Encuentro cercano romance Capítulo 98

Danitza le dio un susto a Laura cuando dijo «tu hermano».

—¿Mi hermano? Imposible, mi hermano no come estas cosas, o come una comida decente o solo come fideos. —Laura pensó que Danitza la estaba asustando, miró y no vio el coche de su hermano.

—¿Por qué es imposible? Es bueno cambiar de gusto de vez en cuando —la alegre voz de Alejandro sonó detrás de Laura, poniéndola aún más nerviosa.

—Alejandro, ¿realmente eres tú? —Alejandro hoy era completamente diferente al que solían ver, ¡pero le quedaba bien todo porque era guapo!

—Jefe, aquí hay una silla más. Ya lo he ordenado y los platos estarán listos en nada. —Danitza se apresuró a decirles a todos que tomaran asiento.

Alejandro y Danitza se sentaron por un lado, Antonio y Nora por otro, y la pobre Laura tuvo que sentarse sola a un lado.

Los seboros llegaron rápidamente, y el penetrante aroma hizo que a todos se le cayera la baba.

—Vamos, a comer, a comer. —Por culpa de Alejandro, el ambiente era realmente incómodo.

—Hablando de seboros, recuerdo algo que le pasó a alguien de pequeño. Alguien trajo unos seboros a mi casa y mi mamá los acababa de hacer y alguien no soportó las ganas de probarlos a escondidas. Cuando mi madre lo descubrió, ya había terminado todo el plato de seboros. —La cara de Alejandro era seria cuando hablaba.

Pero la escena se animó cuando varias personas que lo escuchaban se rieron.

—En realidad, cuando lo vi por primera vez, no sabía cómo comerlos, pero ahora ya sé. Vamos, coman. —Alejandro estaba bastante animado hoy y se mostraba muy entusiasmado con todos los presentes.

—Hola, ¿quién de ustedes es la señorita Danitza? Tengo un pedido suyo. —Un repartidor trajo una gran caja y la colocó en la mesa de Danitza.

—Yo no lo pedí. —Danitza miró las cajas de comida que había sobre la mesa, encima en la caja ponía «Restaurante Dragón», así que se apresuró a negarlo.

«Dios mío, la comida del Restaurante Dragón cuesta ciento y pico cada plato, y con todos esos platos, ¿cuánto costaría? Yo no llevo tanto dinero encima».

—Tranquila, está pagado, por favor cuéntelo, hay diez platos —el repartidor sacó el ticket y le pidió que lo firmara.

Alejandro lo tomó y se lo entregó a Danitza.

—Danitza ha pagado mucho dinero para sorprendernos hoy, ¡venga, echa una firma!

Al ver lo contentos que estaban todos, Danitza no pudo decir nada mientras cogía el ticket y firmaba.

—Vaya, Danitza, sí que te has gastado mucho dinero invitándonos a comer platos del Restaurante Dragón, ¿no solo ganaste 100 euros anoche? —Nora fue muy directa, pensó que Danitza debía haber gastado mucho dinero en comprarles la cena, sintió pena por ella con solo pensar en ello.

—¿Tal vez Danitza lo ha sacado de su sueldo? Bueno, muchas gracias. —Antonio cogió los cubiertos y empezó a comer.

Mirando la hermosa comida, Danitza no tuvo mucho apetito. Miró a Alejandro, que estaba degustando elegantemente los manjares, hasta estaba pelando seboros, parecía muy hábil haciéndolo.

—Deja de mirar, que se acaban. —Alejandro peló dos seboros y los puso en el plato de Danitza.

Alejandro se los comió. En definitiva, fue un gran día para Danitza, con la comida del Restaurante Dragón, los seboros y el postre que pidió Antonio al final, y todos cenaron y charlaron con la barriga llena.

Alejandro y Antonio podían sentir cómo saltaban chispas cuando sus ojos se encontraban de vez en cuando.

***

Cuando Danitza pensó con seguridad que Alejandro pasaría la noche con ella, Alejandro la mandó sola al dormitorio y él se fue a la habitación de invitados de al lado.

Danitza pensó que lo estaba pensando mucho. El hecho de que Alejandro fuera amable con ella no significaba que le gustaba. Al fin y al cabo, Victoria era la única que le gustaba.

Danitza se fue enfurruñada a la cama, pero Alejandro, en el cuarto de al lado, estaba tan incómodo que empezaron a salirle granos rojos por todo el cuerpo, porque era alérgico al marisco.

Diego llamó al médico de cabecera para que le pusiera un suero intravenoso a Alejandro y después de toda una noche dando vueltas en la cama, los granos rojos no se habían disipado del todo y a primera hora de la mañana a Alejandro le quitaron la aguja porque tenía que ir a trabajar.

Aunque se trataba de un desayuno, en la villa había mucha comida hecha para que Danitza eligiera, siendo sus favoritos las empanadas y los panecillos al vapor con una deliciosa variedad de arroz congee, de la que podía comer mucho.

Tras elegir unos panecillos al vapor, unas empanadas de gambas y servirse un bol de arroz congee de verduras, Danitza se sentó, dispuesta a disfrutar de su delicioso desayuno.

—¡Bluagh! ¡Bluagh! —No había comido ni unos pocos bocados antes de que Danitza sintiera malestar en el estómago y tuviera arcadas.

Forzando su malestar, Danitza se comió a regañadientes tres panecillos al vapor antes de no poder aguantar más y correr al baño a vomitar.

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