Encuentro cercano romance Capítulo 45

Alejandro se puso serio y quiso hablar con Danitza sobre lo que había pasado esta mañana.

—Dime, ¿qué ha pasado esta mañana? ¿Por qué tu jefa vino a quejarse de ti nada más llegar, diciendo que no obedeces a sus órdenes? —Alejandro se sentó al lado de Danitza, haciendo que ésta se sintiera agobiada.

—Ah, esta mañana. Mire, esto es lo que ha pasado esta mañana. —Danitza le contó entonces a Alejandro la historia original de lo que había sucedido esta mañana.

De todos modos, había dicho la verdad, si Alejandro iba a defender a Camila, no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

—Aunque no puedes hacerlo, deberías decírselo como es debido, no puedes insultarla, ¿no? —dijo Alejandro.

—Señor Alejandro, le juro por Dios que no le he insultado. ¿Cómo podría alguien tan educada como yo insultarla? —Danitza levantó la mano y juró.

—Bueno, lo investigaré, pero sí que eres una problemática. No me quedo tranquilo teniéndote abajo. Mira, trae todas tus cosas, que tengo bastante espacio aquí. En el futuro te quedarás aquí. Haré que alguien traiga un escritorio. —Alejandro frunció el ceño.

Danitza pensó que quería que trabajara delante de sus narices, y eso era como matarla.

—No, no, señor Alejandro. En realidad, soy la más inocente, llegué a la oficina temprano de la mañana y hasta limpié y todo. ¿Cómo iba a saber que pasaría algo así? De verdad que no le dije nada, ni siquiera sé cómo ofendí a Camila. —Danitza no quería venir, estaba bien ahí abajo. Aunque había roces, había mucha gente. No quería sufrir todos los días viendo la cara de póker de Alejandro.

—Mira, no te he dicho más que una cosa, y tú me has replicado con un montón. Veo que no te gusta lo que te dicen los jefes. ¿Cómo me quedaré tranquilo sabiendo eso? No hay más que decir, tienes que venirte aquí para que te vigile personalmente. —Alejandro no dio a Danitza la oportunidad de excusarse.

Danitza no tenía nada más que decir. «Pero ¿qué he hecho para que suceda todo esto?». Ya sentía que tenía poco futuro en su carrera. Si trabajara allí en nada moriría con lo borde que era Alejandro.

—Venga, date prisa, hay mucho más que hacer hoy, ¿acaso tratas de hacer la vaga? —Alejandro miró a Danitza.

Danitza no tuvo más remedio que bajar a buscar sus cosas.

Al llegar a la puerta de secretaría, escuchó la voz alegre de Camila diciendo que el señor Alejandro haría justicia por ella y que estaba segura de poder darle una lección a Danitza.

Danitza entró abatida y toda la oficina se quedó en silencio, ya nadie hablaba, todos miraban a Danitza.

Danitza tampoco dijo nada mientras se dirigía a su escritorio y empezaba a recoger sus cosas.

—Mírate, Danitza, ¿crees que podías hacer lo que te diera la gana? Ja, ja, ja, ¿qué tal? No sienta bien que te despidan de nuevo al primer día de regresar, ¿verdad? —Camila se acercó a Danitza y habló con arrogancia.

Danitza no estaba de humor para hacerle caso, se limitó a recoger sus cosas en silencio.

—En el futuro tienes que ser más avivada en otras empresas. Averigua con quién puedes y no puedes meterte antes de actuar, o si no volverás a caer en una humillación si te vuelven a despedir. —La voz de Camila era fuerte, lo suficiente como para que toda la oficina la oyera.

—¿Quién es Camila? —gritó un hombre que estaba en la puerta, pronunciando el nombre de Camila.

—Yo, ¿quién es usted? —Camila se acercó a la puerta y miró al hombre que no conocía.

Danitza entró en el despacho de Alejandro con sus cosas en brazos, y en el poco tiempo que llevaba fuera, pusieron un escritorio nuevo en una esquina del despacho de Alejandro.

El escritorio nuevo en esa gran oficina no llamaba ninguna atención. Danitza había puesto sus cosas en él. También había un nuevo armario detrás. Todo estaba bien limpio.

Danitza colocó sus cosas, pero sentía que faltaba algo en esa oficina.

La oficina de secretaría estaba llena de mujeres y todas tenían una maceta de flores en la mesa.

El despacho de Alejandro era grande y todo el interior era blanco y negro. Las paredes eran blancas, el suelo también y todos los muebles eran negros.

La oficina era muy aburrida y poco inspiradora.

Danitza se sentó mientras observaba a Alejandro ocuparse de sus asuntos, con su escritorio repleto de muchos papeles y documentos.

Se preguntaba si le dolía la cabeza leyendo tantos documentos, pero era cierto eso de que los hombres concentrados en sus trabajos eran los más glamurosos.

Alejandro era realmente guapo. En este momento sólo se podía ver su perfil, su nariz alta, sus labios finos y su pelo oscuro peinado hacia atrás. Era incluso más guapo que las estrellas que salían en los pósteres.

—¿Has visto suficiente? ¡Ven aquí si ya has visto suficiente, te pondré a trabajar! —Alejandro ni siquiera levantó la vista para darse cuenta de que Danitza le estaba mirando, eso la avergonzó.

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