Definitivamente, eso estaba mal, si a alguien se le ocurría elaborar un manual de lo que no se debe hacer con un paciente, seguro tomaría su rutina del día anterior y de ese como ejemplo, pero eso no le importó, se dejó llevar por el beso, hasta que ambos sintieron que el aire les faltaba.
—Esto está muy mal Sandro ¿Qué haces? —inquirió ella.
Y él se lo tomó de chiste.
—No me digas, ¿Acaso no sabes lo que es un beso? ¿Mi hermano no te ha dado uno?
Carlotta en ese momento debió aclararle de una vez por todas que no tenía ninguna relación con Mike, sin embargo, se abstuvo de hacerlo, porque deseaba poner distancia entre ellos.
—Claro que me han besado, me refiero es que esto no está bien… yo soy tu fisioterapeuta… esto no es ético… —no pudo seguir hablando porque Sandro la interrumpió.
—¿Y es ético que me pongas a pasar hambre, sed, y me dejes tirado en el piso como una basur4? Una pregunta ¿Naciste siniestra o te hiciste?
—No soy siniestra, soy un amor de persona —protestó ella.
—Sí, tanto como el Loris perezoso, con una tierna mirada y de simpática expresión, resulta venenoso… se unta esas secreciones por su cuerpo, lo combina con saliva y al morderte con sus afilados dientes te envenena, produciéndote una reacción mortal.
—¡Qué buena impresión tienes de mí! Mejor vamos a ayudarte a levantarte para que te vayas a bañar.
Lo ayudó a alzarlo y lo sentó en el sofá a un lado de la cama.
—Me quiero bañar antes de comer, debes ayudarme —pidió llevando una mano a su rostro y acariciándola con el dorso.
—Llamaré a la persona que te ayuda… —pronunció la chica alejándose de su toque.
—No, quiero que me ayudes tú.
—No puedo, eso no está en mis funciones y… —comenzó a protestar ella.
—Carlotta, ya no hablemos de lo debido, porque desde que entraste por esa puerta, cuando decidiste tirarme el objeto con el cual te herí, empezaste a hacer lo no debido… además, ¿Qué pasaría si yo te denuncio y digo que las técnicas que usas no son nada éticas? Puedo ir a los medios y decir que… —Carlotta lo interrumpió.
—¿Me estás chantajeando? —inquirió con un semblante de molestia.
—No, solo es una negociación —la vio arrugar el semblante y agregó—. No deberías enfadarte, soy un buen alumno, aprendo muy rápido de tus métodos indebidos —declaró con una media sonrisa.
Carlotta lo miró con los ojos entrecerrados, sin decir nada, buscó la silla de ruedas, lo ayudó a sentarse y lo guió hasta llegar hasta el baño, lo primero que vio fue la cantidad de espejos, aunque lo que más la sorprendió fue ver que el baño estaba habilitado para personas con discapacidad.
Tenía un lavabo adaptado, ajustable a la altura, asideros y barras para el baño para ayudar a moverse, un asiento giratorio para una ducha segura y cómoda, alusivos a los coches de carrera y todo lo necesario para que el hombre pudiera desenvolverse.
—Veo que estoy metida en problemas, eres el consentido de tu mamá, mira todos los juguetes que tienes aquí —pronunció en broma—. Y además, alegórico a las carreras ¿Qué más puedes pedir?
Lamentablemente, Sandro debido a su condición era muy voluble y cambiaba de un estado de ánimo a otro en cuestión de segundos.
—¿En serio me estás preguntando qué más puedo pedir? ¡Caminar! Odio todo esto, no sé usar nada de esa mierd4 y no quiero hacerlo, porque aprender a usar eso significa que me estoy resignando a vivir esta vida y no es cierto… no quiero vivir así, tampoco a acostumbrarme a ser un medio hombre… y a qué nunca más volveré a estar rodeado de mis amigos y la gente que me importa.
—Eso ni siquiera lo digas en broma, me costó mucho convencer a mi mamá que todo lo estabas haciendo por el bien de su cachorrito, si te escucha diciendo esas cosas, vas a tener a la policía en pocos segundos aquí, sacándote esposada. Incluso debí acogerme a nuestra hermosa relación de pareja.
Carlotta lo miró con los ojos abiertos de par en par y luego agregó.
—Creo que no sería bueno seguir alimentando ese rumor, porque creará más confusión y… —el hombre no la dejó, continuar.
—Créeme, es lo único que te mantiene todavía en esta casa, y así no sea de tu agrado, deberías aguantarte un poco más y en su lugar, fortalecer ese argumento aceptándome una invitación a cenar esta noche… además, debo informarte de la loca de tu amiga, es tan… tan molesta —vio el rostro molesto de Carlotta—. No me mires de esta manera, quiere verte, porque te ha llamado y el celular tuyo le aparece apagado, por más que le dije que se te dañó, no me cree, piensa que soy un asesino en serie que te privó de tu hermosa vida… ahora la loca esa amenaza con llevar a la prensa a mi local si no me conecto con ella ante tu presencia, a más tardar a las nueve de la noche ¿Ella quien se cree para hacerme esto? Está actuando como una matona… es irritante y…
Ella se le acercó y le susurró al oído.
—Si vuelves a meterte con mi amiga, me va a importar un carajo, tu contrato y todo lo que tenga que ver con los Hamilton y mandaré todo esto a la mismísima mierd4 —espetó apretando los dientes con molestia.
—No vas a ir a parar a la mismísima mierd4 cariño, sino a la cárcel… ya no está en la mesa la opción de reparación de daños —le respondió también al mismo tiempo que acercaba su boca a sus oídos.
Cualquiera que los observara, pensaría que era un intercambio de coquetería entre una pareja de enamorados, tal y como le pasó a Sandro, quien los observó a través del reflejo del espejo, no sabía por qué, pero le molestaba que su hermano se acercara a ella, y la hiciera sonreír, por eso en un ataque de rabia e histeria, tomó la afeitadora que tenía a un lado y la tiró al espejo del frente fraccionándolo en muchos pedazos, enseguida la pareja salió corriendo para ver lo que sucedió, y lo encontró molesto.
—Aquí no se te paga para estar coqueteando con mi hermano en horas laborales… te han contratado para atenderme a mí, no a él —espetó Sandro bastante fuera de sí, al mismo tiempo que tanto Carlotta como Mike observaban como el agua de la bañera comenzaba a teñirse de rojo.
«Cada palabra tiene consecuencias, cada silencio también». Jean Paul Sartre.
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