Entre Mafias romance Capítulo 11

Mía

Todo el peso de anoche cae sobre mi, antes incluso de que abra los ojos. Miro despacio a mi lado, procurando no hacer ningún ruido. Marcus duerme con la sábana sobre su cintura.

No puedo creerme que me acostara con él. Te traiciona, te secuestra y tu te lo tiras. Que lista eres Mía. No tengo ni una pizca de amor propio.

Cierro fuerte los ojos para borrar esos pensamientos, lamentarse no sirve de nada.

Me levanto despacio, busco los bóxer y la camiseta de Marcus y me lo pongo. Voy al baño para adecentarme un poco. El pelo parece un nido para pájaros. Lo peino lo mejor que puedo, pero sigue siendo un desastre, así que me hago una coleta.

Me pellizco la mejilla mirando mi reflejo en el espejo " No la cagues más Mía" Digo para auto convencerme.

Al salir, Marcus ya se ha levantado. Abre el armario para buscar la ropa que se va a poner. De pronto me siento sumamente tímida y no se que hacer ¿saludo de forma casual? ¿Me hago la invisible? ¿Bajo a desayunar y lo encaró más tarde?

Marcus rompe mis estúpidos pensamientos.

- A lo largo del día vendrán a ponerte la inyección anticonceptiva.

Suelo ser pacífica. Me encanta todo el tema de paz y amor, pero si intentan dominar mi vida puedo sacar los pinchos  y eso es exactamente lo que está intentando hacer el hombre que hay frente a mi.

- Déjame que te aclare que no es necesario - Digo con una sonrisa de autosuficiencia en la cara - No vas a volver a torear en esta plaza.

Marcus contesta con la misma prepotencia que yo.

- Bueno, pero si el toro se escapa es mejor que te pille con un capote ¿no crees?

Entra al baño sin hacerme ningún caso lo que me pone más furiosa todavía ¿qué capote ni capote? Podría pegarle un puñetazo en este momento, pero estoy segura de que a él le daría igual...

- Va en serio, no me la voy a poner, lo de anoche fue un error que no se va a repetir.

Saca la cabeza a través de la puerta con la misma suficiencia que hace unos minutos.

- No me pongas a prueba. Esta tarde te pondrás la inyección. No tendremos más sexo, me parece perfecto, pero se te olvida que te conozco mejor que tu misma - Ahora se ha puesto serio de verdad - Deja de discutir por todo, joder.

No espera que le conteste. Cierra la puerta de un portazo. Al momento se escucha el agua caer en la bañera.

Este maldito hombre cree que puede dirigir la vida de todos a su antojo. Según le apetezca en cada momento. Y lo peor de todo es que le da igual. Tiene el mismo  ego que un castillo de grande.

- ¡Imbécil! - Grito a la puerta cerrada del baño.

Bajo las escaleras despacio. Dante está en el salón dejando un montón de bolsas llenas de ropa. Me acerco a ellas con duda ¿todo esto es para mí? 

- Señorita Mía ¿Necesita que le suba las bolsas a la habitación?

Dante es como un armario empotrado, grande y musculoso, una barba completamente cerrada negra y sus cejas siempre enfadadas, le da un aspecto terrorífico. Contrasta mucho cuando me habla con tanta suavidad.

- Si, por favor.

Vuelve a cargar las bolsas y yo le sigo. Tener por modelito unos calzoncillos no es mi look preferido. Le agarro del brazo para ayudarme porque, una cosa es bajar las escaleras que casi lo hago por inercia, y otra muy distinta subirlas, las punzadas en mis costillas casi consiguen cortarme la respiración.

Dante pasa sus brazos bajo mi piernas sin soltar las bolsas. Abro mucho los ojos porque de verdad es como una montaña de músculos.

- ¿Cuánto peso puedes levantar?

- Mucho - Contesta serio.

- Ya, ya, fantasma... - ríe por lo bajo.

Marcus sale de la ducha con la toalla envuelta alrededor de su cintura. Se para en seco al vernos. Camina directo hacia nosotros y como si fuera un saco de patatas me quita de los brazos de Dante.

- Deja ahí las bolsas - Creo poder ver trozos de hielo cada vez que abre la boca - si necesitas ayuda solo dímelo.

Ahora me habla a mi. Se cree que soy unos de sus hombres que tiene que acatar sus normas.

- No necesito tu ayuda - Digo enfadada todavía por lo que ha pasado hace un momento.

Me bajo de sus brazos. Voy hasta las bolsas y cuando encuentro lo que he decidido ponerme, me meto en el baño. Después de una ducha todo el cuerpo está menos tenso. Me visto con un vestido verde que queda perfecto con mi pelo largo. El naranja oscuro parece brillar más sobre él. Elijo una rebecca porque aunque ya mismo venga la primavera, todavía puede refrescar.

Al salir del baño Marcus está sentado en la cama esperándome.

- ¿Qué haces aquí? - Pregunto.

Al otro lado de la línea contestan. Sin cortarme ni un  pelo hago lo que quería hacer desde que hablé con esa enfermera tan simpática anoche en el hospital.

- Buenas, anoche me dijeron que necesitáis enfermeras. Comentó una compañera vuestra que tenía que cumplimentar un formulario.

- Si, si, nos vendría muy bien. Puede pasarse a lo largo del día sin problema.

Marcus sigue de pie, escuchando atentamente. No hace ningún gesto o tal vez yo no lo conozco lo suficiente, pero Louisa ha salido pitando de la cocina.

- Muy bien, muchísimas gracias.

Cuelgo el teléfono y se lo tiendo de vuelta. Se pasa la mano por la cara intentando controlarse.

- No vas a ir a trabajar - Informa.

Le doy un bocado a la tostada. Intento comportarme como si no me importara su opinión, pero la verdad es que me gustaría matarlo aquí y ahora ¿cómo puede ser tan dominante? ¿Es qué se ha criado en la selva?

- No te estaba pidiendo permiso, Marcus.

- Pues deberías - gruñe acercándose.

Es la gota que colma el vaso. Suelto la tostada sobre el plato. Lo miro sin desviar la mirada, pienso encararlo las veces que haga falta  para defender mis derechos.

- Ya... ¿Podrías darme tu ropa sucia, es que había pensado en ir al río a lavarla - suelto irónicamente con la esperanza de que lo pille, aunque cada vez estoy más segura de que su cerebro es primo hermano del mono más tonto de la selva - ¡¿Pero en qué siglo te has creído que estamos?! Tu y yo hicimos un trato, pero ese trato no decía nada sobre mi independencia.

Cierro la boca. Estoy sumamente enfadada. Marcus también respira fuerte intentando contenerse.

-No necesitas trabajar yo puedo darte todo lo que necesitas.

... Ahí va un comentario más estúpido que el anterior.

- Es que lo que yo necesito es trabajar, relacionarme y sentirme útil. No soy una mujer florero, asúmelo.

- Hagamos otro trato entonces - Vuelve a su pose de negocios. Mete las manos en los bolsillos y entrecierra los ojos, pensando su siguiente jugada.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias