Cuando llegaron a la sala de descanso, los dos empezaron a flirtearse.
-Señor gerente, lo digo en serio, si no lo crees, te lo explico en tu casa por la noche, ¿te parece?-
-¡Hostia!-
Les pasaron los otros empleados como si no los hubieran visto, porque estaban ya acostumbrados a su flirteo.
Quince minutos después, tras haber conquistado al gerente, la mujer se fue al baño para lavarse las manos. Cuando levantó la cabeza, la vio diferente.
Ella, era antes la señorita de la Familia Leguizamo, gozando de alta posición social, ahora trabajaba de camarera en el restaurante. Naturalmente, el miserable salario no le alcanzaba tener una vida lujosa.
Por lo tanto, decidió flirtearse con los hombres de alto rango para conseguir lo que deseaba.
Con tener relaciones sexuales con el gerente, conseguía un doble salario, y con lo cual ella estaba muy contenta, sintiendo superior al resto del restaurante.
Sin embargo, su orgullo desapareció de repente después de haberla visto, a quien vio hoy en la pantalla.
“Durante los cinco años, yo vivía en las condiciones miserables, mientras ella, en perfectas.” Pensándolo, indignada, apretó sus manos con tanta fuerza que las uñas lastimaron su piel sin que sintiera dolor.
-¡Frida! ¡Frida! ¡Frida!- gritó su nombre una y otra vez, con el volumen cada vez más alta como una loca y agarró el espejo con sus uñas sangrientas haciendo los ruidos ásperos.
Dejó un rayo de sangre marcado en el espejo, haciendo que el baño, en condición menos luminosa, se volviera aún más horrible.
Buscando por mucho tiempo en la sala, por fin encontró a Bernabé columpiándose solo en el patio, puesto una máscara mona.
Aunque no se podía ver su cara, era muy hermoso y lindo con la máscara y el traje.
Mirándolo, Xenia se detuvo para sacarle fotos desde lejos.
Recién sacó una foto, Bernabé giró la cabeza con los ojos bien brillantes y negros fijados en ella.
-¿Mamá?- saludándola, quiso bajar del columpio.
-Un momentito,- lo detuvo agitando las manos, -Te saco más fotos.-
Bernabé se detuvo sentado allí, inmóvil.
Para sacar fotos lindas, Xenia cambió de posición de vez en cuando capturando sus mejores estados, y Bernabé, cooperándola bien y, sus gestos traviesos le hicieron sonreír.
Recién apagó el teléfono, Bernabé se lanzó hacia ella murmurando, -Mamá.-
Le acarició suavemente la cabeza.
Movió la cabeza positivamente, y dijo, -Pero es un poco extraño.-
-¿Por qué extraño?-
-Porque se ha puesto también una máscara como yo.-
Escuchando sus palabras, Xenia se volvió inquieta, con un corazón latido a un ritmo acelerado como si se la saltara de la garganta en cualquier momento, -¿Qué dices? ¿Se ha puesto también una máscara?-
-Sí, mamá. Pero, ¿qué pasó?- hasta entonces se dio cuenta de la máscara de hierro que tenía Xenia en la mano, preguntó, -Mamá, tu máscara se parece un poco a la suya. ¿Lo conoces?-
No respondió. Se detuvo allí, inmóvil.
En un instante, el frío la recorrió desde los pies hasta el resto del cuerpo, dejándola congelada.
A pesar de haber arreglado todo, nunca se le ocurrió el encuentro entre ellos de esta manera.
O mejor dicho, a pesar de haberse alejado de Simón con el mayor esfuerzo, no podía impedir que él se les acercara.
“¿Qué quería para ayudar a mi hijo, además con una máscara? ¿Lo hizo sin querer o con intención?” pensándolo, Xenia se volvió pálida y preocupada por la posibilidad de que lo reconociera a Bernabé.
“¿Es pura casualidad? ¿O ya sabía todo y me está entreteniendo? Si ya lo sabía, ¿qué debería hacer yo?” siguió pensando.
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