Danitza cogió el autobús hacia el Grupo HD y nada más bajarse, escuchó que alguien la saludaba desde lejos, por lo que se giró, para solo ver a Laura.
—Danitza, espérame, entremos juntas. —Laura venía corriendo por detrás, con sus prendas de Gucci y con unos tacones de diez centímetros en los pies, era difícil creer que pudiera correr tan rápido.
—Vamos. —Laura tomó del brazo a Danitza y las dos caminaron juntas hacia el Grupo HD.
Cuando llegaron a la entrada, Laura vio entrar el coche de Alejandro, seguido por otro coche, en el que vio que estaba sentada Victoria.
«Esa mujer sí que lo tiene vigilado de cerca».
Una vez en el vestíbulo, Victoria levantó la barbilla arrogantemente. Mucha gente la saludaba porque era una enchufada que directamente entró a trabajar en el despacho del señor Alejandro. Como encima era tan guapa, mucha gente supunía la relación que tenía con el jefe.
Para cuando Victoria se había ido y Danitza y Laura entraron, esa gente miraba a Danitza de otra manera:
«Solo lleva unos pocos días ascendida por el señor Alejandro y ya la han sustituido, pobrecita».
Danitza sentía que la gente la miraba raro, pero no le dio mucha importancia, lo importante era no llegar tarde al trabajo.
Llevó a Laura a la planta 30 con ella. Justo cuando su mano estaba en el pomo de la puerta del despacho del presidente, oyó que alguien hablaba dentro:
—Alejandro, no me gusta este escritorio, ¿me lo cambias? Y que saquen todas estas cosas —Victoria le decía a Alejandro.
—Bueno, haz lo que quieras. —Alejandro asintió despreocupadamente.
—Uy, Danitza, ¿has venido a trabajar? Pensé que ayer nos lo decías en broma, ¿por qué no te tomas unos días más de descanso? —Victoria vio a Danitza y a Laura en la entrada en cuanto empujó la puerta.
—¿Laura?, ¿por qué estás aquí también? —Entonces Victoria giró para mirar a Laura. Ella y Laura habían estado enfrentadas desde que eran niñas y eso no había cambiado ahora que ya eran mayores.
—Estoy aquí por trabajo. Ah sí, trabajo con Danitza. —Laura tiró de Danitza para evitar que Victoria fingiera más.
—Oh, pues lo siento. Alejandro dijo que solo necesita a una secretaria aquí y me ha dicho que me quede. Vosotras podéis volver a trabajar en secretaría —Victoria habló con mucha suavidad.
Pero a Laura y a Danitza se les puso la piel de gallina.
—Alejandro, Danitza está aquí, encárgate de su puesto. —Victoria se puso como si fuera la esposa de Alejandro, quería demostrar a Danitza y a Laura lo mucho que éste la adoraba.
—¿Estás aquí, señorita Danitza? Puedes incorporarte en secretaría. Laura, tú también, ve a secretaría. Ustedes trabajaran en el piso veinte a partir de ahora. Les avisaré si las necesito para algo. —Alejandro miró a Danitza y su rostro se puso tenso, luego miró a Laura, preguntándose por qué su madre había mandado aquí a esa señorita que no sabía hacer nada.
Su mente seguía luchando con la cuestión de si debía decirle a Victoria que estaba casado.
Se casó en ese momento para darle un consuelo a su abuelo, y como Danitza no le caía mal, la eligió a ella. Tenía la idea de que después de dos años, si Victoria volvía, él podría divorciarse de Danitza y reconciliarse con Victoria. Pero… todo se le había escapado de las manos. Ya ni siquiera quería divorciarse, pensaba que sería bueno vivir con Danitza el resto de su vida, o eso esperaba.
—Alejandro, creo que has cambiado, ¿no dijiste que me estarías esperando si lamentaba mi decisión? Pero siento que ya no me tienes en tu corazón. —Victoria dijo de manera suave y débil, como si estuviera a punto de llorar.
Alejandro sintió un poco de pena por ella. Era cierto que en aquel entonces le había dicho algo así. Si ahora de repente le decía que estaba casado, podría ser un gran shock para ella.
«Esperaré un momento adecuado para decírselo».
—Victoria, muchas cosas cambian con el tiempo, no podemos detener el cambio, solo dejar que ocurra. —Ahora, Alejandro no podía darle a Victoria ninguna promesa, porque ya tenía a alguien en su corazón, aunque era solo una sombra confusa, estaba allí ocupando un lugar en su corazón.
—Alejandro, te quiero, de verdad, tengo tanto miedo de que no me quieras más, si no me quieres entonces qué sentido tiene vivir. —Victoria rompió a llorar. Pensó que eso funcionaría sin duda con Alejandro.
—Victoria, no llores, no llores. Mi corazón se altera mucho cuando lloras. —Alejandro dejó que Victoria se apoyara en su hombro, la rodeó con sus brazo y los dos se quedaron quietos en siencio.
—¿Puedo entrar? —se escucho una voz desde fuera. Danitza bajó y se dio cuenta de que no había cogido su taza de té, pero no subir a molestarlos, aún así ya no importaba si viniera, el resultado era el mismo, así que Danitza decidió subir a por la taza.
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