Al escuchar esa voz familiar, la expresión de Jerónimo se transformó en una de total asombro, se levantó tan rápido que la silla detrás de él se volcó.
"¡Carajo!... ¡Belmira!".
¿Cómo era posible?
"¡¿Te hiciste cirugía plástica?!". Jerónimo quedó boquiabierto.
Pero eso tampoco tenía sentido, hacía unos días cuando la había visto, ella tenía el mismo aspecto de siempre.
Belmira estaba tan enfadada que estaba a punto de explotar, "¡Tú te hiciste cirugía! ¡Yo siempre he sido así! Además, ¡dime dónde he engordado!".
La usual expresión indiferente y perezosa de Lorenzo se vio momentáneamente desplazada por una leve confusión.
En los ojos de la chica parecían arder dos llamas, una vivacidad y pasión que hacía tiempo no se veían.
Mientras Belmira estaba enfurecida, sintió una mano fría posarse lentamente en la cima de su cabeza, la acarició suavemente como si calmara a un animalito erizado.
Al mismo tiempo, una voz melodiosa se derramó en su oído: "No estás gorda".
Belmira se quedó perpleja por un momento, miró a Lorenzo con sorpresa.
¿Estaba loca? Por un momento pensó que Lorenzo... era tierno...
Luego de recobrar el sentido, Belmira murmuró con cierta vergüenza, "Yo... yo no estoy gorda ahora...".
Lorenzo: "Y antes tampoco".
Jerónimo intervino con una seriedad forzada, "Lorenzo, por favor, toca tu corazón y repite eso".
Belmira apretó los dientes de ira.
La mirada de Lorenzo pasó lentamente hacia Jerónimo, "Ese terreno del este de la ciudad, ya se lo di a Luciano Suárez".
Jerónimo se quedó con la boca abierta, "¿Qué? ¡No puedes ser cierto, Lorenzo! ¿No habías acordado dármelo a mí? ¿Ya se lo habías dado a Luciano o decidiste dárselo en el último segundo?".
Lorenzo: "Justo ahora".
Jerónimo: "¡...!".
¡Maldición! ¿Todo porque acababa de decir que Belmira estaba gorda?
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