Ana estaba sentada frente a Oliver en la sala de su casa, con una taza de té entre sus manos y con la toalla cubriéndola, encima de su ropa mojada.
Parecía que habían vuelto al pasado cuando ella sostenía largas charlas en su consultorio, solo que esta vez ella no era el tema principal.
—¿Sabes qué he ido a la comisaria? —Oliver inició la conversación.
—¿Por qué? —preguntó un poco nerviosa.
—El sheriff pidió que fuera a testificar, ya que estuve muchos años en tu caso… quiero decirte que estoy muy orgulloso de ti… y que, aunque la rabia come mis entrañas por todo este tiempo perdido, me alegro de que por fin hayas decidido dar este paso. Jamás en mi vida imaginé que ese… —Oliver hizo silencio y luego apretó su puño—. Incluso a mí mismo me engañó, estuvo en mis narices todo el tiempo.
—Lo siento, Oliver —dijo Ana agachando su cabeza—. Nunca fue por ti, ni siquiera sé por qué aun su presencia me aterra después de todos estos años, es como si no pudiera superarlo…
—Pero lo estás haciendo, y me alegra que Xavier te haya ayudado en eso.
Ana desvió la mirada cuando él lo mencionó y tomó un sorbo de su té.
—¿Es por eso que estás aquí verdad? —preguntó Oliver nuevamente—. ¿O para comentarme sobre el trabajo? Mery nos llamó y dijo que comenzabas mañana, y eso me parece excelente —esta vez Oliver sonrió y tomó su propia taza de té.
Ana no sabía cómo comenzar, así que colocó su taza encima de una mesa y tomó todo el aire necesario para luego negar.
—No estoy aquí por ninguna de las cosas que preguntaste, aunque aprovecho para agradecer lo del trabajo, más que nunca lo necesito, porque mi tío está pidiendo la mitad de la casa.
—¿Qué? —el hombre se descompuso.
—Es algo largo Oliver, pero mi madre parece haber comprado esa casa con ayuda de él, y ella nunca saldó la deuda. Creo que llamaré a la abogada pronto para decirle que aceptaré la mitad y que la venta, no quiero saber nada sobre ese asunto.
—Sin embargo, debes esperar, cuando ese individuo reciba su pena, nunca podrá reclamar algo. No pierdas la esperanza, Ana, verás que todo toma su forma.
Ana lo observó fijo mientras asintió, y luego lo soltó sin más demora.
—Estoy aquí por Xavier, Oliver.
El hombre arrugó su ceño.
—¿Qué pasa con él? —preguntó aun sabiendo de qué se trataba. Lo suponía.
—No he seguido tu consejo… y seguimos juntos de la forma en como él quiera llamarlo… —había un tono de amargura en la voz de Ana que hizo que Walsh se inquietara.
—¿No tienes suficientes problemas, Ana? —preguntó Oliver levantándose para caminar algo incómodo—. ¿Por qué quieres enredar más tu vida?
—Tengo los suficientes, pero… todo este tiempo he sido apoyada por Xavier en muchas formas, Oliver —ella también se puso de pie—. No sé cómo explicarte todo lo que ha pasado, y sé que no tomamos las decisiones correctas… Pero, yo realmente quiero estar con él…
La mano de Ana atrapó la de Oliver y él se giró enseguida.
Ana parecía realmente preocupada, en sus ojos podía ver que ni siquiera sus horribles problemas la estaban afectando, tanto como del hombre, del que ella vino hablar.
Oliver sabía que en algún momento esta situación de Ana y Xavier estallaría, pero no sabía realmente a qué había venido ella.
Él la enfrentó colocando una cara dura y luego le dijo lo que ella necesitaba escuchar.
—Tú sabes muy bien que una relación entre ustedes, no es bien vista.
—Las terapias están llegando a su fin —repuso ella en defensa—. Y, creo que podemos hacerlo…
—¿Eso lo piensan ambos, o solo tú? —aunque sus palabras estaban siendo rudas hacía, solo quería hacerla entender. Él conocía perfectamente a Xavier, y aunque sintiera algo por esta chica, él jamás seguiría adelante con ninguna relación.
—Oliver, yo realmente lo amo —los ojos del hombre se abrieron tanto que Ana reprimió los ojos un tanto exasperada—. Y quiero ayudarlo…
Aunque supo que ella estaba siendo sincera y que de hecho no podía ni siquiera entender en quién se había convertido Anaelise, estaba seguro que nadie podía ayudar a Xavier.
—No puedes ayudarlo, Ana, nadie pude ayudar a Xavier más que él mismo.
—¿Por qué? —preguntó ella un poco conmocionada—. Solo pido que me digas que le pasó, Oliver, quiero entenderlo, necesito hacerlo para poder sobrellevar todo esto que está partiendo mi alma… ¡Por favor!
—Ana, no creo que te ayude en algo saberlo… además es algo confidencial, si él no te lo ha contado, ¿por qué lo haría yo?
Esta vez Oliver se despegó de su tacto para caminar por la sala un poco angustiado y preocupado, tanto por Ana como por Xavier. Y antes de que alejara todos sus pensamientos y viera un caos a futuro, la voz y los ojos de Ana se posicionaron nuevamente en él.
—Ayúdame a tener la posibilidad de amar a alguien, Oliver —esto lo destrozó de todas las formas posibles mientras un nudo se le amarró en la garganta.
