Encuentro cercano romance Capítulo 120

De vez en cuando, Alejandro atiborraba a Danitza de platos, y el cuenco de ésta ya estaba apilado con tantas cosas que ella tenía que comer con mayor prisa.

Danitza tiene buen apetito, por lo que comer no es un problema. No es exigente, así que puede comer con gusto cualquier cosa que se lleve a la boca.

Fernanda miró a su nuera y luego a las otras nueras, y luego frunció el ceño. Su nuera era realmente una persona de especial, que comía lo que quería, mientras que las otras, solo habían comido un poco, y por miedo a engordar ya habían dejado sus cubiertos al costado de los platos.

—Es muy bueno que nuestra Danitza coma sin restricciones y siga teniendo tan buena figura. —Fernanda hizo que alguien sirviera a Danitza un tazón de sopa medicinal.

Sólo cuando Danitza escuchó las palabras de Fernanda se dio cuenta de que las únicas dos mujeres comiendo en toda la mesa eran ella y Laura, y las demás solo las estaban observando.

Laura está acostumbrada y siempre tiene que comer en su propia casa.

Danitza se sintió entonces un poco avergonzada cuando miró a su alrededor y todas esas mujeres la miraban como si sintieran asco al verla.

Quería dejar de comer, pero aún no se había llenado, pero si volviera a hacerlo, parecería como si los estuviera ofendiendo. Ella está un poco indecisa con los cubiertos en la mano.

—Es una bendición poder comer, Danitza. Puedes comer lo que quieras, no tienes que preocuparte por lo que piensen los demás. —Fernando ensombreció su cara, pues a él le gustaban las chicas que comían a gusto.

Cuando Danitza vio que el Fernando había dicho esto, dejó de prestar atención a esas miradas de desprecio, pues nada era tan importante como tener suficiente para comer.

—Me olvidaba... Danitza, tengo algo que quiero discutir contigo. —Fernando dejó a un lado sus cubiertos.

—Claro, como usted diga, abuelo. —Danitza también se apresuró a dejar los cubiertos y se quedó mirando a Fernando, pendiente de lo que iba a decirle.

—No es una orden ni una discusión. Te casaste con Alejandro, pero pero este niño es un ignorante y no te dio la boda que debías tener. Nuestra familia definitivamente no puede aceptar que las cosas se queden así. —Fernando terminó de hablar y lanzó una mirada feroz a Alejandro.

Alejandro bajó apresuradamente la cabeza, él también se sentía avergonzado en este punto, pero no esperaba de que su abuelo fuera a mencionarlo delante de todos.

—Está bien, no hay problema. —Danitza agitó la mano apresuradamente para negar. Se suponía que era un matrimonio por contrato, de modo que ni siquiera se le paso por la mente tener una boda.

—No, no podemos dejar las cosas así. Esta boda tiene que ser celebrada, así que, elige un día para que nosotros vayamos tu casa para hablar con tu familia. Todo los preparativos para la celebración de la boda déjaselos a Fernanda y a tu cuñada, pues ella es una señora de la casa que suele ayudar en las tareas del hogar. —Fernando empezó a delegar funciones a la gente.

Aunque Ema estaba descontenta internamente con lo de la boda, no podía hacerlo notar, así que inmediatamente aceptó con una sonrisa.

—Como viniste hoy, no puedes irte tan pronto, así que quédate para jugar unas partidas de cartas más noche. Fernanda ve a preparar la vieja habitación de Alejandro, allí es donde se quedarán hoy. —Fernando lo había arreglado todo.

—Como digas, papá. Eres muy considerado, ya jugaremos a las cartas más tarde. Danitza déjame decirte que tienes que tener cuidado, el abuelo puede ser muy feroz jugando a las cartas. —Fernanda, al ver que Fernando trataba tan bien a su nuera, también se sintió muy feliz.

—¡Oye! Claro. Algún día iré a decírselo al abuelo y a Fernanda, que esa ha estado casada y abandonada, ¡a ver si la siguen tratando como un tesoro! —Ema pensó en esto y se alegró al instante.

—¿Qué? ¿Esa mujer estuvo casada? ¿Entonces es una esposa de segunda mano? Ja, ja, ja, ja, ese Alejandro, hasta que finalmente es peor que yo en algo, su mujer no es tan buena como la mía. ¡Mi mujer y yo somos la pareja perfecta! —Cuando Alfonso escuchó eso, por fin había un lugar donde Alejandro no era tan bueno como él.

***

—¡Ay!, ¡Danitza ha vuelto a ganarme otra vez! Danitza, pero qué habilidad tiene, ya me estás dejando limpio. —Fernando sonrió y extendió su caja de dinero delante de todos para que la vieran, pues se veía que iba a estar pronto vacía.

Alejandro dio un abrazó a Danitza, luego también mostró con orgullo la caja de dinero de Danitza, que estaba repleto de dinero.

—.No es posible que todo mi dinero se aleje de mi hoy. ¡Es toda mi fortuna! —Fernando se quejó.

—Entonces les devolveré todo el dinero. —Danitza no sabía cómo su suerte era tan buena hoy. Salía las cartas que quería, y con la dirección de Alejandro, ganaba cada partida muy fácilmente. Era como quitarle un dulce a un bebé.

La cara de Ema brilló cuando escuchó que Danitza devolvería lo ganado. Ya había perdido más de dos mil euros, así que esa era la oportunidad perfecta de abandonar e ir a tomar un poco de café. Normalmente no se sentía tan desconsolada, pero esta pérdida le dolía, especialmente porque los mayores también perdieron contra Danitza.

—¿Como que devolver? Te lo ganaste por mérito propio, no nos has robado nada. Sigamos, que aún falta más de una hora para que sean las diez, ¡Así que nadie puede retirarse! —Fernando envió al mayordomo a buscar más dinero.

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