Xenia volvió a la oficina con un rostro bien enrojecido.
Hasta entonces Giuliana pudo confirmar que Xenia tenía en absoluto una relación íntima con Señor Simón, pero lo cual la puso en un dilema porque a partir de ahora, no sabía cómo la debería tratar.
“¿Tratarle como una asistenta o asignarle los trabajos sencillos?” pensó Giuliana trastornada, “¿Cómo me tocó que la contraté?”
Hoy tendría que trabajar las horas extras, así Xenia cenó en el comedor de la empresa.
La acompañó Lolita, quien le estaba quejando, -Apenas nos incorporamos a la empresa, ya nos tocan las horas extras, no me parece buena señal.
Xenia dijo tranquila, -Es normal en las grandes empresas.
-¿No nos tocará todos los días? -dijo Lolita de bajo ánimo, -No quiero llegar tarde al departamento porque me da miedo la oscuridad.
-¿La oscuridad? ¿No hay farolas en la calle? -la preguntó Xenia.
-Pues… -detuvo ella, con un rostro avergonzado.
Viendo que estaba callada, Xenia no la siguió preguntando y después de la cena, las dos volvieron a sus oficinas.
Xenia pensó que las horas extras del trabajo era un bono, sobre todo para los jóvenes.
Sin embargo, en el estado embarazo, a Xenia le era fácil quedarse cansada, pero siendo la novata, le daba vergüenza pedir permiso.
Menos mal que trabajaba hasta las diez en vez de las once ni las doce, para entonces llegaría muy tarde a casa.
Con tantas vueltas de repartir los documentos, le empezaron a temblar las piernas, y Xenia se sentó al sofá para descansar un ratito.
Suspiró Giuliana, -Así es la vida de las novatas. Estos días estaremos muy ocupados. Descansas y yo seguiré con el resto.
-No hace falta, Giuliana, lo hago yo -insistió Xenia.
Pero le quitó Giuliana los documentos y dijo, -Siéntate, lee las informaciones de la empresa, ya vuelvo.
Entonces Xenia acarició sus piernas. De repente, escuchó unos ruidos de su vientre y murmuró, -¿Tienes hambre? Cuando termino todo, comemos algo.
Cuando estaba embarazada, le era fácil tener hambre.
Durante el descanso, Simón pidió dos veces el café, pero se los sirvió todos Giuliana porque Simón no quería verla.
“Pero, ¿qué error había cometido? Fue él quien se me acercó y me limpió las manchas, no se lo pedí ni hice nada.” Pensó Xenia, desalentada.
Por fin terminó todo, Xenia se metió en el ascensor con un cansancio tremendo, mientras la siguió atrás Giuliana, -¿Nunca habías trabajado tanto? Mírate lo cansada que estás.
Pensando que iba a detenerse charlando con él, Anthony se quedó un poco decepcionado por su indiferencia, entonces la detuvo, -¿Acababas de salir del trabajo? Tan tarde.
La siguió y Xenia se quedó muy embarazosa, entonces le contestó por cortesía, -Sí, ahora me voy a casa.
Su intención era bien clara que no la molestara más.
-Pero es muy tarde, ¿te llevo a casa? -le dijo con un guiño.
-Gracias, vivo cerca, ya llego -lo rechazó Xenia, temerosa de su sonrisa maliciosa.
Anthony entendió que ella no sintió nada afecto hacia él, porque estaba enamorada de Simón.
Pero no quiso abandonar este chance para que sufriera Simón, pensando “Si me llevo con ella, vendrá él.”
Luego Anthony dijo, -Entonces te invito a comer algo. Supongo que tendrás hambre trabajando tan tarde, ¿vale?
-Gracias, pero no tengo hambre -dijo Xenia con paciencia.
-¿En serio? Pero vendrá Simón -sonrió Anthony.
“Si viene Simón…” pensó Xenia y se detuvo.
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