Cuando Xenia salió, Simón seguía esperando en la puerta.
Ella frunció el ceño antes de caminar hacia su cama de hospital, vio que su teléfono estaba colocado sobre la mesa y lo cogió para mirarlo antes de darse cuenta de que su móvil había sido desbloqueado.
Se volvió hacia el culpable que la había seguido, -¿Tú hiciste eso?-
Simón sabía naturalmente a qué ella se refería y no iba a contestar, sólo dio un paso adelante y cogió el teléfono en la mano de ella, -¿Tienes hambre? He mandado que preparan comida, tú...-
-¡Simón! ¿Has mirado mi teléfono? ¿Y descifrado mi contraseña? ¿No sabes que esto es inmoral por tu parte? ¿Por qué haces eso? Puedo demandarte, ¿lo creen o no?-
Xenia lo apartó con fuerza, arrebató el teléfono en el proceso, y luego retrocedió varios pasos con la espalda apoyada en la parte superior de la fría pared para mirar a Simón.
-¿Demandarme?-
Su mirada resistente hizo que Simón frunciera el ceño de forma desagradable, y tras un momento se rio burlonamente, -Te he cuidado toda la noche, ¿y todo lo que obtengo a cambio es esto? ¿Tienes corazón duro?-
Xenia no dijo nada, todavía le miraba fijamente.
Simón se rio, -¿Cómo puedo enviarle un mensaje a Naomí para que te traiga comida sin descifrar la contraseña de tu teléfono? ¿O soy el tipo de persona que está en tu mente y que sólo quiere husmear en los secretos de tu teléfono? No soy tan malo como eso.-
Xenia no respondió, pero algo le tocó el corazón.
Ella se enojó por que Simón había descifrado la contraseña de su teléfono, por lo que no pensó tanto en ello ese momento, y dijo algo malo sin consideración, pero ahora escuchó que se lo había dicho Simón, se sintió al instante que ella misma era irrazonable
Pero pensó que no se equivocaba al enfadarse porque Simón, que estaba casado, la había seguido hasta su sala para pasar una noche con ella.
Aunque a él no le importara, Xenia no podría aceptarlo en su corazón.
Con eso en mente, no dijo otra palabra, sino que llamó directamente a Naomí.
-¿Xenia?-
-Ven a buscarme al hospital y luego a la salida del hospital y de paso tráeme una muda de ropa.-
Naomí oyó el enfado en su voz, y sin hacer más preguntas, accedió de inmediato, -De acuerdo, ahora mismo voy.-
Después de colgar el teléfono, Xenia se dirigió directamente a la puerta detrás de Simón, decidió arreglar los trámites de alta antes de que llegara Naomí.
No esperaba que, Simón le alcanzara justo al ella llegar a la puerta, arrugando el ceño y preguntando, -¿A dónde vas?-
Xenia no le contestó, sino que siguió avanzando a zancadas.
Simón soltó una risa fría y continuó, -Aunque tengas prisa por irte, deberías ponerte los zapatos antes de irte, ¿no?-
Al oír estas palabras, los pasos de Xenia se detuvieron y miró hacia abajo para darse cuenta de que no llevaba zapatos y de que estaba descalza en el suelo.
En el momento de que se congeló, todo su cuerpo había sido levantado de repente y Simón la llevaba con abrazos hacia atrás, Xenia se congeló por un momento antes de reaccionar inmediatamente, -¡Suéltame!-
Simón no contestó con cara sin expresión, y tras llevarla a la cama del hospital y acostarla, le trayó sus zapatos.
-Ponte los zapatos.-
Xenia se mordió el labio inferior y le miró con odio, pensando que este cabrón era realmente molesto.
Ella le miraba fijamente, pero esa única mirada a Simón hizo que su corazón lo amara y lo odiara al mismo tiempo.
Simón no se contuvo, empujó sus hombros y la inmovilizó contra la cama del hospital.
-¿Por qué me miras así? ¿No te ha dicho nadie que los hombres se vuelven locos con la mirada que les echas?-
No la besó, pero estaba extremadamente cerca de ella, con su aliento escupiendo en su cara. La ambigua distancia no hizo que Xenia se sonrojara sino que se elevara cada vez más con la sensación de vergüenza.
Xenia cerró los ojos y sus pálidos labios temblaron ligeramente.
-Simón.-
Ella fue a arreglar la alta del hospital, ignorando lo que dijera el médico, y después no volvió a su habitación, sino que se sentó tranquilamente en una silla del pasillo a esperar la llegada de Naomí.
Naomí no la decepcionó, que llegó muy rápido.
Al verla sentada en una silla en el pasillo, hubo cierta confusión, -Xenia, ¿qué haces aquí? ¿No se supone que estás en la sala?-
Xenia se levantó y tomó la bolsa en la mano y la miró que era ropa limpia, y se volvió hacia la sala.
Naomí la siguió hasta la sala.
La sala estaba vacía y hacía tiempo que había desaparecido la presencia de Simón.
-¿Dónde está Simón?- preguntó Naomí sorprendida cuando entró.
-Probablemente ya se haya ido.- Xenia respondió, y luego entró en el baño para cambiarse.
Cuando salió, Naomí ya había colocado toda la comida que había traído, y como ya había cuidado de Xenia antes, Naomí sabía lo que debía comer cuando Xenia tenía un malestar estomacal.
-Ven a desayunar.-
Naomí la llamó y Xenia se acercó y se sentó, viendo toda la comida en la mesa pero sin tener mucho apetito por alguna razón.
Sin embargo, siempre llegaba la hora de comer, y se acercó a su cuenco para coger los palillos.
-Todos los de aquí son míos, no puedes comerlos.- Naomí colocó lo que le habían dado de comer, y Xenia sólo miró y vio tantas cosas fritas, se quedó callada un momento y dijo, -Lo haces a propósito, ¿no? Comes deliberadamente estas barbacoas y cosas delante de mí cada vez cuando tengo la enfermedad de estómago y sólo puedo comer estos ligeros.-
Naomí tenía una expresión de cierta suficiencia en su rostro mientras cogía una bola de ravioles fritos y se la metía en la boca, haciendo un sonido deliberado mientras la comía. -Vaya, huele tan bien y tan delicioso, este restaurante es nuevo, parece que tendré que frecuentarlo más a menudo en el futuro.-
Xenia se quedó sin palabras.
-Envidia, ¿no? Pobrecita con constantes problemas estomacales, ¿ahora sabes lo miserable que eres? ¿Vas a seguir diseñando todo el día sin comer? No puedes evitar que te llegue la inspiración, ¿verdad? ¿Serás capaz de volver a ponerse de pie cuando caigas por enfermedad?-
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