En la penumbra, Víctor exclamó: "¡¿Qué?!".
¡Peonías!
¡No podía ser cierto! ¿Esta mujer estaba anormal ese día o qué? ¿Acaso alguien le había echado una maldición?
¡Se atrevió a comparar al amo con una peonía!
A pesar de que la belleza de su rostro era indiscutible, al punto de que incluso un hombre como él se sentía tentado, aquellos que lo conocían realmente sabían cuán cruel podía ser su naturaleza.
Víctor echó un vistazo cauteloso a su amo, pero por desgracia no pudo descifrar ninguna emoción en aquellos oscuros y profundos ojos.
¿Estaba enojado el amo o no?
En ese momento, Nico miró a la muchacha frente a él que tenía un rostro desagradable y dijo palabras aún peores, y perdió la última pizca de paciencia, "Bien... ¡bien! Ya que estás tan cegada, ¡no me culpes por no haberte advertido cuando te arrepientas! Belmira, ¡he hecho todo lo que he podido por ti!".
Belmira observó la figura de Nico alejarse y parecía algo confundida.
En su vida anterior, en este punto, habría enfrentado la furia descomunal de Lorenzo. Pero esta vez, había logrado cambiar el curso de su vida. Nico se fue, y Lorenzo...
Esa presencia familiar había desaparecido sin saber cuándo.
¿Había superado esa prueba?
Dado el carácter impredecible de Lorenzo, Belmira no podía bajar la guardia. Después de calmar sus emociones, se dirigió hacia el interior de la casa.
Al instante de entrar a la sala de estar, esa familiar presencia se infiltró en cada poro de su piel.
"Ven aquí".
Desde el sofá, la mirada turbia y oscura del hombre se desplegó como una red y se extendió hacia ella.
Belmira se quedó paralizada en su lugar, como si hubiera echado raíces.
A pesar de haber renacido, el temor que sentía hacia ese hombre, que estaba grabado en sus huesos, no había cambiado.
Pero si quería cambiar su destino, tendría que superar ese miedo.
Belmira se pellizcó la palma de la mano para mantenerse lúcida y lentamente se acercó al hombre.
Belmira no se atrevió a hacer ruido, hasta que después de media hora Lorenzo no mostró señales de movimiento, se atrevió a llamarlo, "Lorenzo...".
El hombre no mostró ninguna reacción.
¡Realmente estaba dormido!
Víctor no se había ido por preocupación, observó la escena desde la puerta con los ojos muy abiertos, como si hubiera presenciado algo increíble.
Belmira también estaba sorprendida.
Ella recordaba claramente que Lorenzo sufría de un grave trastorno del sueño, y debido a su resistencia a los medicamentos, pocos surtían efecto en él, necesitaba de un psicólogo profesional para hipnotizarlo y conciliar el sueño.
Lo peor era que la fuerza mental de ese hombre era anormalmente poderosa, y sus defensas psicológicas muy fuertes, lo que hacía difícil hipnotizarlo. En momentos en que su estado de ánimo era malo, la hipnosis era completamente inútil.
La familia Salazar había consultado a innumerables médicos sin encontrar una solución, y habían dicho que si la situación no mejoraba, él no viviría más allá de los treinta años.
En su vida pasada, la mayor esperanza de Belmira era sobrevivir hasta que Lorenzo cumpliera treinta años.
Sólo que nunca imaginó que moriría antes que Lorenzo...
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