De todos los escenarios posibles, este no existía en sus planes ni por broma que se tratase. Había lavado su cuerpo lentamente y con la calma que hace mucho tiempo no lo destacaba, en silencio la comprendía, en silencio hacía que los muros de Ana cayeran, sin embargo, entre sus pensamientos e ideas, solo quería algo de forma desesperada.
Que Ana solo se abriera para él.
Ella estaba en su cocina con su franela negra de algodón puesta y con los pies descalzos, era una vista perfecta. Iba de aquí para allá, picaba cosas y probaba algo de la comida que estaba haciendo para él. No tenía ni puta idea de qué estaba preparando, porque su mirada y concentración solo permanecían en su cuerpo y en sus movimientos.
Disfrutaba una paz en este momento que difícilmente conseguía apreciar en el resto de sus días, esperaba que pudiese deleitarse todo lo necesario de este asunto y sin más, se olvidaría de Anaelise para siempre, era lo mejor para ella, y para él mismo.
—¿Tu familia vive en Colorado?
«Preguntas…» era lo que menos le gustaba a Xavier, por ello sencillamente llevaba sus relaciones al plano meramente sexual, por ello sus encuentros perduraban solo una noche, a excepción de Olivia que prometió jamás preguntar. Además, que no significaba nada para él.
—No —respondió seco mirándola fijamente, evitando que ella continuara.
Sin embargo, Anaelise se giró nuevamente para visualizar la cocina y mover un poco la salsa que preparaba para la pasta. Dejó la paleta en el buró y cruzó un poco las piernas inseguras, lo miró con duda y llena de muchas preguntas que no lograba retener en su boca.
—¿No eres de Colorado? —Volvió a preguntar yéndose por otro camino. Ya le había quedado claro que el tema no era agradable para él, y lo entendía a la perfección, a ella no le gustaba hablar sobre su padre ni de ningún aspecto de su vida.
—Soy nativo de Los Ángeles —confesó Cox sentándose y apoyándose en el muro de mármol mientras tomaba algunos manís de un frasco de vidrio.
—Nunca lo imaginé, no tienes mucho acento…
—Mi familia vive allá —indicó rápidamente sin caer en cuenta de que ella ya lo envolvía en una charla—. Escucha Anaelise, sé lo que tratas de hacer, pero no soy bueno hablando y…
—Tampoco soy buena hablando —le interrumpió ella enseguida—. De hecho, no me gusta hacer amistades porque eso siempre…
Su charla se interrumpió de inmediato cuando escuchó que su celular sonaba. Ana olvidó por completo en apagarlo. Miró a Xavier previamente y luego caminó hasta la sala en puntillas para revisar su bolso pequeño.
La llamada se cayó, el contacto de Andrew apareció en la pantalla y ella frunció el ceño enseguida.
«Por supuesto, era fin de semana, y él siempre buscaba algo que hacer con ella», pensó.
Entre pensamientos, el teléfono volvió a tintinear haciendo que Ana saltara del susto que le dio. Quiso desviar la llamada, pero sus dedos torpes solo contestaron.
¡Mierda!
—Andrew, estoy un poco ocupada te llamaré luego —dijo entre dientes de forma rápida y muy nerviosa, a la vez viendo como Xavier se levantó de la banca para girar a verla.
—Buenas noches, se dice, maleducada —alegó Andrew casi en grito—. Escucha, tengo un plan que no podrás rechazar…
Ana solo miraba con el rabillo del ojo a Xavier mientras escuchaba a Andrew sin saber cómo cortarlo de inmediato.
—Escucharé tu plan, pero ahora mismo estoy realmente ocupada —dijo más nerviosa que nunca como si ella estuviese cometiendo un delito.
Los pies de Xavier comenzaron a andar y a la vez chocó con un mueble detrás de ella.
—Mañana haremos un pícnic, algunos familiares y amigos vendrán, pero me gustaría que vinieras, pretendo contarte algunas cosas que he estado pensando, leí sobre un artículo que puede interesarte…
Las palabras de Andrew comenzaron a irse, porque el cuerpo de Xavier literalmente estaba frente a ella. Su teléfono fue despegado por el hombre de su oreja e inmediatamente comprobó quien la estaba llamando.
