Ángel llamó cortésmente a sus dos nuevas hermanas mientras quitaba las langostas recién peladas de las manos de Laura y Nora, para luego colocarlas en su plato.
Ángel les sonrió con alegría, su sonrisa era como si un rayo de sol calentaba el corazón de los presentes.
—Danitza, este chico, con lo joven que es y ya es guapísimo. Cuando crezca, ¡va volver locas a las chicas! —Ambas chicas quedaron fascinadas por Ángel.
Las cuatro personas se mantuvieron charlando. Como Ángel era autodidacta, encajaba perfectamente en la conversación de sus nuevas hermanas.
—Mira a esas malditas. No nos llevan con ellas, pero si invitaron a un jovenzuelo. —Mauricio señaló a Ángel y habló con amargura.
Ese chico, que era realmente guapo, atrajo la atención de las tres chicas, por lo que el corazón de Alejandro sintió celos. Aún más, cuando vio a las tres pelando la langosta para Ángel. «¿acaso ese chico no tiene manos?».
A los dos hombres maduros y pasaditos de años, se acercaron a donde ellos, sintiendo que realmente ya no les agradaba para nada ese Ángel.
Los cuatro estaban en medio de una agradable charla, cuando de repente sintieron que dos hombres los miraban con sus ojos llenos de celos y el ambiente se torno frío.
—¿Alejandro? ¿Qué haces aquí? —Aún se mantenía el ambiente helado. Danitza se giró y vio a Alejandro, cuyo rostro era un poco extraño.
—Pasábamos por aquí y las vimos comiendo, así que nos acercamos a acompañarlas. —Mauricio explicó al grupo.
Los cuatro se quedaron atónitos. ¿Al pasar?, ¿cómo se podrían estar pasando por allí, si el lugar lugar está muy lejos de la calle principal?
—Dependiente, añada dos bancos. —Dicho esto, Mauricio saludó al dependiente del local y éste añadió dos asientos más para él y Alejandro.
—Entonces... me iré primero. Hermanas y hermano..., adiós. —Ángel ya se había dado cuenta de que los dos hombres parecían ser hostiles con él, y no quería quedarse más tiempo.
—¿Te vas tan pronto...? ¡Qué pena! Bueno..., Ve con cuidado. —Algunas de las chicas parecían muy tristes por lo que él se iba, lo que hizo que los corazones de esos hombres se sintieran aún peor.
Se sentaron allí, pero nadie les dio la bienvenida y cuando Ángel se fue, la tristeza dibujada en los rostros de ellas hizo que ambos se sintieran enfadados.
—¡Cof! ¡cof! ¡cof! —Alejandro tosió un poco, tratando de llamar la atención de ellas.
Efectivamente, él logró su cometido haciendo que las chicas le pusieran atención.
Danitza sabía que él se había tomado el café helado que le había preparado hoy y que por eso tenía una fuerte diarrea durante todo el día, pero... ¿qué demonios hacía fuera a estas horas?
—Alejandro, ¿estás bien? ¿no quieres ir a casa a descansar? —Danitza levantó la mano y fue a tocarle la frente.
En ese momento Alejandro estaba enfadado por lo que su frente ardía un poco.
—¡Ouch!, parece que tienes fiebre, déjame llevarte de vuelta. —Danitza entonces se puso un poco nerviosa.
—No te preocupes, me sentiré mejor con solo mirarte. Puedes seguir comiendo, yo solo quiero mirarte. —Alejandro puso inmediatamente una cara generosa.
Todos comieron mientras él la miraba. Poco después, todos estuvieron llenos por lo mucho que habían comido.
—Ya no hay más comida, así que vayámonos, yo llevaré a Alejandro de vuelta a casa. Señor Mauricio, estas dos bellezas quedan a su cargo ahora. —Danitza ayudó a Alejandro, que estaba un poco agitado.
A Mauricio le pareció que cuando llegaron al local hace un momento, Alejandro caminaba más rápido que él, pero... ¿cómo es que de repente estaba tan débil en este momento?
Sin embargo, Mauricio podría llevar de regreso a Nora y a Laura, por lo que estaba muy feliz de la tarea encomendada.
***
Con esas preguntas dentro de su cabeza, Alejandro no conciliaba el sueño.
Ya eran más de las doce y Danitza aún no volvía. Alejandro quería levantarse para ver qué tanto hacía ella, pero por temor a que se enfadara, se limitó a levantarse a ir al baño.
Danitza se apresuró y finalmente terminó su manuscrito. Se desperezó un momento, luego empaquetó los documentos y lo colocó dentro de su bolso. Una vez hecho esto, se levantó para ir a ver cómo estaba Alejandro, pero cuando entró en la habitación, éste ya no estaba dentro.
«¿A dónde se ha ido?».
—¡Alejandro!, ¡Alejandro! —Danitza gritó desde el interior del cuarto, pero Alejandro no contestó. Estaba riéndose mientras se quedaba escondido en el baño.
Danitza se puso ansiosa, «¿no será que se puso enfermo de nuevo?». Entonces abrió la puerta del baño y, efectivamente, Alejandro estaba dentro, luciendo débil.
—Alejandro, ¿estás bien? —Danitza estaba ansioso.
—Estoy bien, sólo me levanté para ir al baño. Estoy bien, estoy realmente muy bien. —Alejandro seguía diciendo que estaba bien, pero cuanto más lo decía, Danitza más pensaba que él estaba muy enfermo.
***
Tres días más tarde, Alejandro observó a Danitza ayudándolo con los documentos. Le gustaba verla mientras ella mantenía la mirada gacha con un toque de seriedad. Su expresión hacía que Alejandro se quedara cada vez más pasmado de ella.
Desde que fingió estar enfermo, Danitza era más obediente, pero hacía tres días que no había comido carne y ya no podía contenerse más.
Al ver el hermoso cuello de Danitza, Alejandro sintió que su cuerpo se calentaba.
—¡Danitza! —Alejandro le susurró a Danitza.
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