Entre Mafias romance Capítulo 46

Mía

Intento mantener un poco la compostura, lo poco que me pueda quedar de orgullo, pero en cuanto salimos a la calle y torcemos la esquina me derrumbo. Volver a tenerlo delante de mí es demasiado.

Quiero meter en mis pulmones más aire del que me dejan. Cada vez respiro más rápido, coloco la mano sobre mi pecho y aprieto intentando que normalice la subida y la bajada descontrolada de oxígeno. Sé lo que es un ataque de ansiedad, durante este año he sufrido muchos, la mayor parte de ellos al principio, pero también pensaba que lo tenía superado.

- Agachate vamos - Tom coloca sus manos sobre mis hombros ayudándome a inclinarme.

Me siento en un bordillo y meto la cabeza entre las piernas.

- Respira despacio, cuenta conmigo como te enseñé, venga Mía.

No puedo dejar de sentir la presión del pecho, es como si un puño aprisionara mis pulmones. Respiro y respiro y respiro, pero el aire no me calma, al contrario, necesito más y más. La vista se me nubla y comienzo a marearme.

- N.. No.. P... Pues... E.. Do.

Tom me deja sola y entra en una pequeña tienda de artesanías frente a nosotros. Dos segundos más tarde sale con una bolsa de papel entre las manos y la coloca sobre mi boca.

- Te vas a desmayar si no te calmas.

Asiento diciéndole que le he comprendido. En el mismo momento que respiro dentro de la bolsa comienzo a calmarme. Parece cosa de magia, pero siempre funciona.

Antes iba a todas partes con una bolsa en el bolsillo trasero del pantalón. Los ataques de ansiedad y de pánico son lo peor. Literalmente crees que te estás muriendo y la sensación es como si te murieras, pero en realidad no te pasa nada grave. Conforme pasaron los meses y me fui encontrando mejor me olvidé de ella y la tiré en algún sitio. No tendría que haberlo hecho.

Mi respiración comienza a acompasarse con los latidos de mi corazón, que poco a poco vuelven a su ritmo normal. Después de lo que parece una eternidad abro los ojos.

- Estoy mejor - susurro dejando salir el aire - Gracias.

Me sujeta del brazo y me ayuda a levantarme.

- Deja que te ayude - Sostiene parte de mi peso para ayudarme a caminar.

Llegamos al coche. Me abre la puerta y me ayuda a sentarme. No puedo creerme que Marcus esté aquí, que todo vuelva a comenzar otra vez. Todo el dolor que he tenido que asimilar, toda la culpabilidad, todo lo que derrumbó mi vida.

Cuando empiezo a notar que vuelvo a acelerar la respiración, enciendo la radio y dejo de pensar, o al menos lo intento.

Llegamos a casa. Tom va directo a la cocina donde están mis medicinas. Yo voy hacia el jardín. Hay una tumbona con una manta preparada. Me tumbo mirando el cielo. Mi amigo me ofrece un vaso de agua y mis pastillas, junto con un tranquilizante. He tomado tantas pastillas de tantos colores que creo que puedo saber para que es cada una con sólo ver el envoltorio.

- Siento el espectáculo que he dado. Ha sido bochornoso - me tapo la cabeza con la manta avergonzada.

Tom me la quita de un tirón y me observa fijamente. No sé si es el mejor psiquiatra o no, pero desde luego es el que mejor me conoce y el que ha sabido sacarme del agujero en el que estaba.

- Nunca te disculpes por mostrar cómo te sientes, Mía Carussi.

- Marcus vive aquí ¿verdad? ¿Qué hago? ¿Hacemos las maletas y nos vamos?

Mi amigo me escucha atentamente mientras doy vuelvas y vueltas. Buscando una solución.

- La pequeña Mía destrozada que conocí huiría, la Mía que decidió mudarse a un sitio desconocido para encauzar su vida se quedaría y se fortalecería, pero tu eliges, como siempre.

Pero tu eliges como siempre, repito en mi cabeza poniéndole un tono raro. Me presiona para que no sea una cobarde. Ya dejé mi vida atrás una vez por él, no puedo volver a hacerlo, sino me pasaré la vida escapando de todas las complicaciones que se me presenten.

- Siempre haces lo mismo, te odio - le pego en el pecho con las dos manos.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias