Esposa falsa de Simón romance Capítulo 717

Los relámpagos casi atraviesan la mitad del cielo.

La que estaba dormida tranquilamente en la cama levantó las sábanas y se incorporó bruscamente al oír el trueno.

Las luces de la habitación se apagaron. En la oscuridad, se pudo ver una figura bajando de la cama y caminando hacia fuera.

La luz del pasillo iluminó inmediatamente la oscura habitación y el rostro de Xenia, desmaquillado pero todavía delicado.

Apenas dio un paso, dos hombres se detuvieron delante de ella.

-¡Señorita!-

Xenia miró a los dos hombres con cierta sorpresa, sus pálidos labios se movieron, -¿Quién sois?-

-No es seguro afuera, el Señor Diego nos ha ordenado para proteger a usted a la puerta.-

“¿Protegerme?” pensó ella.

Xenia no pudo evitar burlarse con una leve sonrisa en los labios, -¿Protegiéndome o espiándome?-

La expresión facial hizo que los dos se miraba recíprocamente embarazosos. Uno de ellos, el más atrevido, se adelantó y dijo: -Señorita Xenia, naturalmente Señor Diego nos ha pedido que vigilemos para su seguridad.-

Se trataba de vigilancia, pero también de protección.

La vigilaba, no la dejaba salir. Afuera había tormenta. Si salía afuera a esa hora seguramente se caería enferma, pero...

Xenia se mordió el labio inferior y dijo con voz fría, -Sea cual sea el motivo, ahora quítate de en medio, que tengo algo que tratar.-

Los dos se quedaron sin palabras.

-Lo siento, Señorita. Señor Diego nos ha ordenado expresamente que se quede en su habitación y descanse hasta el amanecer, no puede irse.-

-¿Y si tengo que hacerlo?-

-Sea razonable, Señorita Xenia, afuera está tan oscuro y tormentoso que, aunque saliera, se perdería de vista en el camino.-

***

Lo que dijo el hombre hizo que el corazón de Xenia se hundiera hasta el fondo.

¿Incluso era difícil caminar?

-¡Quítate de en medio!- Xenia, que estaba de pie, extendió repentinamente la mano y empujó a las personas delante de ella. Mientras estaban aturdidas, caminó adelante.

-¡Srta. Xenia!-

Los dos volvieron al sentido. Dando pasos con las piernas, fueron a detenerla.

-Señorita Xenia, por favor, no nos complique, es orden del Señor Diego. Afuera está lloviendo a cántaros y no se puede salir a esta hora.-

-No es asunto tuyo, suéltame.-

Xenia no podía avanzar ni un solo paso porque tenía la mano agarrada, así que la cara se puso roja por la ira. Pisó el dorso del pie del hombre.

El pisoteado gritó de dolor, pero aun así no se atrevió a soltar a Xenia. Mientras tiraba de ella, dirigió palabras a sus compañeros, -Id a informar al Señor Diego de que Señorita Xenia se ha despertado.-

El hombre asintió y rápidamente se dio la vuelta y desapareció.

Xenia seguía forcejeando, -Suéltame, mi hermano te dijo que me vigilaras, en vez de que me tomaras de las manos, ¿verdad? ¿Qué haces ahora sosteniendo mi mano? ¿Intentas acosarme?-

El hombre se quedó sin palabras.

No se atrevería a abusar de ella si tuviera 10 huevos.

Xenia era la hermana de Diego del Grupo Leguizamo, y también sería el cónyuge del joven sucesor del Grupo Freixa, si no hubiera la ocurrencia.

Su posición será inexpugnable una vez que encontraran a Simón.

Carmen se apresuró a disponer los paraguas y linternas y salió a buscarla también.

Llegaba la medianoche y la lluvia era intensa.

Mientras Xenia alcanzó la carretera, alargó la mano para detener un taxi, pero éste la ignoró y la pasó.

Pensaba que seguramente por su apariencia desordenada temían que ella no podía pagar el viaje, o que tal vez, el conductor tenía miedo de mojar su asiento de coche.

Pero Xenia no se desanimó. Sabía, por supuesto, que estaba muy lejos y que no podría ir andando, así que debía coger un coche.

Después de esperar quién sabe cuánto tiempo, vino otro coche.

Agitaba la mano con la esperanza de que se detuviera.

Esta vez, el coche sí se detuvo. Un hombre de 40 años se asomó y la miró.

-¿Necesitas que te lleve?-

Habló en su idioma, Xenia no lo entendía. Así que utilizó el inglés para indicar al lugar donde quería ir y le preguntó si podía llevarla allí.

Ella pensaba que él no la entendería, pero el taxista sonrió, comunicó con ella en inglés y luego le dijo a ella con entusiasmo que subiera al coche porque se iba a coger la gripe bajo la lluvia.

Xenia asintió agradecida. Mojó el coche y dijo que lo sentía. Se sentía avergonzada.

El taxista la perdonó sin dudarlo, diciendo que estaba haciendo el favor. No pasa nada la mojadura, que se podía arreglar mañana.

Xenia le elogió por su inglés. El dijo con orgullo que era su hijo quien le enseñó.

Acabando, le respondió de nuevo,

-¿Qué va a hacer ahí? Por lo que sé, no es un lugar agradable.-

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