«¿No le gustaban las amistades?», fue la pregunta que se le formó a Cox al instante, cada vez que veía a Ana fuera de su alcance ella estaba con este chico, cuando la llamaba, «él siempre estaba en su campo».
Una sensación de desagrado se instaló en el cuerpo de Xavier, Andrew no era competencia para él, pero su cercanía un poco exagerada le incomodaba.
—Escucha, Andrew —reaccionó Ana rápidamente al ver la expresión de Xavier en ella—. Estaré allí de acuerdo, ahora debo irme…
—¡Esa es mi chica! —escuchó Xavier de parte de Andrew cuando Ana quitó su teléfono de su oído y luego finalizó la llamada.
Anaelise se escurrió rápidamente de su lado y luego corrió hacia la cocina para comprobar la salsa que ahora estaba lista. Apagó toda la electricidad y se giró para ver qué tenía por decir Xavier.
—Parece que delataron tu mentira —expuso Xavier caminando nuevamente hacia la cocina, asomando una impresión relajada, muy contraria de lo que sentía—. Andrew parece muy amigo tuyo —acentuó la palabra para dejarle claro a Ana a qué se refería.
Ella juntó sus manos y luego asintió.
—Andrew es… buena persona, —respondió sincera—. Hace poco que lo conozco, no estaba en mis planes tener su amistad, es fastidioso, pero creo que me agrada, ha sido muy amable todo el tiempo…
Cox la observó un tanto enojado, pero disimuló el momento, no podía exigirle con quien tener amistades, esto simplemente era ridículo. Pero ese chico detrás de Ana le creaba incomodidad.
No supo por qué, pero se sentó nuevamente en la banca y luego dijo:
—Mi madre y hermana están en los Ángeles, mi padre ya no está, murió hace un par de años por un cáncer de pulmón que lo invadió muy rápido —el rostro de Ana cambió de inmediato, e hizo como si estuviese escuchando una cotidianidad.
Asintió un poco nerviosa y comenzó a servir la pasta en los platos que consiguió.
Colocó todo de forma cuidadosa mientras sentía la mirada de Xavier en toda ella.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Cox tomando el plato de comida. Todo se veía exquisito y su estómago rugió enseguida cuando el aroma entró en sus fosas nasales.
—Sabes todo, has leído mi historial.
Era cierto, pero él quería saber más de ella, todo desde su punto de vista, claro estaba.
—Eso es solo una parte, y lo sabes Anaelise —contraatacó.
Ella suspiró profundo y luego dejó su tenedor cerca.
—Vivo con mi padre y Carla, la mujer que lo cuida, tuve tutela casi toda mi vida, y no tengo a otra persona después de eso. No hay nada que contar, solo hay huecos, y…
—¿Por qué no fuiste con la familia de tu tío? —indagó Xavier sin mirarla, ahora estaba saboreando una de las pastas más deliciosas que había probado.
—Él tiene su propia familia, hijos y esposa, no quiero ser estorbo para nadie. Además, su esposa cree que soy una mala compañía para sus hijas.
Xavier arrugó el ceño y luego negó.
—No quise nada de eso, ni lo quiero. Nunca… —respondió seco y tosco, entonces en cuestión de segundos tomó el cuello de Ana y lo mordió. Sus toques no estaban siendo cariñosos, ni mucho menos suaves. Él restregaba su cuerpo con el de ella como si estuviese frustrado y un poco enojado.
Pero esta vez Ana no se retractó, ella quería aliviar la tensión que la pregunta le ocasionó, y no solo la pregunta, en el día de hoy Xavier estaba inquieto desde la tarde y muy enfuscado. Entonces no se quejó, ni mucho menos retrocedió a su toque.
Y no era que no tuviese miedo, ni que la forma en como la estaba besando la asustase, pero quería retribuir muchas cosas hacia él, sentía la necesidad de hacerle saber que ella también estaba para él, y que, así como ella, él podría encontrar en su cuerpo, un refugio.
