Encuentro cercano romance Capítulo 119

Alejandro llamó a Danitza, ésta le dijo un ¿sí? pero no le miró.

Al ver que Danitza estaba ocupada ignorándolo, Alejandro se acercó, la abrazó desde la parte de los hombros y frotó su rostro contra el cuello de ella.

—Danitza, no he comido carne desde hace mucho. —Alejandro hizo puchero. A pesar de tener veintiocho años, Alejandro todavía era capaz de hacer puchero.

—Ok. —Danitza respondió despreocupadamente. Estaba mirando el documento mientras ella pensaba en qué hacer con él, ni siquiera puso atención a lo que decía Alejandro.

«...Olvídalo, mi esposa también se está esforzando bastante».«Como quería bajar la presión del trabajo, le dejé un montón de cosas para que ella se ocupe, así que lo mejor es esperar a que termine y al volver a casa ya veremos».

Justo cuando Alejandro estaba sin ganas de hacer nada, sonó su teléfono, y en cuanto vio que era su abuelo el que llamaba, se sentó apresuradamente y contestó la llamada.

—Abuelo, ¿ocurre algo? —Alejandro sentía mucho respeto por Fernando.

—Oh, entiendo, vale. Voy a preguntar a Danitza, espera un minuto. —Alejandro tapó entonces el micrófono del teléfono y preguntó a Danitza.

—Danitza, el abuelo nos pidió que vayamos a cenar a su casa esta noche.

—¿uhm?, no quiero ir. —Danitza se negó instintivamente, no quería volver a la vieja mansión.

—¿No quieres ir?, entonces... se lo diré al abueloooo. —Alejandro prolongó deliberadamente su voz y se lo dijo a Danitza.

Danitza volvió a mirar Alejandro, quien aún sostenía el teléfono móvil, y pensó en la última vez que se encontró con el abuelo, él fue bastante amable con ella, así que lo volvió a pensar.

—Espera, no digas nada todavía... Entonces volvamos para visitarlo un rato. —Danitza se lo pensó un rato y decidió que era mejor ir a verlo. La razón por la que no volvió más antes era porque solo tenía un matrimonio por contrato con Alejandro, que duraría solo dos años.

Ahora era diferente, los dos han decidido pasar el resto de sus vidas juntos, y por eso debe ir a presentarse adecuadamente a la familia de Alejandro.

Alejandro soltó una risita. Sabía que la bondadosa Danitza estaría definitivamente de acuerdo, así que le dijo al abuelo Fernando:

—Está bien, ella también tiene tiempo. Entonces, iremos allá para cenar esta noche.

Al colgar la llamada, Alejandro estaba de muy buen humor. «Danitza es tan buena y considerada». Pensando así, él no tenía necesidad de preocuparse demasiado por lo que ella diría, pues encontrar una esposa así, realmente es un tesoro.

***

—¿Mi esposita todavía piensa seguir comprando más cosas? —Alejandro ya no podía cargar más, y Danitza también llevaba un montón de cosas encima. Esta era la primera vez que ella iba a la vieja mansión de los Hernández, por lo que Danitza estaba muy nerviosa, así que compró un montón de cosas.

—Bueno, creo que es suficiente, ya no compremos nada más. —Danitza echó un vistazo a las cosas y parecía que ya había comprado un regalo para cada uno de los Hernández. La familia Hernández era numerosa, y después de escuchar a Alejandro que iban a ir a la vieja mansión, ésta de inmediato decidió comprar regalos para cada uno, pero ahora se daba cuenta de que había bastante gente en la familia Hernández.

Después de poner las cosas en el coche, Danitza se dio cuenta de que su brazo estaba a punto de caerse, afortunadamente era Alejandro quien llevaba las cosas pesadas, de lo contrario, su brazo se habría caído definitivamente.

—Danitza, ¿por qué has tardado tanto en llegar? —Fernando estaba en muletas y llevaba mucho tiempo esperando en la puerta. Escuchó lo que dijo Alejandro sobre que iban a volver y estaba tan emocionado que se agitó. Al ver la hora de salida del trabajo de ellos, Fernando dijo que tenía que esperarlos en la puerta.

—Danitza, seremos una familia a partir de ahora, soy tu cuñada Ema Moya. —La mirada de entusiasmo de Ema hizo que Paulo Hernández se sintiera muy incómodo.

—¡Cuñada! —Danitza gritó y se sintió avergonzada. Ella era la Ema de la que había oído hablar, era la prima de Josefina Moya, y se decía que se superó en el extranjero y luego se casó con un hombre muy rico.

Esa era el orgullo de la familia de Josefina y ésta hablaba de ella todo el tiempo, hasta llegaba al punto de mostrar su foto a menudo. Danitza no esperaba que la injusticia fuera tan grande que el hombre rico con el que se casó Ema resultara ser el segundo señorito de la familia Hernández.

—Hoy es el primer día que nos encontramos. No hay nada que pueda decirte como tu cuñada, salvo que este pequeño regalo, que espero que sea de tu agrado. —Ema entonces le entregó a Danitza algo que había preparado hace tiempo.

—Gracias, cuñada Ema. Esto es un regalo mío para ti, espero que sea de su gusto. —Danitza cogió lo que había preparado y se lo entregó a Ema.

Todos los presentes le dieron regalos a Danitza, y ésta también les entregó lo que había preparado de antemano. Toda la escena era muy armoniosa, lo que hizo que el abuelo Fernando se sintiera tan feliz que no dejaba de sonreír y mirar a su hijo.

El abuelo Fernando siempre ha estado chapado a la antigua, razón por el cual le encantaba tener a su familia cerca, a sus hijos y nietos rondando por los alrededores mientras éste disfruta de la alegría que emanan.

—Bueno, parece que todos vinieron preparados. Bueno..., yo como soy un viejo, no he preparado nada para ustedes, así que daré algunos sobres con dinero para todos, con el deseo de que seamos felices y prósperos en el futuro. —Fernando dio una palmada y el mayordomo entró con una bandeja pesada y llena de sobres.

—Todos deben de tener hambre, especialmente Danitza. Seguro que has trabajado arduamente durante el día, así que es momento de descansar y tener una buena cena. Vamos, vamos, es momento de se sirva la comida. —Al abuelo Rong le preocupaba matar de hambre a su nieta política, pero esos rituales infantiles eran necesarios.

Cuando escucharon que era hora de comer, los sirvientes entraron y pronto la gran mesa se llenó de una suntuosa comida.

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