-No hace falta, mamá.- Hablándolo, Bernabé se esforzó por abrir el refrigerador para sacar la comida, y volvió la cabeza diciendo, -Vete a descansar, dentro de quince minutos ya lo tendré terminado.-
-¿Quince minutos?-
Se le acercó y le preguntó, -¿Qué piensas cocinar en quince minutos?-
-Fideo.-
-Te ayudo.- Lo contestó.
-Vale.- Consintió Bernabé.
Luego hicieron juntos el fideo. De hecho, Xenia casi no le ayudaba mucho, porque Bernabé tenía habilidad en la cocina, lo único que le fallaba era su altura.
Luego los dos se sentaron a la mesa.
Viendo los platos con sabor excelente y color perfecto, Xenia se sintió muy consolada, y un poco complicada, porque no pensó que en poco tiempo podría probar lo que cocinaba su hijo, a quien lo acompañó desde su nacimiento hasta no cumplir los cinco años.
Bernabé probó primero, pero con tanta prisa que le quemó los labios, y tuvo que dejarlo.
-Con paciencia, mi amor,- le pasó un papel higiénico y dijo, -Nadie te lo arrebatará.-
Le explicó avergonzado, -Mamá, he sido sin querer. Sólo quería probarlo.-
Lo comprendió, porque desde pequeño le enseñaba siempre que comía elegante y con paciencia, y lo había hecho bien.
-Lo sé, pero ten paciencia aunque fue tu obra propia.-
-Vale.-
Probándolo, Xenia se dio cuenta de que el sabor era casi mismo suculento que hizo Naomí.
Lo miró sorprendida, -Tú…-
-¿Es delicioso?-
No pensó que su hijo tan pequeño pudiera cocinar tan bien, con los ojos bien sorprendidos, le preguntó, -¿Qué salsa has utilizado?-
-Pues todo lo que has visto en la cocina.-
De hecho, Bernabé no puso nada salsa especial, el delicioso sabor se debía a su manera de cocinar y al tiempo justo.
Pensándolo, sonrió Xenia con buen humor, -Parece que ya eres un adulto.-
Después de la cena, Xenia hizo la limpia y Bernabé, se fue a ducharse.
Cuando terminó la limpia, pensó de repente a Naomí, quien no volvió a la casa a esta hora.
“Parece que está con Diego, pero, ¿hasta ahora?” pensó Xenia.
No quiso molestarla, pero para asegurarse de su seguridad, decidió mandarle un mensaje.
No tardó en responder, -No me molestes, Xenia, mi futuro depende ya de ahora.-
Apenas contestó, ella le dijo, -Cuando termina de ducharse, le diré que te llame.-
Con un rostro lívido, Xenia dijo, -No hace falta, gracias.-
Luego colgó el teléfono, apoyada contra la puerta, temblando con los labios pálidos.
Ella sabía que a su lado no quedaba nadie sino Rafael, pero esa mujer que recibió la llamada, no la conocía. Por su manera de hablar, ternura y simpática, además lo llamó con mucho cariño, parecía que no era su secretaria.
“Si no es su secretaria, ¿quién será? Con una relación tan íntima…” pensó Xenia.
La respuesta era tan clara como el agua.
Apretó el teléfono con tanta fuerza y sonrió fríamente. Luego lo soltó temblando, -Xenia, ¿en qué estás pensando?- murmuró, -Han pasado cinco años, crees que te seguirá esperando?-
Pensándolo, de sus ojos brotó decepción, luego puso el teléfono en la mesa y se metió al baño.
Mientras en el hotel extranjero donde se alojaba Simón, una mujer con el rostro exótico estaba sentada en el sofá, y sostuvo el teléfono de Simón. Tras haber colgado la llamada de Xenia, borró su registro de llamada.
“Debería ser su seguidora o amante, de no ser así, no le hubiera llamado a esta hora ni tampoco colgó el teléfono con tanto nervio.” Pensó ella.
Ella estaba dispuesta a detener a cualquiera que quisiera tener relación con Simón, porque era el hombre de quien estaba enamorada.
-¿Qué haces con mi móvil?-
Apenas lo contestó, un hombre alto y robusto ya le arrebató el teléfono de su mano.
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