Esposa falsa de Simón romance Capítulo 1009

Xenia no pudo evitar echarle una mirada de reojo y añadió tras pensarlo un momento, -Yo le dijo que se fuera hoy y no hiciera el traspaso, así que ahora hay muchas cosas sobre la empresa.

-Ya veo -Simón volvió a responder-. Tómate tu tiempo con el trabajo. No te canses demasiado. Y no olvides que ahora estás embarazada.

Xenia finalmente no pudo evitar preguntarle, -¿No me preguntas por qué lo dejó? ¿Y por qué la dejé ir?

No respondió a su pregunta. Pero cuando el semáforo se puso en rojo más adelante, el coche se detuvo y Simón se inclinó repentinamente hacia ella.

La besó.

Xenia lo empujó inconscientemente, tratando de detenerlo.

Claramente, ella perdió.

-No lo quiero preguntar porque afectará la interacción emocional.

La luz roja había cambiado de color.

Simón siguió conduciendo con una expresión tranquila. Era tan tranquilo como si no hubiera pasado nada.

Xenia, en cambio, se había puesto roja. Porque cuando él se había inclinado para besarla, la ventanilla había quedado abierta y ella había visto a la persona del coche de enfrente presenciar el beso.

¡Qué vergüenza!

Xenia levantó la mano y tocó sus ardientes mejillas, relamiéndose los labios con frustración -No es esto la interacción emocional, ¿verdad?

Sin esperar la respuesta de Simón, Xenia dijo disgustada, -¿Qué interacción es esa? Es claramente una excusa para que te aproveches de mí.

-¿Aprovechar? -Simón entrecerró ligeramente los ojos y la miró sonriendo-. ¿No eres tú quien se diviertes? No me estoy aprovechando de ti.

-¡Simón Freixa!

-Sí.

-¡Cállate!

Ella gritó en su mente, “¡No me divierto!”

“¡Soy inocente! ¿Cómo es posible que me estoy divirtiendo? ¡Mentira!”

En cuanto se enfadó, la cara de Xenia volvió a enrojecer. Simón, el cabrón, que siempre la culpaba cada vez que intentaba aprovecharse de ella.

La arrastraba sobre su regazo y la besaba sin decirle nada, y luego la acusaba de seducirlo.

¿Y dijo que estaba disfrutando? ¿Cómo era posible?

Simón miró de reojo y vio a su mujer enfadada. Quiso bromear con ella, pero no esperaba que se emocionara tanto. Al pensar que estaba embarazada, Simón dijo.

-Vale, entonces me aprovecharé de ti esta vez. Yo quiero besarte, ¿vale?

Xenia respondió enfadada, -¡Siempre ha sido así!

Simón no la molestó más, la llevó a un restaurante y reservó un pequeño palco para los dos. Después de pedir, Simón la tomó en su regazo.

-¿Qué quieres hacer esta vez? -Xenia lo apartó con la vigilancia extrema, pero la fuerza de Simón era tan grande que no pudo escapar.

La mirada seductora del hombre hizo que se pusiera nerviosa y sus ojos se abrieron abiertos, -¿No estás pensando en hacer lo mismo aquí?

Luego, la besó Simón. Los dos acababan de llegar del exterior, y el aire acondicionado estaba funcionando en el palco, por lo que la temperatura estaba bastante alta. Pero los dos aún no se habían adaptado a la temperatura de aquí.

Así que cuando sus labios se acercaron. Se sintieron frío.

Habría peligro si no arruinaba el ambiente. No podía tener sexo con él ahora, así que ¿no se lo pondría más difícil entonces?

Así que al final Xenia eligió el asiento más alejado de Simón y le dijo con cara seria, -No puedes besarme sin mi permiso en el futuro.

Simón no sabía qué decir.

Entrecerró los ojos y miró fijamente a la mujer que había elegido deliberadamente el asiento más alejado. Soltó una carcajada, -¿Qué significa eso?

Xenia no le dio ninguna explicación, sino que dijo, -De todos modos, ya he dicho si la próxima vez me besas sin mi permiso, ¡empezaré una guerra contigo!

En los últimos días en casa, ella y Simón se habían visto muy poco por cuestiones de trabajo. Y si no era para cenar juntos, los dos apenas tenían ocasión de cruzar unas palabras.

Simón la miró cuando ella hablaba seriamente. Las yemas de sus dedos golpeando el escritorio y sonriendo, estaba a punto a reclamar para sí mismo, pero pensó.

“Jaja, ella puede decirlo, pero no tengo que escuchar, ¿no?”

“En cuanto a la guerra, entre marido y mujer, es casi imposible.”

Una vez decidido, Simón no volvió a discutir con ella.

La comida no tardó en servirse y, mientras comían, a Xenia se le ocurrió de repente algo, -¿Cuándo te librarás de tu compañía?

Simón la miró, -Pronto, en una semana.

-Bien, entonces intentaré terminar las cosas en la empresa también esta semana.

-¿Y luego qué?

-Luego iremos a la vieja mansión de la familia Freixa.

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