Victoria lloraba y gritaba a Micaela. Como había sido mimada por sus padres y su hermano desde niña, nunca se había llevado tal disgusto.
—Tonta, puedes hacer esto a tus padres en casa, pero ¿cómo puedes hacer esto a los padres de tu novio? Hay que aguantar y saber ser flexible. Te he dicho muchas veces que la familia de Alejandro no te quiere porque eres demasiado arrogante. —Micaela miró a su hija con angustia.
—Mamá, entonces ¿qué crees que debo hacer ahora? Antonio no me quiere y hasta Alejandro me ha dejado, ¿soy demasiado fracasada? —Las lágrimas de Victoria le quitaron parte de la pomada de la cara, lo que le dio un aspecto aún más cómico.
—No temas, Antonio nunca te tuvo cariño, así que déjalo. Ahora hablemos de Alejandro, él siempre te ha querido mucho, pero ahora es posible que se haya casado para hacerte enfadar deliberadamente. solo tienes que hacer lo que te diga y seguro que volverá contigo. —Micaela estaba segura de su hija.
En aquel entonces, su hija le pidió una flor a Alejandro y este superó su miedo a las alturas y se subió a un árbol para tomar una para ella.
—Sí, mamá, te haré caso, no volveré a ser caprichosa. —Victoria empezó a ser obediente, debía recuperar a Alejandro de las manos de Danitza.
***
—Mamá, ¿te llevo a ti y a Danitza de vuelta primero? —le dijo Alejandro a Fernanda.
—Haz lo que tengas que hacer. Danitza, vamos de compras, me gusta ir de compras cuando me disgusto, ¡venga, vamos a gastar dinero! —Fernanda seguía enfadada con Alejandro.
Su hijo era un tipo decepcionante. En aquel entonces, Victoria lo abandonó y se fue al extranjero a estudiar danza, que a saber si era verdad o no. Ahora que había vuelto, su hijo volvió a juntarse con ella, ¡eso le jodía mucho!
Alejandro vio cómo su madre arrastraba a Danitza, quien ni siquiera miró hacia atrás. Al parecer las dos estaban enfadadas.
Pero, ¿cómo iba a explicárselas? Alejandro miró la hora. Esta tarde, tenía una reunión, así que cogió el coche y volvió a la oficina.
—Danitza, no te enfades con Alejandro, este hijo mío no sabe cambiar el chip, si no te cae bien, pégale, ¡no te enfades! Las mujeres no nos podemos enfadar, si nos enfadamos no estaremos guapas. ¿Sabes? La pinta de Victoria me ha hecho mucha gracia, ja, ja, ja, ja. —Fernanda por fin se rió a carcajadas después de aguantarse durante tanto tiempo, y de pronto se sintió mucho mejor.
Danitza también quería reírse, pero pensó que no era bueno regodearse y se limitó a sonreír un poco.
—¡Señora Jones! ¡Qué suerte tengo hoy, no esperaba encontrarla aquí! —Fernanda estaba hablando con Danitza cuando se giró y vio a la magnífica señora Jones.
Danitza miró hacia donde una hermosa señora las miraba.
Al escuchar el saludo de Fernanda, la señora noble le devolvió la sonrisa y también caminó en dirección a Danitza y Fernanda.
—Señora Fernanda, cuánto tiempo. —La señora Jones sonrió y saludó a Fernanda, antes de volver a asentir a Danitza.
—Señora Jones, está cada vez más hermosa. Le presento a mi nuera, Danitza. Danitza, esta es la señora Jones —dijo Fernanda, presentando a la señora Jones y a Danitza.
Las tres pasearon un rato por el centro comercial, la señora Jones compró un montón de cosas y Fernanda compró un montón de cosas para Danitza, quien no las quería, pero Fernanda le decía:
—Danitza, no ahorres, cuanto más gastes, más motivarás a Alejandro en ganar dinero, ¡así que debes aprender a gastar! Mira estos pañuelos de seda, hay de 108€, 360€ y 800€, ¡deberías comprar el de 800€ sin dudarlo! —Con eso Fernanda pidió a la dependienta que envolviera el pañuelo de seda de 800€.
—Señora, hay alguien que la busca. —Apenas terminaron de comprar, alguien vino a buscar a la señora Jones.
—Disculpen, continúen ustedes, iré a echar un vistazo —La señora Jones entregó las cosas a la dependienta, se despidió de Danitza y Fernanda y se fue.
—Danitza, mira a la señora Jones, es tan buena gastadora, veo que elige cosas de ediciones limitadas, ¡es que para eso están las mujeres! Por cierto, me parece que tú y la señora Jones os parecéis un poco de cara —dijo Fernanda despreocupadamente, y Danitza no se lo tomó a pecho.
Las dos hicieron algunas compras más, para ser más exactos, Fernanda hizo muchas más compras, y luego fueron a la caja para pagar la cuenta.
—Disculpen, señora Fernanda, señorita Danitza, sus compras están pagadas —la chica de la caja dijo amablemente a las dos.
—¿Pagadas? —Fernanda estaba sorprendida y miró a su alrededor para ver que no había nadie conocido.
—Fue la señora Jones quien lo pagó. Señora Fernanda, señorita Danitza, vamos a ayudarle a sacar sus cosas. —La dependienta se mostró muy entusiasta y les ayudó con sus cosas.
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