Xenia miró a Bernabé con desconfianza, sin hablar.
Tenía curiosidad por saber por qué Bernabé conocía la afición de Rafael por Naomí.
Pronto, Bernabé le dijo la verdad.
-Fue papá quien me lo dijo.
Bernabé traicionó a su padre otra vez.
-¿Papá?
-Sí, así que...¿es verdad?
Xenia no esperaba que Simón le dijera esta murmuración a su hijo.
-No. No lo tomes en serio. Y será mejor que no se lo menciones a Diego, Naomí o Rafael para que no se avergüencen, ¿vale?
-Lo sé, mamá -Bernabé asintió.
Pero lo fingió.
Los dos volvieron a su habitación con intenciones distintas.
***
A Naomí le había bajado la fiebre, sólo estaba un poco mareada y creía que era por la resaca.
Así que se puso a cocinar.
Estaba lavando el arroz cuando entró Rafael, con sus manos como nieve en el agua fresca.
-¿Qué estás haciendo? No te has recuperado - dijo Rafael con el ceño fruncido.
Naomí levantó la vista, sobresaltada.
-¿Rafael?
-¿Qué haces aquí? ¿De qué estás hablando? No estoy enferma -Naomí se quedó perplej.
-¿O me estás maldiciendo? Pues, gracias por invitarme a cenar ayer, pero por favor, no digas tonterías -se estaba enfadando Naomí.
Pensando que todavía tenía fiebre, Rafael se acercó a ella y le puso la palma en su blanca frente.
Casi al instante.
Naomí ni siquiera pudo reaccionar, creyendo que Rafael iba a golpearla.
Sin embargo, de alguna manera se quedó congelada en el lugar, sin esquivar.
Naomí tardó unos segundos en levantar la vista, -¿Qué haces?
-¿Es así? ¿Y tienes que estar tan cerca de mí?
Naomí se fue relajando un poco, demasiado avergonzada para seguir pensando en ello.
-Lo siento -Rafael se puso rojo. -Sólo me preocupaba que aún tuvieras fiebre, pero te echaste atrás, no quería molestarte.
-Bah, podrías haberme preguntado.
Al ver la insoportable vergüenza de Rafael, Naomí sonrió y se acercó a él.
-Es la primera vez que veo a un chico tan tímido, ¿en qué estabas pensando?
Rafael apenas podía hablar.
-Bien, ¡lo entiendo!
Rafael estaba ansioso por explicarse, por miedo a que Naomí pensara mal de él.
Pasó un tiempo antes de que Rafael dijera, -No soy un hombre frívolo.
Naomí se encogió de hombros con indiferencia, -Ya veo.
Rafael recordó de repente cómo Naomí había llorado por otro hombre ayer y se sintió especialmente frustrado.
¿Era demasiado tarde?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón