Entre Mafias romance Capítulo 25

Mía

Los días pasan tranquilos. Killian no ha vuelto a molestarme y Marcus anda muy liado. Nos vemos para cenar y después vuelve a encerrarse en su despacho hasta tarde.

Cuando me quedo dormida aún no ha venido a la habitación.  Tengo que mantener bajo control la batalla que tiene la parte racional de mi cerebro con la parte irracional.

Una me repite constantemente que no espere nada de él, que no caiga en sus garras si no quiero que vuelva a romperme, pero la otra, la otra es más fuerte... Me grita que no puedo alejarme, quiero verlo a todas horas, quiero que me busque, quiero muchas cosas que últimamente parecen imposibles.

Soy adulta y entiendo que tiene mucho trabajo, pero eso no significa que si realmente quisiera pasar más tiempo conmigo, podría encontrarlo ¿no?

¡Basta, Mía! Deja de pensar en ese hombre y termina de vestirte, últimamente hablo demasiado conmigo misma, no descarto terminar en un psiquiátrico.

Dante me espera en la entrada para llevarme al hospital.

- Buenos días ¿cómo estás? - pregunto entrando en el coche.

- Bien, espero que tenga un buen día.

En cuanto pongo un pie dentro del hospital me siento totalmente distinta. Todos mis problemas, todo lo que tengo en la cabeza y me preocupa desaparece. Solo existe el aquí y el ahora y eso me encanta.

El día pasa tranquilamente, no hemos tenido nada grave, pero siempre dicen que nada es perfecto y me doy cuenta en cuanto  vuelvo de tomarme un café.

En la pequeña habitación de curas hay una muchacha de espalda a mi con el pelo castaño, la reconozco sin necesidad de ver su cara. Temía que algo así sucediera, pero en el fondo sabia que era inevitable.

Me acerco a ella con cuidado, no quiero asustarla.

- Lea ¿cómo estas? - está sentada en la camilla mirando hacia el suelo.

Levanta la cabeza despacio. Tiene los ojos llenos de lágrimas retenidas, su mirada es tan triste que me parte el alma.

- Bien, bien. Soy tan torpe...

Asiento con la cabeza dándole la razón. Es torpe por volver con ese animal, aunque ella cree que asiento por otro motivo.

Recojo el informe para comprobar que tiene y que instrucciones ha dado el médico. Tiene una pequeña fractura en la muñeca. Tendrá que llevar escayola varias semanas. Podría haber sido peor, algún día será peor.

- Lea, escúchame - intento razonar con ella mientras preparo todo lo que voy a necesitar - Puedes cambiar tu vida, no tiene porque ser siempre así.

Se pasa el pelo por detrás de la oreja, nerviosa.

- No se a que te refieres, siempre he sido muy torpe, no es culpa de nadie.

No va a admitir nada a no ser que la ponga al límite. Ni siquiera cuando mi padre quiso matarme se lo conté a mis amigos. Sientes una vergüenza que intentas ocultar a toda costa. Supongo que puedo comprender cómo se siente, aunque sólo en parte.

- No puedes engañarme, Lea. ¿Sabes? Yo podría ayudarte. Tal vez te suene mi cara de la tele.

Me mira sin comprender, pero por lo menos he conseguido que me preste atención.

- ¿De la tele? ¿Eres famosa o algo así?

Coloco su brazo con cuidado y empiezo a trabajar en su muñeca. La envuelvo en una gruesa tira de algodón. Lea se encoge sobre si misma aguantando el dolor. Es una luchadora. No  es débil, ni estúpida como le han hecho creer, es una superviviente.

- Tiré mi coche en unos de los canales de Venecia e hice creer a mi familia que había muerto - Admito sin apartar mis ojos de los suyos. Tiene que comprender el trasfondo - Siempre hay una salida y yo te estoy ofreciendo una. No la rechaces, Lea.

Ya está, lo he dicho.  Si se niega, si no quiere ayuda lo único que podría hacer es pedirle a Dante que le dé una paliza a su marido, pero eso le complicaría las cosas a ella, sería peor.

- ¿Tu? - Salta de la camilla - ¡Claro que sé quién eres! Escuché rumores sobre... Sobre ti...

Está emocionada. Es realmente preciosa cuando se quita la máscara de tristeza que lleva siempre puesta. Le agarro la mano que no tiene lesionada y la aprieto. Me gustaría transmitirle fuerzas, toda la que le hiciera falta para tener el valor de huir ella también.

- Ven conmigo, Lea, por favor - Vuelvo a insistir.

Dante aparca el coche en la entrada igual que siempre, pero antes de que podamos bajarnos escuchamos ruidos de un coche a toda velocidad, resuena el chirrido de ruedas derrapando.

Un coche negro frena justo detrás nuestra. El conductor es el marido de Lea. Ella tiembla como una hoja en su asiento si  atreverse a moverse.

- No salgas del coche - Ordena Dante abriendo su puerta.

Me lo ordena como si fuera a hacerle caso. Abro mi puerta y salgo tras él.

El hombre se baja también. Tiene una pistola en la mano y está claramente fuera de si. Doy un paso atrás. Sería capaz de hacer cualquier cosa en este momento, parece totalmente ido.

- ¡AHÍ ESTAS MALDITA ZORRA! - grita justo antes de disparar hacia el cielo.

Dante saca su pistola y apunta hacia su cabeza si  dudar.

El ruido del disparo ha llamado la atención de todos los hombres del castillo que salen para ver qué ocurre. El primero en aparecer es Marcus. Camina hacia mi con su pistola en la mano también. Me mira de arriba a abajo comprobando que estoy bien.

Lea sale del coche y se queda donde está, justo detrás de Marcus y de todos sus hombres que han abierto una trinchera delante de nosotras. Empiezo a dudar seriamente de que haya sido una idea tan estupenda como pensaba al principio.

- ¿Quién se ha atrevido a venir a mi casa pegando tiros? - Marcus da un paso hacia él.

Se mantiene tranquilo y amenazador, mientras que él marido de Lea esta encorvado y demacrado. No va a terminar bien como siga así.

- ¡ESA ES MI ESPOSA! - grita señalando a la chica que tiembla pegada al coche - ¡ESA GUARRA SE LA HA LLEVADO!

En cuanto termina de hablar Marcus golpea su mandíbula con  el puño cerrado. Choca su espalda contra el coche, pero antes de que pueda reaccionar ya está otra vez encima de él. Mi marido agarra su cuello con una mano y lo levanta, obligándolo a ponerse   completamente erguido.

- Jamás insultes a mi mujer a no ser que quieras morir - Suelta su cuello y  cae al suelo dando grandes bocanadas - Dices que esa chica es tu mujer. Bien, llévatela.

Escucho las últimas palabras de Marcus casi en cámara lenta. El hombre que creía que siempre me apoyaría y que jamás volvería a traicionarme acaba de mandar a la muerte a la mujer que prometí proteger.

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