras levantaba la copa de vino hacia todos.
Ana vio como una reunión de diferentes carnes, tanto de mar como de tierra estaban picadas en cuadros, aunado al arroz y los vegetales. La comida olía delicioso y ella tenía un mar de tiempo de no comer algo decente.
Tomó sus cubiertos, alzó su copa y dio gracias por la invitación nuevamente.
La cena para la impresión de Xavier y Ana, se desarrolló en total normalidad, las mujeres no hicieron ningún tipo de pregunta personal, ni fueron atacados por indirectas. Así que simplemente hablaron de su rutina en los Ángeles, de la universidad de Elisa, y recordaron por un momento al padre de Xavier.
Cuando se retiraron a la sala a seguir con la conversación, el celular de Xavier vibró y para observar que era un colega suyo del hospital. «Seguro para alguna consulta o permiso de algún paciente», pensó. Se levantó en seguida, dijo que era del hospital y se fue hacia afuera de la casa para no molestar a las mujeres.
Cuando Ana vio su partida, aprovechó para ir al baño y también se levantó.
—Disculpen, debo ir al baño, vuelvo enseguida.
Eliana asintió, y ella caminó subiendo las escaleras, apresurada, para ir rápido. Lavó sus manos una vez terminó, se acomodó el cabello y salió del baño dispuesta a bajar las escaleras.
No supo por qué bajó de forma silente y lenta, pero fue inteligente cuando fue deteniéndose al escuchar a Eliana y a Elisa, hablar todo el tiempo como en susurros. Se pegó a la pared y dio unos pasos más, mientras el corazón le latía con fuerza, se asomó un poco, pero Xavier aún no estaba allí.
—Creo que aún va a ese lugar —escuchó a Elisa decir.
—No lo sé, me gustaría mucho hablar con Oliver, tengo un poco de miedo, no quiero que él se vea afectado por esa chica… siento que algo no bueno pasará con la cercanía de ellos… creo que ya es suficiente con lo de esa mujer, Elisa. Mi hijo no merece otro mal
—No te preocupes Ma, mi hermano no es algún tonto, de todos modos, es una buena noticia que vuelva a los A…
—Bien, ¡aquí estoy! —anunció Xavier haciendo que Ana saltara y se fuera de puntillas escaleras hacia arriba, para que no supieran que estaba escuchando—. ¿Dónde está Ana?
—Está en el baño —escuchó un poco más lejos mientras se recostaba en la pared.
Estaba agitada, nerviosa y más ansiosa de lo que debía. Colocó una mano en su pecho y luego pensó.
«¿Esa mujer? ¿Cuál mujer?», sus pensamientos volvieron aquel anillo que encontró, y su cabeza comenzó a darle vueltas hasta que tomó una decisión rápida.
Ella tendría que ir a donde Oliver mañana después del trabajo, no podía darle más larga a esa sensación que no la dejaba respirar, y a la incertidumbre que solo hacía que esa felicidad que tenía por unos momentos, se desmoronara de la nada.
Quería entender de una vez y por todas a Xavier, quería saber qué ocultaba y entendía que la única persona que podía darle la información que necesitaba se llamaba Oliver Walsh.
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