Entre Mafias romance Capítulo 30

Marcus

Deseo hacerla feliz a toda costa, pero esto no puedo hacerlo por ella, aunque me lo pida con los ojos llenos de lágrimas, aunque después de disparar se me quede grabado a fuego la decepción que he visto en su rostro, es imposible que pueda darle lo que quiere.

Este hombre es un asesino. Ha maltratado a su esposa infinidad de veces, intentó matar a mi propia mujer y tiene unos cuantos cadáveres escondidos en lugares oscuros donde la policía no daría con ellos ni en un millón de años, pero yo no soy la policía y el camino de este hombre ha llegado hasta aquí.

Les doy instrucciones a mis hombres sobre lo que deben hacer con el cuerpo y después salgo para buscar a Mía.

En la entrada están Lea y Dante charlando.

- ¿Habeis visto a Mía? - Pregunto.

Ellos se miran como diciendo... Ya se han peleado otra vez ¿desde cuando Dante se ha tomado estas atribuciones? Nos peleamos mucho porque es cabezota, le cuesta aceptar mi vida, esto es lo que soy y lo que seré, y cuanto antes lo acepte mejor para todos.

- Acaba de subir las escaleras - Lea señala con el dedo el camino que ha seguido mi mujer.

Doy media vuelta y me alejo. Reviso todas y cada una de las habitaciones. No está en ninguna ¿dónde cojones se ha metido? Sigo el camino de las escaleras que suben hasta un pequeño torreón con unas vistas increíbles.

Abro la puerta de madera vieja y ahí está. A su lado está Killian, conversando con ella. Le daré mil palizas si siento que ella no está cómoda o le ha dicho algo que le haga daño.

Me acerco hasta ella y la observo. No veo nada raro, sus ojos brillan con la luz del sol y el verde parece más vivo que nunca, no están enrojecidos ni nada.

Tengo que regañarme por ser tan blandengue ¿ojos rojos? ¿En serio Marcus? ¿Desde cuando te importa que una mujer o un hombre lloren. Sin querer vuelvo a contestarme, la amas.

Garraspeo haciendo ruido y me acerco a ellos.

- ¿Qué haces aquí, Killian?

Es un hombre inteligente y sabe que no debe joderme. La paliza que le dieron hace unos días no es nada en comparación con lo que puede pasarle si vuelve a molestar a Mía.

- Hablaba con tu mujer, al parecer la has disgustado - Contesta divertido.

Mía deja de mirarnos, se da la vuelta y se apoya sobre la vieja piedra. Mira al infinito, a lo lejos.

- Déjanos solos, por favor.

Killian se va sin hacer ruido y por fin podemos hablar con franqueza. Sin la máscara que todo el mundo ve en mi y que cada día odio más.

- ¿Qué quieres, Marcus?

- Quiero que entiendas porque he tenido que matarlo.

Se gira de pronto y me mira con el cejo fruncido. De pronto rompe a reír y se coloca una mano sobre la frente.

- Ese hombre tendría que haber sido detenido, pero no, tu te crees Dios, crees que puedes hacer lo que quieras siempre ¿verdad?

Es una novata en mi mundo o en el de su padre, todavía no tiene ni idea. O comes o te comen. Nadie va a la policía. Nosotros resolvemos nuestros propios problemas porque hemos decidido vivir al margen de la ley, no podemos exigir nada...

- Vale, lo detienen ¿por qué motivo? ¿Correr demasiado con el coche? Mañana estaría fuera - Tienes que comprender que las personas del inframundo son peligrosas y puede costarte la vida - ¿Qué haría después? Te lo voy a decir - Digo con desprecio - Iría a por ti o a por su mujer, tal vez mataría a tu hermano para vengarse de ti o me metería una bala en la cabeza - Esto último lo dudo, el tío era un mierda al que le gustaba asustar a la gente, pero cuando das con alguien peor que tu, no tienes nada que hacer - ¿Sabes a cuantas personas a matado?

Abre los ojos sorprendida por lo que acabo de decirle. Es fácil posicionarse en la parte de la verdad absoluta cuando no tienes ni puta idea de lo que ocurre cuando no miras. Mía no conoce nada de la vida del marido de Lea, y aún así ha decidido que yo era peor monstruo que él.

- Vale, vale, ya lo he entendido.

Parece un gatito con las uñas sacadas, no le gusta que la regañen y a mí me parece de lo más adorable cuando admite que está equivocada.

- ¿Lista? - pregunto mientras la ayudo a abrocharse el cinturón de seguridad.

- ¿Dónde vamos?

Sonrío como única contestación. No le voy a decir nada, pero estoy seguro de que le va a gustar.

Llegamos al centro comercial. Aparco en uno de los aparcamientos libres y rodeo el coche para abrirle la puerta.

- ¿El centro comercial? - Pregunta incrédula - Pero tu lo odias.

Cojo su mano y entrelazo sus dedos con los míos. Camino decidido hacia las puertas de cristal que se abren en cuanto  nos acercamos. Mía me lanza miradas furtivas si comprender.

Nos montamos en el ascensor y bajamos un nivel. Ahora soy yo el que la mira. Y ella me corresponde sorprendida. Ya se ha dado cuenta de cual es mi sorpresa.

La primera vez que vinimos aquí fue por una sorpresa suya. Yo tuve que fingir que me interesaba, no quiero ese falso recuerdo, quiero momentos verdaderos a su lado.

Saco la cartera del bolsillo de mi pantalón y la abro. Saco la fotografía y se la enseño. La mira con tristeza comprendiendo que su realidad era una mentira.

- Cuando creí que habías muerto esta foto se convirtió en lo más importante, Mía.

La coge con cuidado y la mira, después levanta la vista con los ojos húmedos conteniendo las lágrimas.

- ¿La has guardado todo este tiempo?

Miramos el fotomatón en el que entramos hace ya una vida. Otra vida en la que estábamos destinados a ser enemigos, a odiarnos y destruirnos. Donde estaba seguro que iba a ganar una guerra que yo mismo empecé, y esta mujer con su dulzura y amor acabó derrotándome.

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