Gimió de forma abierta cuando sus labios fueron apretados por los dientes de Cox, aun así, devolvió el beso con la misma intensidad, haciendo que Xavier perdiera la poca cordura que le quedaba.
«Ella no podía ser real, era demasiado para ser cierto», pensó Cox mientras quitó su misma franela, y no esperó por hundirse nuevamente en su cuerpo. Ella se quedaría toda la noche con él, y con esto haría que Ana jamás en toda su vida, pudiese olvidar este momento, ni siquiera compáralo con alguno que pudiese vivir más adelante…
***
Los ojos de Ana se abrieron lentamente llevando su mano para restregar un poco su rostro, se sentó estirando su cuerpo y giró hacia todas partes para encontrar que estaba sola en esa enrome habitación.
La habitación de Xavier.
Todo allí olía a él, incluso estando sola podía sentir su compañía. Quitó las sábanas blancas de su cuerpo, y divisó que su ropa se encontraba perfectamente doblada en un sofá cerca de la cama. Se vistió y arregló un poco frente a un gran espejo, para luego ir a lavarse la cara y los dientes en el baño. Debía salir de esta habitación.
No estaba al tanto de qué hora era, ni dónde se encontraba Xavier, así que cuando terminó de asearse volvió a corroborar su imagen en el espejo hasta que notó que algo en su cuello no estaba bien.
Algunas partes estaban rojas, no eran morados, pero recordó en la forma que ese hombre la besó y en vez de sentirse incómoda, su cuerpo nuevamente vibró. Xavier la volvía loca en todos los sentidos, ahora no creía que pudiese decirle no, a ninguna cosa que le pidiera.
Cerró los ojos y tomó aire, volteo hacia la habitación y comenzó a detallar todo lo que allí había.
Con un poco de luz del día, observaba que Cox era un hombre totalmente ordenado. Todo estaba sumamente limpio a excepción de su cama, que ella iba a arreglar en este preciso momento. Asió las sábanas rápidamente e hizo lo que pudo por dejar la cama intacta, pero cuando estaba metiendo la última esquina cerca de la cabecera, vio hasta ese momento que había una especie de cajón al lado de la cama de una sola gaveta.
Sus dedos picaron mucho, no era correcto husmear en su vida, ni en su privacidad. Pero cuando lo estaba pensando, sus manos estaban tocando la gaveta pequeña que se abrió con facilidad.
Allí estaban algunos frascos pequeños de perfume, que hicieron fruncir el ceño a Ana, parecían que no se habían utilizado nunca, también estaban dos o tres cajas con reloj caros, algunas gomas de mascar, condones, unos recibos doblados y prensados por un gancho. Ana no sabía por qué estaba tan nerviosa, pero vio una caja dorada diminuta que llamó completamente su atención, y la tomó enseguida.
Se sentó en la cama con su corazón latiendo a mil por segundo, estaba agitada en gran manera porque ella no debía estar revisando nada de esta gaveta, y ni siquiera podía imaginar cómo sería el meollo si él abría la puerta y la encontraba allí. Husmeando.
Miró hacia la puerta y bajó la mirada a la línea de la puerta donde entraba la luz para ver si había una sombra. Sus ojos viajaron nuevamente a la caja y la abrió de golpe.
Anillos.
Dos anillos reposaban allí. Uno más grande que el otro. Con sus dedos temblorosos tomó el más grande y revisó la descripción que había en su interior.
“X∞D Nuestro amor es para siempre…”
«¿Era una argolla de matrimonio? La “X”, era de Xavier, pero ¿Quién era la otra persona?»
«¿Le pidió matrimonio a alguien y le rechazaron?, ¿tuvo una esposa que lo dejó?»
«¿Cuál era la verdad?», la garganta de Ana se apretó y su pecho se hizo débil, no supo por qué ver esto le hizo sentir mil pellizcos en su estómago, quería saber de qué se trataba todo, sentía la necesidad de saber todo sobre él, simplemente quería entender por qué él era, como era…
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