Al ver que Simón estiraba la mano para detenerse, Anthony no pudo evitar que se le borrara la sonrisa de la cara.
-Simón, sólo voy a ver por qué este restaurante tarda tanto en servir la comida, ¿por qué me detienes?-
Simón se limitó a fruncir sus labios y no habló, pero el aura de su cuerpo hizo retroceder a Anthony unos pasos mientras se retiraba.
-Vale, vale, entonces no voy a salir, ¿vale? Quedamos aquí y espera a que el camarero sirva la comida.
Dicho esto, volvió rápidamente a la mesa y le guiñó un ojo a Xenia antes de que Simón pudiera acercarse.
Las manos de Xenia estaban bajo la mesa, invisibles para los demás, pero ella misma supo que sus manos estaban a punto de hacerse un nudo.
Porque lo que ella y Anthony estaban hablando era crucial, y de nuevo, algo que quería mantener en secreto de los demás.
Pero la aparición de Simón fue demasiado repentina.
Ni siquiera sabía si acababa de llegar o si llegaba un rato fuera y si ya había escuchado su conversación con Anthony.
Así que no se atrevía a hacer nada precipitado ahora, sólo podía sentarse en su asiento y mirar a Simón en silencio.
Simón se acercó con pasos firmes, salvo que cada paso que daba era como pisar la punta del corazón de Xenia.
Para cuando Simón la alcanzó, Xenia sintió toda su espalda mojada y miró hacia arriba enredada.
Era como si debiera decir algo para aligerar el ambiente, pero sus labios se movieron, pero no salió ni una palabra.
Al cabo de unos segundos, Simón se inclinó bruscamente por la cintura, apoyó una mano en el lado del reposabrazos de Xenia y dijo fríamente, -¿Mantener a quién en cautividad, eh?
El aroma masculino de su cuerpo la envolvió al instante con su empinada aproximación.
A Xenia casi se le cortó la respiración.
Y cuando Anthony, al fondo, le oyó decir eso, su mente empezó a dar vueltas de nuevo, y entonces se adelantó tímidamente, -¿A quién más que a ti ha puesto en cautiverio? Estaba un poco preocupado cuando el abuelo Jorge me llamó anoche, así que le pedí a tu pequeña asistente que saliera a charlar sobre tu compromiso, y le dije que realmente ella podía ponerte en cautiverio, ¿hay algún problema?
Acababa de inventar todas estas palabras en su apuro, apostando que Simón sólo había escuchado la última frase, y que si las hubiera escuchado todas, entonces Simón habría reconocido lo que había dicho.
Y si no lo reconoció, entonces significaba que él no escuchó mucho.
Cuando llegara el momento, él y Xenia podrían volver a trabajar juntos para mantener el asunto en secreto por el momento.
Efectivamente, Simón frunció el ceño y una mirada de desagrado cruzó sus ojos.
-¿Te ha contado lo de anoche?
Esta pregunta se la hizo a Xenia.
Xenia se quedó paralizada por un momento y luego asintió muda.
Ella guiñó un ojo hacia Anthony, detrás de Simón, que le dirigió una mirada y luego un gesto de disponibilidad, y Xenia respiró aliviada.
Por el tono de Simón, no debía haber escuchado su conversación anterior.
De lo contrario, no sería la pregunta esto.
Xenia tosió ligeramente, evitando la mirada de Simón y dijo, -Bueno, ya lo sé.
Las pupilas de Simón se estremecieron y, subconscientemente, fue a agarrar su fina muñeca.
Xenia se quedó helada y Anthony, que vio la escena, no pudo evitar preguntar, -Simón, ¿por qué llevas a su ayudante de la mano, estáis ya juntos? ¿Tengo que cambiar la llamada de su nombre a cuñada en lugar de asistente?
¿La cuñada?
Pensando en lo que Anthony había dicho antes, Simón frunció el ceño, disgustado.
-No la enseñe lo incorrecto.
-¿Qué?
Anthony no podía creer su oídos.
-Simón, hoy me he enterado de que eres un puto excéntrico, ¿qué malo puedo enseñar a mi cuñada?
En ese momento, el camarero entró con la comida y se congeló por un momento al ver a la persona extra en el compartimento.
Xenia tosió ligeramente para taparse el labio inferior y le dijo al camarero.
-¿Podría, añadir un juego extra de cubiertos para nosotros, por favor?
-Claro, no hay problema, enseguida salgo a buscártelo.
Xenia empujó a Simón a su vez, tratando de salir de sus confines, pero las manos de él estaban marcadas firmemente alrededor de su cintura como si fueran cadenas, y después de todo, Anthony estaba presente, y ella seguía sintiéndose avergonzada de estar tan cerca delante de los demás.
-Suéltame primero -Xenia sólo pudo susurrar.
-¿Cómo?
-He dicho que primero cenamos.
Simón no contestó, pero después de un momento retiró su mano y Xenia finalmente tomó aire.
Ella estaba muy asustada día a día, y no sabía si este bebé en su vientre sería un cobarde cuando naciera...
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