Encuentro cercano romance Capítulo 48

Danitza estaba completamente borracha y Nora estaba en un estado casi igual que ella, aunque un poco mejor que su amiga, y tambaleándose intentaba ayudarla.

Antonio llevó a Nora de vuelta a su habitación y fue a tomar a Danitza para ponerla al lado de Nora, pero, justo en ese momento, sonó el teléfono de Danitza.

Antonio miró su teléfono y vio en nombre Diego en él. No quiso contestar, pero el teléfono no paraba de sonar, así que no tuvo más remedio que coger la llamada.

—Señora Hernández, ¿ha terminado de cenar? Ya estoy abajo esperándola —Diego vio que por fin cogían el teléfono y, pensando que era Danitza, habló.

—Está completamente borracha, ahora la llevo abajo. —Antonio escuchó que llamaba a Danitza señora Hernández, y aunque no sabía lo que estaba pasando, fue un caballero al contestar.

—De acuerdo, gracias. —Diego se sorprendió un poco al escuchar que era la voz agradable de un hombre. «La señora Hernández siempre había sido una mujer moderada, ¿cómo es que está en la casa de un hombre».

Antonio bajó a Danitza y vio a lo lejos un coche negro aparcado en la zona, por el modelo debía de ser un coche muy bueno.

Diego también vio a Antonio con Danitza en brazos. Como Antonio estaba a la altura de su señor, Diego sintió un poco de miedo y se apresuró a tomar a Danitza.

—Gracias. —Diego cogió a Danitza en brazos y la metió en el coche.

Antonio no dijo nada, no se sabía lo que pasaba por su cabeza y su cara no tenía muy buena pinta cuando miraba aquel coche, sobretodo cuando Diego la llamó señora Hernández, hizó que sintiera una punzada en el corazón.

Antonio no entró sino que se quedo mirando cómo el coche se alejaba. «Danitza, ¿qué situaciones has tenido que pasar?».

Cuando regresó del extranjero, Nora le contó cómo Danitza había sido jodida por Roberto y se había divorciado al día siguiente de la boda.

Tenía la esperanza de haber vuelto en el momento adecuado, pero Danitza se había casado con alguien que había pagado el tratamiento de su padre. Él también tenía ese dinero, pero antes de que pudiera decírselo a Danitza, ésta ya se había casado de nuevo.

—Antonio, ¿qué haces aquí? —Candela y Pedro, al volver de su paseo, lo vieron allí, de pie, embobado.

—Oh, tía, acabo de despedir a Danitza. Ya es tarde, así que yo también me iré. Los visitaré otro día que tenga tiempo. —Antonio miró su reloj, efectivamente ya era tarde y tenía que ir a trabajar al hospital.

—Ah, vale. Entonces, vente a comer cuando quieras, ¡siempre eres bienvenido! —Candela suspiró.

La familia de Antonio quería que se hiciera cargo del Grupo Velázquez, pero a Antonio le encantaba la medicina y estuvo a punto de separarse de su familia por el tema de estudiar medicina, pero al final se llegó a un acuerdo.

—Vale, tía, vendré cuando tenga tiempo. Hoy aún tengo que trabajar en el turno de noche, adiós. —Antonio se despidió de ellos y se fue.

***

Alejandro miró a la ebria de Danitza, que se emborrachaba fácilmente con pocas copas, aún en ese estado, su carita roja parecía atractiva.

De repente, Danitza agarró la mano de Alejandro.

—Mamá, no te vayas, no nos dejes a mí y a papá. —Danitza colocó la mano de Alejandro en su pecho y la sujetó con fuerza.

Si hubiera sido antes se habría alegrado de saber que Victoria iba a volver, pero ahora no estaba tan contento como pensaba.

—Vale. Suenas un poco raro, supongo que debes estar tan contento que no sabes cómo comportarte. —Mauricio había crecido con Alejandro y Victoria, y sabía que el amor de Alejandro por Victoria no era poca cosa.

Pero Victoria siempre tuvo la mirada en la danza, y cuando ambos estaban a punto de contarles a sus familias sobre su relación, ella optó por la danza y abandonó a Alejandro.

Hacía tres años que se había ido y en estos años no contactó con Alejandro, solo éste le había pedido a Mauricio que estuviera pendiente de donde estaba.

El año que venía, sería el momento para presenciar lo que Victoria había estado preparando durante tantos años, pero, ahora de repente había abandonado.

Alejandro estaba muy inquieto, pero no sabía lo que podía hacer. Así que esa misma noche abandonó la villa y, al no tener otro sitio al que ir, se fue solo al bar a tomar una copa.

A la mañana siguiente, Danitza seguía con la cabeza un poco mareada y se levantó con dificultad cuando sonó el despertador.

En ese momento, llamaron a la puerta.

Danitza se acercó tambaleándose a la puerta y al abrir vio a Diego, que estaba en el umbral con un tazón de sopa para la resaca.

—Señora Hernández, el señor ha pedido que le trajéramos una sopa para que se recupere. —Se suponía que tenía que haberla tomado anoche, pero por algún motivo el señor se fue después de contestar el teléfono.

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