Danitza fue llevada al quirófano y el médico salió para preguntar a Alejandro.
—Señor Alejandro, usted trajo a esta chica aquí, ¿cree que deberíamos esperar a que su familia firme el consentimiento o lo hace usted? —el médico le dijo a Alejandro.
—Yo firmaré. —Alejandro cogió el bolígrafo y se limitó a firmar con su nombre.
—¡Esta chica estaba decidida a suicidarse! Ese mordisco ha mordido la mitad de su lengua, ¡me pregunto lo que le ha pasado! —El médico dijo con gran conmoción mientras veía a Alejandro firmar los papeles.
Volvió a mirar a Alejandro, quien parecía un hombre bueno, pero ¿por qué dejó así a esa chica?
Para el médico, la impresión que tenía de Alejandro era muy mala. Pero, al señor Alejandro no le importaba su pensamiento.
El médico entró en el quirófano.
Y Alejandro no se percató del desprecio que le tenía el médico, solo escuchó que le decía que Danitza estaba decidida a suicidarse, «¡Qué tonta! ¡Tenía que vivir como fuera! ¿Si no cómo iba a vengarse si estaba muerta?».
No paraba de dar vueltas cerca a la puerta del quirófano, pues se sentía muy intranquilo.
El asistente vino y le informó a Alejandro que habían acabado con Sergio y que habían encontrado un documento en esa habitación. Al parecer alguien le había pedido a Danitza que se lo entregara y así había caído en la trampa.
—Ve inmediatamente a preguntar quién ha enviado a Danitza a entregar esto, y cuando lo sepas, interroga quién le ha tendido esta trampa. —Los ojos de Alejandro estaban llenos de odio.
Moisés Ordóñez miró a su jefe, él nunca se había puesto así.
«¿Acaso el presidente ha abierto los ojos?».
Sin embargo, solo se lo preguntó en su mente, y rápidamente se fue para averiguar quién había tendido la trampa a Danitza.
***
Danitza se despertó aturdida viendo a un hombre sentado en el borde de su cama, limpiándole las manos.
Con un esfuerzo, abrió los ojos, y al ver la persona que tenía delante hizo que ella se sobresaltara.
—Mmm —Danitza intentó saludar a Alejandro, pero no pudo hablar, esa lengua no se movía en absoluto.
Al oír el sonido que hizo Danitza, Alejandro levantó la cabeza.
—¡No hables! Nunca he visto a alguien tan estúpida como tú, ¡cómo puede haber alguien que se muerda su propia lengua! —Alejandro estaba tan emocionado de ver a Danitza despierta que quiso decir algo bonito, pero cuando las palabras llegaron a la punta de su lengua, se enfadó y todo lo que le salió solo fueron regaños.
Danitza miró a Alejandro que tenía una lágrima en el rabillo del ojo y éste se lo secó.
—Ay, mis ojos están muy secos últimamente y las gotas no se absorben. —Alejandro se apresuró a secarse las lágrimas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Encuentro cercano