Sandro estaba extasiado con esos labios, los succionaba y devoraba con una apremiante pasión, eran como el oasis en pleno desierto, como la estrella polar que usan los marineros para orientarse; no podía negarlo, estaba enloquecido por esa mujer, su delicioso sabor era más embriagante a cualquier vino exquisito que hubiera probado.
Escucharon unos pasos y ella se apartó con rapidez, al mismo tiempo que Sandro la sostenía por el brazo, negándose a dejarla ir.
—Esto demuestra que no estás enamorada de Mike, porque si lo estuvieses me habrías rechazado y no lo hiciste, participaste de manera activa en el beso, no te vi protestar —expuso con firmeza.
—¿Quién te dijo que estoy enamorada de Mike? Vamos a aclarar varios puntos, primero, no estoy enamorada de Mike… —afirmó Carlotta, más antes de poder poder aclarar y terminar de decir la verdad, apareció la señora Hamilton, mirando que aún ellos seguían tomados de las manos.
Por otra parte, las respiraciones de los chicos estaban muy agitadas, y los labios de la joven se veían bastante voluptuosos.
La señora se quedó observándolos, su mirada iba de uno a otro, sin poder evitar las sospechas, sin embargo, no dijo nada porque temía molestar a Sandro y se veía tan feliz, su semblante era más jovial y sonreía más después del accidente. No obstante, tenía la firme determinación de reclamarle luego de que saliera Carlotta y después lo haría aparte con la chica.
«Quizás si hablo con ella pueda hacerla reflexionar, no puedo dejar que esa chica juegue con mis dos hijos; tal vez, no pueda espantarla, nunca vi a Sandro tan risueño, ni siquiera cuando estaba con su antigua novia» se dijo con preocupación, porque lo último que quería era la disputa de sus hijos por una mujer.
—¿Qué estaban haciendo?
Carlotta se levantó de la cama de inmediato, lo que hizo creer a la señora que estaba tratando de esconder su actitud frente a ella.
—Estábamos comiendo y le robé un sándwich muy sabroso, ella quería quitármelo y no la dejé —pronunció con sinceridad.
—Con permiso, llevaré las bandejas —indicó la chica porque necesitaba calmarse, ese beso había sido demasiado arrebatador, y no se explicaba como si se supone que el niño no se excitaba, pudiera emanar de su humanidad tan arrolladora pasión.
—Sabes, no es necesario que las lleves, puedes llamar a una de las chicas de servicio para que se encarguen —señaló Shana, sin dejar de observarla.
—No se preocupe, no tengo ningún problema en hacerlo —expuso, ansiosa por poner distancia entre esa habitación y ella o por lo menos por los momentos, porque el ambiente era tan tenso que podría cortarse con un cuchillo.
Cuando salió dejó a madre e hijo solos, la mujer vio a Sandro como si estuviera escudriñando en su mente para extraer todos los secretos que guardaba, el joven se sintió un poco incómodo.
—¿Por qué me miras así mamá? —él suspiró y se respondió el mismo —¿Vas a sermonearme?
—Sabes que lo haré… no te ilusiones con esa chica, no es para ti Sandro… es la novia de tu hermano, ¿Desde cuándo no respetas eso? Antes no debía estar mortificándome por esos motivos ¿Qué cambio? —inquirió su madre mezcla de molestia y preocupación.
—¿En serio me estás haciendo esa preguntas? ¿Acaso no ves que soy un inútil, un medio hombre que no volverá a caminar nunca más? —expuso irritado.
—O sea, ¿Te besuqueas a la novia de tu hermano porque no puedes caminar? ¡Esto es sorprendente! —exclamó la madre con sarcasmo.
—¡Deja el sarcasmo, mamá! No te va bien.
—Ella Debería ser como una hermana para ti, como si fuese un hombre, no debería producirte ni siquiera un mal pensamiento —recriminó su madre.
*****
Entretanto, la señora Hamilton, cómo no logró convencer a su hijo, supo que la mejor opción era enfrentar a Carlotta, caminó hasta la cocina donde ella estaba dejando la bandeja y la detuvo.
—¿Qué estás buscando? ¿Qué pretendes al jugar con mis dos hijos? ¿Qué clase de mujer decente hace eso? Si es que se te puede llamar así, porque tus hechos hablan por si solos. ¿Tu madre no te enseñó como debes comportarte? —interrogó furiosa.
—Señora, se está extralimitando, le agradezco que se abstenga de proferir insultos contra mi madre, porque usted no la conoce para que se exprese de ella de esa manera, yo no me lo estoy metiendo por los ojos a ninguno de sus hijos, fue Sandro quien me besó, no yo a él —se defendió la chica.
—Ahora pretendes culpar a mi hijo, cuando seguramente fuiste tú quien lo provocó —enfatizó la señora.
—¿Lo provoqué? veo que tiene usted una concepción machista, primero, ninguna mujer provoca a un hombre, ni que fuera un niño que no puede controlar sus emociones, segundo,. no tengo ninguna relación con ninguno de sus hijos —expresó con firmeza.
—Eso es lo que inventas ahora para tratar de justificarte, creo que lo mejor será que te vayas de mi casa, no quiero que sigas tratando a mi hijo —mencionó la mujer con seriedad.
—Si es su deseo lo haré, pero antes necesito terminar la primera fase del tratamiento con Sandro y luego de eso me iré de su casa.
«A veces los desafíos más oscuros, las lecciones más difíciles, tienen las mayores joyas de luz». Barbara Marciniak.
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