Esposa bajo contrato romance Capítulo 9

Capítulo 8. ¡Me gustó!

Sandro se quedó con el cuchillo en la mano, al mismo tiempo que numerosas preguntas surgían en su cabeza.

«¿Realmente me hubiera gustado morir en ese accidente? Creía que sí, más ahora no estoy tan seguro», se dijo sin dejar de pensar en la ojisazules, se sonrió al recordarla, mientras negaba con la cabeza.

—¡Esa mujer no es normal! ¡Está loca! ¿Y si yo en verdad tuvieses instintos suicidad y ella me dice como debo hacerlo? —pronunció en voz alta, pese a ello, no sabía si reír, llorar o maldecir.

Espero ansioso, a qué Carlotta apareciera a los diez minutos, como dijo, viendo cómo transcurrían los minutos en el reloj de pared frente a su cama y, sin embargo, ella no apareció, en el tiempo que dijo, ni tampoco momentos después.

—¿Acaso la muy tonta se olvidó de mí? Seguro se fue con Mike y me dejó —pronunció en voz alta con tristeza.

Esperó tanto tiempo, que terminó quedándose dormido, últimamente desde el accidente en eso se iba la vida, no tenía nada más que hacer, y ese era su mayor temor, ver correr sus días, viviendo, aunque sin vivir.

Al despertar pasaba de la una de la tarde, y nadie se había aparecido, tomó la campana y se cansó de golpearla, contra la cama, contra la mesita de noche, con su misma mano, pero nadie apareció, comenzó a gritar desesperado.

—¡Carlotta¡ ¡Carlotta! ¡M4ldita seas mujer! ¡Aparécete! ¡¿Qué carajos te hiciste?! —gritaba con todas sus fuerzas, más era en vano, no recibía ayuda de nadie,

Se golpeó la cabeza una y otra vez, con su mano enfurecido. Volvió a tomar la campanilla y cómo su esfuerzo fue en vano, la tiró al otro extremo de la habitación, haciéndola estrellar en la pared.

—¡Mamá! ¡Mamá! Por favor —gritaba con impotente.

Intentó levantarse, sin embargo, terminó de bruces en el suelo y como si su tormento no fuera suficiente, necesitaba ir al baño.

—¡Mamá! ¡Carlotta! Necesito orinar ¡Ayuda!

Al final, como fue ignorado, tomó unos de los envases que tenía para ello y orinó allí, para después dejarlo a un lado.

—¡Esa criatura del Inframundo! ¡Enana siniestra! ¡Me las vas a pagar!

Volvió a llamar a su madre, aunque ella no apareció, ninguna de las dos y se quedó acostado en el suelo, con frío, hambre, sed, y sobre todo unas ganas inmensas de ponerle las manos en el cuello a Carlotta y apretárselo.

—Me vas a pagar este tormento, mujer ¡Juro que lo harás!

El resto de tiempo fue una intermitencia de sueño y ratos despierto y lo único común era Carlotta y la chispa que le producía recordarla.

*****

A pesar de haber salido de la habitación, ella se mantuvo en un sofá en el pasillo, pendiente de lo que sucedía en el interior de la habitación de Sandro, escuchaba como movía la campana con desesperación, sin dejar de llamar.

Lo escuchó llamarla, el tono de su voz era desesperada, por un momento quiso ir donde él, pero luego, recordó el golpe en su frente, las bandejas de comida tiradas en el piso y se dio cuenta, que eso era justo y necesario.

Nunca le había hecho eso a ningún paciente, es más, con esos métodos quizás su licencia estaría revocada hace mucho, lamentablemente, esa era la única opción, él debía aprender a dejar de ser un niño malcriado y a darle nuevas esperanzas, era joven, tenía toda la vida por delante, además, la movía el afecto y admiración que sin haberse conocido o eso creía ella su padre sentía por Sandro Hamilton.

En ese instante, apareció la madre de Sandro, su rostro estaba bañado en lágrimas y traía una bandeja de comida en la mano.

—No sé qué diablos quieres demostrar, ¡No me importa! lo que sí me importa es que no sigas maltratando a mi hijo… no tienes ni un día aquí y ya lo estás sometiendo a un trato cruel… te complace escucharlo así, sollozar y suplicar… a ti no te duele, a mí sí, porque es mi hijo, sangre de mi sangre. Y así no quieras, yo lo voy a alimentar y a partir de este instante date por despedida.

—Señora, entienda que es necesario, esto tiene como finalidad que Sandro se de cuenta… —Carlotta no pudo continuar, porque la madre del hombre la empezó a atacarla verbalmente.

—No puedo, si me voy tu mamá lo alimentará y habrá perdido el efecto.

—Te buscaré una cobija para que entonces montes guardia aquí —se sonrió y salió a buscarle lo pedido, minutos después estaban ambos allí.

Prácticamente, allí acampó en la puerta, para su alivio, no lo hizo sola, porque Mike lo hizo con ella, conversaron por un tiempo, él sobre sus negocios y ella de sus años de la universidad y su amistad con Katy.

—No sé cómo puedes ser amiga, de esa ne…—antes de pronunciar las palabras ella lo interrumpió sería.

—Con ella no te metas, esa mujer es la hermana que me dio la vida y no le permito a nadie minimizarla, por estupideces que no importan —habló molesta.

Después de ese incidente la conversación se enfrió, sin embargo, al amanecer ella lo dejó cuidando la puerta, entretanto se duchaba y pedía preparar la comida de Sandro y luego, regresaba a la cocina a preparar su propia comida.

Repitió la rutina del día anterior, y entró a la habitación, aunque está vez lo hizo con las dos bandejas. Miró hacia la cama y como no lo vio, las colocó en la mesa corriendo y corrió asustada, sobre todo al verlo tirado en posición fetal en el piso.

Su corazón saltó en su pecho y el miedo inundó su interior.

—¡Oh por Dios Sandro! —exclamó acercándose, lo tocó, lo sintió frío, se dio cuenta de que la respiración era lenta.

De inmediato, comenzó a darle respiración boca a boca, no obstante, un par de segundos después se dio cuenta que cayó en una trampa, al sentir la mano de él en la nuca, sosteniéndola con fuerza, mientras la besaba.

Carlotta se quedó pasmada sin protestar, ni siquiera moverse porque al diablo con todo «¡Me gustó! Más de lo que creí y lo estaba disfrutando».

«Me da miedo lo mucho que me gusta... Y lo fácil que es perderme en ti». "El circo de la noche" (2011), Erin Morgenstern.

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