Entre Mafias romance Capítulo 38

Mía

Marcus coloca sobre mis manos un montón de fichas, cada una vale mil euros. Lo miro como si le hubieran salido verrugas en la cara. Es muchísimo dinero como para tirarlo jugando a un juego que no entiendo.

- Es demasiado dinero - Intento dejar las fichas sobre sus manos pero no me deja.

- Ya no es dinero, son fichas y hay que usarlas.

Arrugo las cejas.

- Pero lo voy a perder.

Sonríe con indulgencia. Le divierte que me importe el dinero. No se lo que tiene, no tengo ni idea de la cantidad exacta ni aproximada, pero sé que tiene que ser muchísimo.

- Si tengo que dar todo mi dinero para verte sonreír lo daría agradecido - Se acerca hasta que sus labios tocan los míos.

Creo que jamás me cansaré del sabor de sus labios, de su tacto o de su ternura. Estamos hechos el uno para el otro, no se vivir lejos de él, ya no.

Es instintivo. Marcus me abre su corazón y a mí se me ilumina la cara, y ya no existe nada ni nadie. Mi padre y mi hermano pasan a un segundo plano, uno en el que no me importan lo más mínimo.

Nos acercamos a una de las mesas. Inmediatamente dos hombres se levantan para dejarnos sitio para nosotros.

Me acerco a Marcus y le susurro al oído para que nadie más pueda oírme.

- ¿Cómo se juega?

Imita mi movimiento. Ahora acerca sus labios a mi oído. La piel se me eriza en cuanto sus labios me rozan.

- El objetivo de este juego es sumar 21 puntos o no pasarse de esta cifra, pero siempre sobrepasando el valor que tiene el crupier para ganar la apuesta - Explica.

Me da una clase rápida de valor de las cartas. Del uno al diez valen su valor, la J,Q,K  valen diez y el As vale uno u once según me convenga a mi.

Me repito una y otra vez los valore de las cartas. No me importa perder, pero hacer el ridículo delante de las personas que conocen a Marcus no está entre mis prioridades.

La noche ha pasado tal y como pensaba, no he ganado ni una vez. Mi marido al parecer sabe jugar a las cartas perfectamente, porque ha conseguido veintiún puntos varias veces. Es más divertido de lo que pensaba, pero sobretodo ha conseguido lo que quería, olvidarme de todo lo demás.

Se me escapa un bostezo. Llevo demasiadas horas despierta y el cansancio comienza a pasarme factura.

- Vámonos a casa. Tienes que dormir.

Vuelve a entrelazar sus dedos con los míos mientras me guía hacia la salida esquivando a todas las personas que siguen apostando. No hay ventanas, ni relojes ni nada que haga que la gente piense que el tiempo pasa. Aquí dentro se para, no existe.

- Muchas gracias. Me lo he pasado muy bien.

Me abre la puerta del coche y me subo. En cuanto arranca y comenzamos la vuelta al castillo los ojos se me empiezan a cerrar. El movimiento rítmico por las imperfecciones de la carretera es como un calmante, aunque lucho por mantenerlos abierto, me es imposible, hasta que finalmente me rindo y dejo de escuchar la música bajita de la radio y a Marcus tarareando.

El chirrido de ruedas me despierta bruscamente.

- ¿Qué ocurre? - Pregunto agarrándome al salpicadero.

Marcus mira por el retrovisor. Hay un coche que nos sigue de cerca, casi lo tenemos pegado.

- Agáchate - Ordena colocando una mano sobre mi cabeza - Vamos, agáchate.

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