La cara de Xenia se puso pálida mientras se apresuraba a cerrar el agua.
Xenia se agacha para tocar el hombro de Simón, y comprueba que él estaba frío por todas partes; después de tanto tiempo bajo el agua fría y los efectos de la droga, ahora debería estar agonizando.
La ropa le pesaba sobre el cuerpo y Xenia sólo pudo bajar torpemente la mano y desabrocharle, quitándole el abrigo encharcado.
No habría sido imposible si le hubieran permitido usar agua fría, pero creía que Simón habría tenido que estar en remojo hasta la mañana.
Ahora, en pleno invierno, tendría que congelarse en el agua fría hasta la mañana.
-Mueve tu cuerpo y quítate esta chaqueta -La chaqueta llena de agua era realmente pesada y Xenia se esforzaba por empujar los hombros de Simón.
Simón, que estaba apoyado inexpresivamente en la pared, abrió por fin los ojos y su mirada se posó en el rostro de ella.
-¿No te dije que no entraras?
Su voz sonaba como si tuviera poca fuerza y un ligero trino.
Xenia no tuvo que levantar la vista para sentir que su mirada era ahora tan profunda como la de un lobo acechando en la noche, y sin mirarle a los ojos, ella repitió las palabras que acababa de pronunciar.
Pero Simón seguía sin moverse, sino que levantó lentamente la mano y le agarró la muñeca, con la voz ronca, -¿Sabes lo mucho que he aguantado?
Xenia levantó la vista conmocionada, -lo sé, lo sé...
Ciertamente lo sabbía.
Ya había sido drogado por otros, así que ella naturalmente sabía el dolor que tenía que soportar, pero sabía exactamente por qué no quería que sufriera solo.
-¿Lo sabes? -Simón entrecerró los ojos, con una luz peligrosa en ellos, y con un empujón en la mano, Xenia se desplomó incontroladamente sobre su pecho.
-Si lo sabías, ¿cómo te atreves a entrar?
Xenia parpadeó nerviosa un par de veces, sus pestañas aleteaban continuamente como dos pequeños abanicos, y se mordió el labio inferior antes de decir, -Estoy preocupada por ti.
Cuando terminó, bajó los ojos y frunció sus labios como si estuviera tomando una gran decisión. Tras un largo rato, volvió a levantar la cabeza y sus ojos se encontraron con los de él.
-Quiero ayudarte.
Ante esas palabras, Simón respiró con más fuerza y la miró con los dientes apretados, -¿Qué has dicho? Dilo otra vez.
Su aspecto era tan intimidante, sus ojos tan fieros que parecían dispuestos a comérsela viva, que Xenia se acobardó inconscientemente, pero tuvo que rechazar esos temores al ver sus labios finos y pálidos y su mirada estoica y acercarse a él.
-Sé que es difícil para ti, es invierno, te enfermarás si te sumerges en agua fría toda la noche.
Xenia, que sólo llevaba un camisón, había hecho caso a Simón y se había puesto una chaqueta, pero la ropa que había llevado durante el beso en los brazos de Simón ya estaba mojada y ahora se le pegaba al cuerpo, dejando ver las curvas de su cuerpo.
No necesitó hacer nada, sólo con estar frente a ella fue suficiente para que la habitual Simón perdió control.
Ahora, en esta postura, dijo ella que quería ayudarle.
¿Cuánto aguante necesitaba para rechazarla? Los ojos de Simón eran nublado y tenebrosos, y levantó la mano para agarrar la nuca de ella, con la voz baja y apagada, -¿Estás segura?
Xenia asintió sin dudar y el beso de Simón cayó.
Estaba muy fría, muy fría, y aterrizó con fuerza en sus labios.
Sólo que Simón se apartó rápidamente de nuevo, con su mirada clavada en ella con una mirada mortal: -Si dices que no ahora, todavía hay una oportunidad.
Xenia frunció los labios rojos y alargó la mano para desabrocharlo.
Este comportamiento lo decía todo.
El nudo en la garganta de Simón se revolvió mientras miraba sus movimientos.
Parecía que no podría escapar esta noche.
Cuando Simón levantó a Xenia, ésta le rodeó el cuello con los brazos y le susurró al oído del hombre, -Ten cuidado.
pensó Xenia y salió del baño a por su abrigo, justo a tiempo de ver que Raquel la llamaba por teléfino.
Raquel ...
Tía.
Como si se hubiera agarrado a un salvavidas, Xenia se apresuró a coger su teléfono móvil y corrió hacia el balcón para responder a la llamada.
-Tía Raquel.
Raquel escuchó la ansiedad en su tono al otro lado y, en lugar de decir por qué había venido, preguntó, -¿Qué pasa? Suenas tan ansioso, ¿ha pasado algo?-
Xenia se mordió el labio inferior, quería decir algo pero le costaba hacerlo, pero pensando en lo que ya había pasado, ¿qué otra cosa no podía decir?
Al final sólo pudo decir con rigidez, -Tía, Simón fue drogado anoche.
Al oír estas palabras, el corazón de Raquel se puso nervioso, -¿Qué has dicho?
Estaba tan enfadada que dio un golpe con la palma de la mano en la mesa en ese mismo momento: -¿Por qué ha pasado esto y qué ha pasado ahora?
Xenia se mordió el labio inferior y susurró, -Ya está bien, no te preocupes.
Tía Raquel se sintió aliviada al saber que estaba bien.
-Ese ...
-Aunque él está bien, yo... -Xenia se puso a dudar.
-Entonces qué esperas todavía, vístete y te llevaré al hospital para que te revisen.
Raquel, una ex médica, lo dijo y Xenia no se atrevió esperar más, y colgó el teléfono y volvió a la sala para cambiarse de ropa.
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