Encuentro cercano romance Capítulo 50

Danitza chocó con alguien al salir y se golpeó tan fuerte que se cubrió la cabeza, y empujó al que le bloqueaba el camino, pero este no se movió.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás aquí asustando a la gente? —Danitza se frotó la cabeza y miró a la persona, y cuando vio de quién se trataba, su voz se volvió dulce y delicada.

—Señor Alejandro, los siento, es que no tengo buena vista, ¿le he hecho daño? —Danitza fingió preocuparse por él, si se había magullado.

—No. Volvamos. —Alejandro escuchó la voz de Danitza y sintió una sensación de consuelo en su corazón.

—Vale. —Danitza lo siguió obedientemente hasta el despacho del presidente en la planta 30.

Pero cuando empujó la puerta, se encontró con una belleza de pelo largo sentada dentro, quien esta estaba mirando un periódico.

—Señorita Danitza, ve a traerle a Victoria un vaso de agua —le ordenó Alejandro.

«¿Así que fue a buscarme con el fin de servirle agua a su primer amor? Bueno, él es quien paga mi sueldo, así que no hay más remedio que que obedecerle.»

Entonces, Danitza fue en busca de una taza y se dirigió a la despensa para preparar un té a Victoria.

Victoria oyó a alguien entrando y levantó la vista para ver a una chica inocente, se preguntaba por qué se había pintado la cara tan blanca. De hecho, pudo ver que en los ojos de Alejandro había un cariño por aquella chica.

—Victoria, espera un rato, la señorita Danitza ha ido a traerte agua. Primero iré a ver unos documentos y luego iremos a comer juntos. Como acabas de llegar hoy, seguro que debes estar cansada, así que te llevaré a casa después de la comida. —Alejandro lo tenía todo preparado.

Victoria tenía una sonrisa amable en su rostro, era una famosa señorita de la Ciudad R, bien conocida por su gentileza, generosidad y elegancia.

—Me parece bien —dijo Victoria con suavidad.

Si Camila no le hubiera avisado, Victoria seguiría confiando en que Alejandro la estaría esperando, sin importar el tiempo que estuviera fuera.

Parecía que Camila tenía razón, Alejandro se estaba fijando en otras mujeres y eso no era nada bueno. Alejandro solo podía ser de Victoria.

Danitza, después de preparar la taza de té, se la entregó a Victoria, pero en los ojos de ésta pasó un rastro de disgusto, aunque igual se preparo para recibir la taza con una sonrisa.

—¡Aaah! —La taza de té se vertió repentinamente sobre las manos de Danitza, quemándolas, entonces tanto ella como Victoria gritaron al mismo tiempo.

—Alejandro, ha sido sin querer. Mira las manos de la señorita Danitza, ¿están heridas? —Victoria tenía una expresión de culpabilidad.

Alejandro oyó un grito y levantó la vista para ver que el agua hirviendo se derramó sobre las manos de Danitza, quien se había lesionado apenas hace unos días.

Alejandro se levantó y fue a revisar las manos de Danitza. Sus manitas estaban rojas y las lágrimas de Danitza estaban contenidas en sus ojos, resistiendo a caerse.

—¿Estás bien? —Alejandro quería llevar a Danitza al hospital, pero recordó que Victoria todavía estaba aquí, así que llamó a su asistente que la llevara al hospital para que le trataran la herida.

—Alejandro, he causado problemas nada más volver, pero aún así eres tan bueno. Sigues siendo tan tolerante conmigo. —Victoria se apoyó en Alejandro muy dulcemente.

Danitza iba a salir por la puerta cuando escuchó esta muestra de afecto. No lloró a pesar de que sabía que la tal Victoria le había echado el té encima a propósito, así que no podía decir la verdad porque él no le iba a creer.

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