—¡Por Dios, Ana! —dijo abrazándola mientras sufría por esa niña. Quería verla bien, y aun y cuando le preocupaba en sobremanera su situación, no tenía el corazón para no acceder a su petición. Se despegó de ella y le dijo con sinceridad—. Lo que más deseo es verte feliz, lo deseo con todo mi corazón… no sé si esto ayudará o definitivamente empeorará las cosas, pero por favor, Ana, prométeme que serás muy fuerte y que buscarás la forma de seguir adelante venga lo que venga.
Ana asintió apresuradamente y atrapó sus manos.
—Te lo prometo Oliver, aunque haya faltado a mi palabra anteriormente, esta vez te lo prometo con mi alma.
Oliver vio hacia arriba de las escaleras y luego tomó el brazo de Ana para direccionarla a la cocina.
—Ven, pongámonos cómodos aquí. Hay más aire, porque creo que lo necesitarás.
Ellos caminaron hacia la cocina, y después que Ana se sentó en un banco cerca del muro de mármol, Oliver fue hasta la parte trasera de la cocina para abrir una puerta corrediza.
El aire entró haciendo que Ana se abrigara más con la toalla. Pero las mejillas de Walsh se veían rojas como si él tuviese la temperatura elevada.
Anaelise vio como el hombre tomó el aire y la miró fijo.
—Xavier siempre fue un hombre brillante, con una familia muy acomodada en Los Ángeles, si alguna vez te contó, se graduó a los 23 años de medicina.
Ana asintió en silencio.
El pecho de Ana se sentía tan comprimido que quitó la toalla de encima para ir por un poco de aire. Esto era una locura y su cuerpo temblaba todo el tiempo.
Se giró lentamente no queriendo preguntar qué más seguía.
—Xavier trató de ayudarla, y ella por supuesto mostró una cara diferente a su propia realidad. Luego Dayane dio a luz a un par de gemelas que definitivamente fueron la vida de Xavier a partir de ese momento.
—¿Dónde están ellas? —su voz era tan inestable que no supo si Oliver la había escuchado.
—La nueva vida de madre quizás, mejoró un poco la situación —Oliver siguió sin responder—. Ellos tuvieron días felices, porque los vi con mis propios ojos. Pero solo fue cuestión de meses para que eso desapareciera por completo. Dayane comenzó con depresiones continuas, algunas reacciones exageradas, y los brotes psicóticos comenzaron, aún más fuertes que en un principio.
—La esquizofrenia es incurable —Ana anunció para sí misma y luego Oliver asintió.
—Dayane manipuló de todas las formas posibles a Xavier, ella le hizo ver que no necesitaba medicación, mientras pudo esconder parte de sus síntomas… y entiendo que él dejara pasar esto, porque Xavier la amaba muchísimo.
Las lágrimas de Ana comenzaron a caer sin poderlas controlar.
—¿Dónde están ellas, Oliver?
Los ojos de Oliver enrojecieron mientras disimuló como su rostro se retorció por las ganas de llorar que le provocó el recuerdo.
—Le dije a Xavier que la internara para que ella llevara un tratamiento adecuado, él no podía estar todo el tiempo encima de ella, y Dayane ni siquiera podía cuidar a sus pequeñas… Así que las niñas fueron atendidas por una cuidadora, Clara, que aún sigue en casa de Xavier. Pero él no me hizo caso con respecto a Dayane.
Oliver pasó la mano por su pelo para luego colocar la mano en un puño y llevarlo a su boca.
—Ella se salió de control, Ana, como todo esquizofrénico que no toma su medicación ni es controlado, hizo escenas, golpeó a Xavier en varias ocasiones, y se hizo daño a ella misma en repetidos momentos. Aquel día, Xavier se sentó aquí en mi casa y lloró hasta que se cansó, le dolía internar a su esposa, pero no tenía opción, ahora estaban sus pequeñas que cumplirían pronto dos años de vida, así que se despidió de mí esa noche, y luego recibí una llamada una hora después…
—¿Ella se hizo daño? —preguntó Ana con el corazón en la boca, pero Oliver negó.
—Cuando Xavier llegó a su casa, sintió un silencio que lo puso inquieto nada más puso un pie en ella. Fue hasta la habitación de su esposa y luego a la habitación de sus hijas —Oliver tomó las manos de Ana mientras se le quebró la voz—. Dayane tenía las manos apretadas en una almohada mientras asfixiaba a sus dos pequeñas, Ana. Nadie supo cuando tiempo estuvo en esa posición, pero cuando Xavier dio un grito que desgarró su alma, ella volvió en sí de su locura, y luego de ver sus hijas muertas, la mujer se desmayó.
Las manos de Ana se despegaron de la de Oliver para llevarlas a su boca mientras los sollozos salían de forma desesperada.
—No puede ser… no… no es posible…
Ella retorció varios pasos.
—Él intentó ayudarlas a respirar, pero había pasado mucho tiempo, y ellas no regresaron… en su desesperación y su dolor, Xavier sacudió a Dayane y quiso matarla con sus propias manos. En ese momento Clara llegó como de costumbre, porque volvía a su turno y salvó a Xavier de una peor tragedia. La mujer le quitó de las manos a Dayane y llamó a la policía.
—No…
Después de un largo silencio Oliver terminó por decir.
—Por supuesto Dayane fue inculpada, y se alegó que su enfermedad la llevó a eso. Ella está recluida en un centro Psiquiátrico en las afueras de Durango, que aun el mismo Xavier paga para su mantenimiento. Después de eso, ya sabes, su misma carrera se puso en un hilo, porque Xavier obvió muchos tratamientos que ella misma requería. Muchos colegas metieron su mano y aunque él recuperó parte de su vida secular, es un muerto viviente ahora…
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