Narra Amelia
Me tomó en sus brazos y me llevó a través del lugar hasta un escritorio. Cuando mi trasero aterrizó sobre él, se empujó entre mis muslos, tirando algunos de los bolígrafos y suministros al suelo mientras colocaba la palma de la mano sobre el escritorio.
—Joder, te he echado de menos— dijo con voz áspera en el hueco de mi cuello. Su aliento era cálido y me hacía cosquillas en la piel. Quería su boca de nuevo, así que agaché mi cabeza, juntando nuestros labios y gimiendo cuando su lengua rozó mi labio superior y luego su boca reclamó la mía de nuevo. El beso se rompió una vez más. Ambos jadeamos, en extrema necesidad de aire—.No quise hacerte daño—gimió.
—Pero sí me lastimaste— le respondí en un susurro—. Cuando más te necesitaba.
—Lo sé pero… joder. No somos buenos el uno para el otro.
—Si piensas eso—respiré en su boca, feliz de volver escuchar ese aperitivo —.¿Entonces por qué vienes aquí? ¿Por qué molestarse en aparecer y esperar verme?
Echó la cabeza hacia atrás y se apartó lo suficiente para mirarme a los ojos.
—No sé cómo olvidarme de ti— confesó—.No sé cómo hacer que los recuerdos se detengan. Estuviste parte de mi vida durante tanto tiempo y luego simplemente desapareciste y no sé cómo lidiar con eso. Sé que no tiene por qué ser así, pero pensé que también sería la mejor forma para ti. Por todos nosotros. Soy jodidamente estúpido, lo sé —dijo. Su frente cayó sobre mi hombro y solté un suspiro. Se quedó callado un momento, un ruido formándose en su garganta, como si dudara en decir lo que vendría después—. Mi padre todavía esta prófugo, aunque no ha vuelto a contactarse conmigo temo que haga algo más. Nuestra relación es ..complicada –dijo.
Me obligue a levantar la cabeza para ver sus ojos—. He estado haciendo todo lo posible para asegurarme de que no se acerque. Tanto que me ha dejado sin apenas tiempo para hacer. Mas con los problemas financieros de la empresa.
—Lo siento. No sabía que las cosas se habían puesto tan mal—dije.
Él apretó los labios.
—Esto me a llevado a pensar que debo regresar a mis antiguas raíces.
—¿Tus viejas raíces?—mis cejas se hundieron—.¿Que se supone que significa eso?—pregunte.
Su barbilla se levantó, los ojos nublados mientras se clavaban en los míos.
—Significa que tengo un mal pasado, Amelia y que he hecho algunas cosas jodidas para llegar a donde estoy—dijo.
Traté de tragar, pero el bulto estaba seco al bajar.
—¿Cosas como qué?
—Mucha mierda—respondió. Levantó una mano para pellizcarse el puente de la nariz—.Perdóname por no estar ahí para ti lo suficiente. Estoy aqui ahora. Déjame compensarte—agregó.
—¿Cómo compensarme?
—Regresaré a Santa Clara mañana por la noche. Déjame llevarte a almorzar o algo antes, lo que sea que se adapte a tu horario.
Mordí mi labio inferior, sopesando mis opciones. Tenia una salida con las chicas mañana, habíamos planeado ir al centro comercial, pero podría fngir que estaba enferma o algo así
Parpadeó un par de veces, dejando escapar un breve suspiro.
—¿Entonces nos vemos mañana?—preguntó.
—Sí. Mañana.
Me dio una media sonrisa, luego se inclinó hacia adelante para dejarme un beso en la frente. Después, se echó hacia atrás, se tomó unos segundos para recuperarse y luego caminó hacia la puerta. Me miró por encima del hombro, una mirada breve, y luego giró la perilla, salió y regresó al auditorio.
Lo miré irse hasta que ya no pude verlo a través de la ventana, y luego cerré los ojos, inhalando profundamente y dejándolo ir. Salté del escritorio y salí de la habitación. En mi camino de regreso, vi a Margaret en el baño. Volteo a verme, el alivio se apoderó de ella.
—¡Pensé que te habías caído en el inodoro o algo así!
—Di un recorrido, me gusta la arquitectura de este edificio—respondí.
—Oh sí—dijo ella. Luego asintió, mirando hacia el techo abovedado—. Esa es una de las mejores cosas de esta Universidad. La arquitectura—dijo. Me alegré de que hubiese mordido el anzuelo. A pesar que le había contado sobre el romance que habia tenido, ella no sabia que se trataba de Daniel White—
. ¿Estas listas para irte? preguntó, volviéndose hacia la puerta. Asentí y nos fuimos, pero antes de salir por la puerta, miré por encima del hombro.
A través de él, pude ver una esquina del escenario. Daniel se quedó allí, con las manos delante de él, y estaba mirando directamente hacia la puerta, mirándome marchar. Empecé a sonreír, pero me detuve cuando mis ojos bajaron y me di cuenta de que Isaac me miraba. Sus ojos se entrecerraron mientras se enfocaba en mí por un momento, y luego volvió su línea de visión al escenario para mirar a Daniel. Salí apresuradamente del edificio y no volví a mirar atrás.
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