Danitza cogió un taxi para ir al Grupo HD. No se lo dijo a Alejandro porque quería darle una sorpresa.
Los recepcionistas sabían que ella era la esposa del presidente, así que la dejaron entrar.
Cuando Danitza llegó al despacho del presidente, abrió la puerta con cuidado y descubrió que Alejandro estaba al teléfono.
Sin decir nada, entró y cerró la puerta.
—Está bien, eso es todo. —Alejandro se sorprendió al ver a Danitza.
—Danitza, ven aquí. —Alejandro colgó el teléfono y le hizo un gesto a Danitza, indicándole que se acercara.
—Ven a sentarte aquí. —Alejandro sonrió coquetamente y tiró de Danitza sobre sus rodillas.
—¿No hay sillas? No es apropiado hacer esto, la gente nos puede ver. —Danitza quiso levantarse, pero Alejandro la detuvo y la abrazó con fuerza.
Habían pasado horas desde que la vio por última vez. La echaba de menos, y algunas partes de su cuerpo también la echaban de menos.
—Está bien, nadie entrará. Saben que mi mujer está aquí, de modo que no serán tan estúpidos de hacerlo. —Alejandro puso su nariz en el cuello de Danitza, aspirando la fragancia de su cuerpo.
Sin embargo, sí había alguien así de estúpido. Cuando se estaban besando, la puerta se abrió, sorprendiendo a Danitza.
Victoria entró y vio lo que pasaba en la habitación. Entonces, dio un paso atrás cerando la puerta mientras ésta se disculpaba.
Después de que Danitza se levantara, Alejandro le dijo a Victoria que entrara.
—Entra. ¿Qué ocurre? —La expresión de Alejandro simplemente no era buena.
—Lo siento, Alejandro. He traído un contrato muy importante, por lo que la otra parte nos pide que lo firmemos inmediatamente. —Victoria parecía agraviada.
Debería de haber llevado el contrato a Alejandro a primera hora de la mañana, pero lo había olvidado. Al ver que Danitza estaba aquí, no pudo evitar querer meterse con ella.
—Déjalo aquí. Ahora puedes irte si no tienes nada más que decir. —Dijo Alejandro.
Victoria se mordió los labios y dejó el contrato. Antes de salir, sonrió y se dirigió a Danitza:
—Danitza, te estás poniendo cada vez más hermosa. ¿Qué tal si tomamos un café cuando estés libre?
—Gracias, pero no me gusta el café. —Danitza ni siquiera miró a Victoria.
La mano de Danitza fue tomada por Alejandro, lo que fue visto por Victoria, así que se enfadó aún más.
—Ya veo, entonces me iré primero. Hablemos después. —Al no conseguir nada de lo que quería, Victoria salió del despacho de Alejandro.
Al irse, Victoria no sabía cómo desahogar la furia que sentía, así que llamó a Ema, pidiéndole que saliera para ser su compañía.
—¿Qué quieres decir? ¿Quieres sembrar la discordia entre nosotros? —Ema volvió a su asiento.
—¿Acaso es necesario que lo haga? Yo veo que no es necesario hacer algo como eso. —Dijo Victoria con desprecio. Ema era una mujer codiciosa, lo cual era útil para Victoria.
Ema pensó que Victoria tenía razón. Ella no necesitaba sembrar la discordia entre Danitza y ella, puesto que ya se odiaban mutuamente. Aunque Danitza no era directamente responsable de la quiebra del Grupo Moya, sí era una causa indirecta.
—Ema, voy a casarme con Rolando. Entonces, seremos familia y seré tu cuñada. Nuestros maridos tienen la misma madre, entonces ¿por qué no tenemos ningún derecho en la familia Hernández? Se lo darán todo a la esposa de Alejandro, ¿te parece bien? La verdad es que a mí me molesta mucho. —Victoria tenía una mirada feroz.
—Por supuesto que me molesta. Soy la primera nuera de la familia Hernández, pero en secreto le dieron el brazalete de jade a Danitza. ¿Quién es ella? ¿Ha hecho algo por la familia Hernández? —Como Victoria esperaba, Ema se enfureció.
—Sí, eres la que más ha sufrido. Te has encargado de todo lo de la familia Hernández. ¿Por qué Danitza recibió el brazalete? —Victoria aprovechó la oportunidad para alimentar el odio.
—Victoria, no tienes ni idea de lo agotadora que es tratar con esa familia. He trabajado tan duro durante tanto tiempo, pero ¿qué he conseguido? Cuando te cases, podrás entenderlo difícil que ha sido para mí. —Ema se sintió triste.
No tenía que hacer las tareas domésticas en casa de los Hernández, pero aún así se sentía cansada y el motivo era porque tenía que tener cuidado al dar cualquier cosa de valor a la familia Moya. Temía que los Hernández la descubrieran, ya que lo había hecho tantas veces que le quedaban muy pocas joyas. Hacer todo eso, obviamente que era algo agotador.
Victoria sonrió. «Ema, eres tan sencilla. No me costó mucho ponerte de mi lado. Pero es algo bueno, ya que una persona de mente simple es más fácil de controlar».
—¿Pero por qué me dices esto? ¿No siempre has sido buena con Alejandro? ¿Por qué lo dejaste ir y le diste la oportunidad a Danitza? —Ema se dio cuenta de algo.
—¿Yo? Danitza... ¡es una perra! ¿Cómo puedo rebajarme al nivel de ella? Si yo soy una mujer decente. —Victoria derramó lágrimas.
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