Entre Mafias romance Capítulo 47

Marcus

Hoy no ha venido a trabajar mi cocinero, me ha llamado para decirme que tiene a su madre enferma y que se iba a tomar el día libre. Perfecto. Me toca improvisar y hacer como que sé hacer los platos de la carta. Menudo coñazo de día me espera.

Aquí todo el mundo es simpático y te trata como si fuerais familia, desde el mismo instante en el que llegué sentí como una parte del peso que llevaba sobre mis hombros se evaporaba. Ya no volvería a ser el Marcus desalmado que fui, podía reinventarme, convertirme en lo que quisiera y así decidí montar mi propio bar.

No es un mundo del que no sepa nada. En Verona dirigía muchos y aunque servían para limpiar dinero, también eran rentables.

Salgo de la cocina. Necesito dejar los fogones durante un rato. No me espero lo que me encuentro. Mía está frente a mi. Un año sin verla y sigue siendo el mismo ángel que dejé atrás.

Sus ojos verdes me miran con la misma sorpresa que los míos, el pelo rojo sigue siendo el mismo fuego que recordaba, está más delgada, pero antes de que pueda acercarme a ella un tío corre a su encuentro y le dice algo que no logro escuchar, al momento se vuelve hacia mi, la abraza y se van.

¿Por qué cojones ese tío está abrazando a mi mujer? Quiero partirle los brazos, quiero meterle una bala en la cabeza para que no vuelva a poner sus manos sobre el cuerpo de Mía.

Respiro profundo. Tengo que calmarme. El Marcus sanguinario ya no existe. No puedo ir matando gente. Tengo que repetirme una y otra vez las mismas frases para no volver a cagarla.

- Marcus, cariño ¿Sabes que le ha pasado a Mía? - Pregunta Mery acercándose a la barra.

Esta mujer es la persona más cotilla del pueblo. Si quiero enterarme de algo, ella es la persona adecuada.

- Creo que se ha empezado a encontrar mal. Oye, dime una cosa ¿quien es esa chica?  ¿Cómo ha venido a parar a este pueblo tan pequeño?

Antes de que empiece a hablar ya le he servido una Coca-Cola para que se la vaya bebiendo mientras habla.

- Es la nueva enfermera. Parece un encanto ¿verdad? Y su novio todo un caballero.

Escuchar la palabra novio me saca de quicio. Yo me aleje de ella porque estar cerca del hombre que le había arruinado la vida le hacía daño, no para que llegara el primer imbécil y se la ligara.

- ¿Viven por aquí? - Pregunto cómo si no me importara mientras limpio la barra.

- Vive en Obbeggio, en la casa esa que se alquilaba, la que tenía la playa privada.

Dejo de mover el trapo. Es mi vecina. Como tenga que ver al desgraciado ese hacerle arrumacos, dejaré mi pacífica nueva vida y dormirá con los tiburones.

Después de terminar el interrogatorio. Estoy deseando cerrar. Desde que llegué aquí he preferido trabajar a pasar tiempo en mi casa, solo y dándole vueltas a la cabeza, pero ahora estoy deseando coger el coche y subir al balcón para ver si encuentro a Mía por algún sitio de su casa. Si, lo se, soy todo un acosador, y lo peor es que me da igual.

Cerca de las dos de la mañana ya no aguanto más.  Me acerco a Perry, mi camarero desde hace un año, confío plenamente en él. Dejo las llaves sobre la barra llamando su atención.

- Cierra tu. Tengo que hacer una cosa.

Coge las llaves sin dudar.

- Si, jefe - contesta solemne.

Es un chaval que rondará los veintipocos, pero se toma muy en serio su trabajo. Ni una sola vez se ha escaqueado para irse con los amigos o ha intentado engañarme. Así que le ofrezco el mismo respeto que él a mi.

Conduzco mi coche a más velocidad de la que debería, pero la cabeza me va a mil. Son demasiadas preguntas. Le dije que lo mejor era que nos tomáramos un tiempo para que ella se recuperase, estando yo fuera de su vida seguro que le ha ido mucho mejor, un año después nos encontramos ¿y ahora qué? Ella tiene una nueva vida, una nueva pareja en su nueva casa.

Aparco en la entrada. Antes de salir del coche miro el mini amarillo que adorna su entrada. Es muy típico de Mía, es un reflejo de su forma de ser.

Entro a casa con paso acelerado. Subo las escaleras y abro con cuidado la puerta de la terraza que hay en mi habitación. Desde aquí se ve el jardín del vecino y parte de su casa.

Mía está dormida en una de las tumbonas. Su novio aparece con una manta y la tapa con cuidado, después le deja un beso en la frente. Le deja un puto beso en la frente a mi mujer. Me da igual el tiempo que haya pasado, los papeles dicen que ella es mía y pienso dejarlo claro la próxima vez que lo vea, y si no lo veo... Lo voy a buscar y le voy... Le voy...

Vuelvo sobre mis pasos y me siento sobre la cama. Tengo que calmarme o volveré a liar las cosas. Dejo que pase un rato hasta volver a asomarme. Mía se levanta adormilada, se coloca la manta sobre los hombros y camina hacia la puerta que conecta con la playa.

Corro escaleras abajo hasta que salgo a mi jardín. Corro procurando no hacer ruido, lo último que quiero que piense es que se me ha ido la cabeza, aunque eso es exactamente lo que ha pasado.

- ¿Cómo estás? - pregunto sobresaltándola.

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