Encuentro cercano romance Capítulo 72

Danitza estuvo hospitalizada durante medio mes sin que la familia de su marido la visitara ni una sola vez, ni siquiera Diego la visitó, lo que puso a Danitza desolada.

En cambio, el señor Alejandro estaba en el hospital todos los días, lo que hizo que médicos y enfermeras le preguntaran si Alejandro era su marido.

Gracias al uso de esa mejor medicina para heridas, la lengua de Danitza estaba casi curada del todo, salvo que le era un difícil pronunciar las palabras, y le costaba un poco comer, pero nada más.

El médico dijo que podía reposar en casa, porque Danitza ya podía comer comida blanda para mantener su nutrición.

Después de recibir el alta del hospital, Diego llevó a Danitza a casa, pero esta no estaba de muy buen humor. Trataba a Diego y a los demás como su familia; sin embargo, nadie vino a verla mientras estaba en el hospital.

Diego era inocente en todo esto, porque no había descansado desde que Danitza fue ingresada en el hospital.

Pero aún no podía contarle a Danitza lo que había hecho, todo eran órdenes del señor y como el señor era quien lo cuidaba en el hospital, no se preocupó por nada. Encima, estaba bastante contento de que el señor se encariñara cada vez más con la señora, y era posible que no tardara en olvidarse de esa mujer.

Diego no notó nada diferente en Danitza y, como siempre, condujo el coche de vuelta a la casa y ayudó a Danitza a entrar en su habitación.

Danitza comprobó que la casa había cambiado en los últimos quince días que no estaba.

Todo el mobiliario negro había desaparecido, ahora eran de tonos claros y con mucha vitalidad.

Volvió a su habitación, donde los cambios eran aún mayores, las cortinas se habían vuelto azules y la colcha había pasado del blanco y negro al rosa. También estaba la cama grande, que había sido cambiada a un color de tronco, todo eran de los colores que le gustaban a Danitza.

—Señora, ¿le gusta? Son órdenes del señor, dijo que le gustaban los colores como estos —le dijo Diego.

Danitza asintió, le gustaba, esos colores llenaban la habitación de vitalidad, no como el blanco y negro de antes, que eran deprimente.

Pero, Danitza pensó que no le había contado sobre eso a su marido, así que ¿cómo supo que le gustaban esos colores?

En fin, nada de eso importaba, de todos modos, su marido la seguía valorando y era bueno tener un marido así, aunque su matrimonio duraría poco, era suficiente para que ella lo recordara.

—Señora, descanse por ahora. La sopa de nido de golondrina estará lista en un momento. —Diego se alegró de ver que Danitza estaba satisfecha y de que por fin se le reconociera por lo que había hecho.

Danitza volvió a asentir y se tumbó en su nueva cama, era tan suave, encima su nuevo edredón olía agradable.

Danitza se cambió de ropa y se metió debajo de las sábanas, esa calidez que sentía era como si estuviera en un abrazo y la hacía sentir a gusto.

Pronto se quedó dormida. En su casa no tenía preocupaciones ni miedos, soltó su cuerpo y durmió cómodamente.

—Alejandro, esta noche hay una competición de ballet, ¿puedes acompañarme a verla? —dijo Victoria alegremente, con dos entradas en la mano.

Alejandro dejó el bolígrafo. Como últimamente había dejado de lado a Victoria, Alejandro pensó que podría acompañarla a ver esa competición, ya que el ballet era lo que más le gustaba a ella.

—De acuerdo. —Alejandro sonrió a Victoria.

—Alejandro, eres tan bueno conmigo. —Victoria tiró de la manga de Alejandro e hizo una mueca de alegría.

—Bueno, ve a prepararte, después del trabajo iremos a cenar y luego vamos a ver la competición. —Alejandro todavía estaba un poco conmovido por el hecho de que Victoria había renunciado a la competición de este año por él.

Acabado el número, los bailarines agradecieron al público y se fueron, pero los aplausos del público fueron interminables.

Con tan buen espectáculo, Victoria no aplaudió, sino que apretó los puños con fuerza.

En cuanto Alejandro vio que habían bajado el telón, se levantó y se dirigió hacia los bastidores.

—¡Alejandro! —Victoria nunca se había arrepentido tanto de traer a Alejandro a ver una competición de ballet.

—Quédate a ver la competición, ahora vuelvo —dijo Alejandro volviéndose hacia Victoria.

Danitza se había quitado el adorno de la cabeza y se estaba desmaquillando frente al espejo.

—Danitza, realmente lo estás haciendo tan bien como siempre, es una pena que no continúes la carrera de bailarina. —La profesora de ballet de Danitza, Gabriela Ureña, estaba ayudando a Danitza a desmaquillarse.

—Gabriela, como sabes no soy muy aficionada al ballet, lo que más me gusta son las lenguas extranjeras. —Hoy uno de los actores estaba enfermo, así que Gabriela llamó a Danitza para pedirle ayuda.

Danitza habló despacio, sin querer que su profesora notara nada raro en ella.

—Bueno, eso es cierto, también tienes un gran talento para los idiomas. En fin, cada uno tiene su propio camino, pero gracias por tu ayuda, cenemos juntas después de la competición —le dijo Gabriela.

—No puede, tiene otras cosas que hacer. —Alejandro se acercó por detrás de Danitza y tiró de ella.

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