Marcus
Desde mi despacho escucho el inconfundible sonido de un disparo. Todo el mundo sabe que en mi propiedad está prohibido disparar a no ser que sea un asunto de vida o muerte.
Salgo corriendo hacia la calle. Voy directamente hacia Mía, necesito comprobar que no está herida. En cuanto veo que está bien me fijo en todo lo demás, la chica asustada pegada al coche que lleva una mano escayolada, el hombre con pinta de alcohólico que tiene una pistola en la mano y la mirada culpable de mi querida mujer.
Una vez más ha decidido hacer las cosas por su cuenta. Admiro su valor y su tenacidad, pero cualquier día se va a meter en un problema y me da pánico pensar que cuando llegue ese día, tal vez llegue tarde.
- ¿Quién cojones se ha atrevido a venir a mi casa pegando tiros? - Doy un paso hacia el tipo que ha disparado.
Ahora tiene que rendir cuentas ante mi. No lo sabe todavía, pero va a tener suerte si sale de aquí con vida. Se cree un mafioso con su arrugado traje y esa peste a whisky barato.
- ¡ESA ES MI ESPOSA! - grita señalando a la chica que tiembla pegada al coche - ¡ESA GUARRA SE LA HA LLEVADO!
La clave para estar en el poder es mantenerse frío, pero cuando escucho esas palabras salir de su asquerosa boca no pienso, no veo y no puedo actuar con claridad. Solo pienso en partírsela. Le pego un puñetazo con todas mi fuerzas. Siento su mandíbula crujir bajo mis nudillos y si tengo que ser sincero, disfruto demasiado cuando veo el hilo de sangre que sale de su labio.
Se agacha acurrucado contra el coche como el cobarde de mierda que es. Solo es valiente para pegarle a su mujer. Cuando tiene delante a otro hombre que le planta cara se mea encima. Lo agarro del cuello y lo levanto. Aprieto su traquea impidiendo que pueda meter aire en sus pulmones.
- Jamás insultes a mi mujer a no ser que quieras morir - Suelto su cuello y cae al suelo dando grandes bocanadas - Dices que esa chica es tu mujer. Bien, llévatela.
Me encanta ver cómo cambia su cara de cagado a sorpresa. Debe pensar que ha ganado, que ha podido con Marcus Moretti. Bien, disfruta mientras puedas.
- ¡QUÉ! - grita Mía detrás de mi. No hace falta que me vuelva para saber cómo está ahora mismo. Debe pensar que soy el peor monstruo que hay aquí - ¡NO PUEDES HACER ESO! ¡NO LO HAGAS!
Grita sin parar y escucho como forcejea. Confío plenamente en Dante y se que la retendrá para que no corra ningún peligro.
Sigo ignorandola, como si no fuera importante. Solo existe el hombre que tengo frente a mi y que de momento no se atreve a hacer ningún movimiento.
Unos pasos a mi izquierda llama mi atención. La chica que temblaba de miedo camina hacia nosotros. Es valiente aunque este mierda la tenga destrozada y eso lo valoro. Sigo escuchando a Mía gritar y pelear para soltarse.
Por fin el hombre reacciona y da un paso hacia mi. La chica llega a mi altura, justo cuando está a punto de traspasarme levanto el brazo y le corto el camino. Ella se para en seco sin comprender.
- Perdona, me he expresado mal, he querido decir que te la lleves... Si puedes.
Muevo la corredera hacia atrás y cargo la pistola. Esa es la señal para mis hombres de que esto no es una puta bravuconada. Se carga la pista cuando se está dispuesto a gastar sus balas. Escucho las pistolas cargarse a mi espalda.
El hombre que ahora suda como un cerdo mira a su mujer con tanto odio que dudo que alguna vez la haya querido. Ella no va a salir de aquí. No hay nada más que tengamos que discutir.
- Te arrepentirás de esto - La amenaza - Todos os arrepentireis.
Abre la puerta del conductor y sale dejando una estela de polvo. Una lástima. Me habría encantado acabar con él. Un demonio menos en este mundo.
Mía corre hacia mi. Ahora si me giro hasta quedar frente a ella. Tiene las mejillas llenas de lágrimas. Odio que mis palabras hayan provocado eso, pero no se hacerlo de otra forma. Este es un juego de poder y amenazas y yo siempre gano.
Me cuenta todo lo que ha pasado, es lo mismo que sospechaba. Preparamos algunos hombres más para que protejan el castillo y todo el territorio que lo bordea. No quiero fisuras ni errores.
Dante va a investigarlo para comprobar si es una amenaza real o solo un gallito de pelea que grita más alto de lo que debería.
Después de pasar media tarde estudiando las posiciones nuevas de mis hombres busco a Mía. Últimamente nos vemos poco. Seguimos teniendo problemas de pérdidas de paquetes y no se como cojones conocen donde se van a hacer los intercambios, pero tenemos que averiguarlo y atajar el problema, o al final el problema lo tendremos nosotros, pero después de lo que ha pasado hoy necesito disfrutar un poco más de ella.
La encuentro en la habitación que eligió ella el primer día, la que está pegada a la nuestra. Sabía que haría algo así, no puede evitarlo. Necesita cuidar a los demás, estar cerca por si esa chica la necesita en algún momento. ¿Cómo no me había dado cuenta de cómo era hasta ahora? ¿Realmente el odio hacia su familia me cegó tanto?
Toco suavemente con los nudillos aunque la puerta está abierta. Mía se gira, pero su amiga se asusta. Me quedo donde estoy, no se como actuar en estas situaciones.
- Marcus, hola - Mi esposa llega hasta mi, me coge de la muñeca y me lleva hasta su amiga. Soy como un títere en sus manos y eso me encanta - Ella es Lea, Lea, este es Marcus, mi marido.
Mi marido, resuena en mi cabeza. Estoy sorprendido por su tono. Sin rencor ni rechazo, solo presentándome. Soy oficialmente un calzonazos, menos mal que nadie puede escuchar los pensamientos si no, estaría acabado. Esta mujer podría hacer conmigo lo que quisiera y yo la seguiría hasta el fin del mundo sin dudar.
- Encantada - habla tan bajo que me cuesta escucharla - Siento haberle causado problemas.
- Bueno, aquí siempre hay problemas, pero los solucionamos, tranquila. Si necesitas cualquier cosa pídeselo a Mía.
Decido irme y dejar que las dos hablen, es la mejor terapia para Lea, una amiga que poco a poco consiga quitarle las inseguridades.
Lo que al principio parecía imposible, que Mía volviera a confiar en mi, ahora ya es una realidad. No confía ciegamente, pero algo es algo
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