Esposa falsa de Simón romance Capítulo 964

Al escuchar esa palabra, Xenia se sorprendió y miró a Naomí.

-¿Puedo preguntar qué estás pensando?

¿Cómo podía relacionar con engañar?

Ante la mirada despectiva de Xenia, Naomí se tapó la boca y después de un momento se rio torpemente, -Ya sabes, siempre estoy pensando en las cosas extrañas. Soy estúpida...

“Pero es demasiado raro.” Xenia pensó.

Naomí sabía que había dicho algo inapropiado e hizo un gesto de bloqueo en su boca frente a Xenia, lo que significaba que no volvería a hablar.

Xenia, en cambio, conocía demasiado bien a Naomí. Solo creía que tenía las ideas raras, y no se enfadó en absoluto.

Reflexionó sobre el asunto en silencio.

“Seguro de que Simón debe estar ocultando algo. Aunque no lo sé qué es, algo que le hizo inventarse una excusa para mentirle de esa manera no es pequña.”

Ahora se debatía si debía fingir que no lo sabía o si debía ir a deshacer las mentiras.

¿Cuál era el misterio que le hacía no querer ir a verla?

Como Xenia aún no veía a Simón, sus conjeturas iban en dos direcciones, una buena y otra mala. Pero personalmente se inclinaba más por la dirección buena, después de todo no quería que su hombre hiciera algo malo sin que ella lo supiera.

Si se hubiera encontrado con Simón y hubiera visto su cara, Xenia lo habría detenido.

-Hum.

Alguien le tiraba de la manga y Xenia miró hacia atrás. Naomí hizo pucheros con los labios fruncidos, luchando por emitir un sonido, pero no dijo una palabra.

-¿Qué pasa?

Preguntó, pero Naomí seguía sin decir nada, sólo levantó la mano y se señaló la boca.

Xenia la miró por un momento, pensando de repente que acababa de hacer un movimiento de cerrar la boca, por lo que no se atrevía a hablar al azar. ¿Ahora, de repente, quería hablar?

-¿Esto significa que estás pidiéndome que te desbloquee? -preguntó Xenia confundida.

Naomí asintió rápidamente.

-Ah. -Xenia sonrió-. No lo haces, déjalo así.

Mientras el rostro de Naomí se mostraba repentinamente ansioso, Xenia se levantó tranquilamente, y luego dijo mientras se estiraba, -Ay, llevo demasiado tiempo sentada. Mis piernas están un poco incómodas, así que voy a dar un paseo.

Naomí no iba a dejar que la embarazada saliera sola, así que la siguió para dar un paseo.

En el camino Naomí intentó hablar y cada vez que intentaba pedirle a Xenia que la desbloqueara, ésta siempre miraba hacia otro lado y fingía no ver su petición.

Por fin, Naomí no aguantó más y le gritó directamente a Xenia, -¡¡¡Ya está bien!!!

Xenia se rio, -Por fin se acabó el fingimiento.

Muy enfadada, Naomí dijo, -Xenia, eres tan desalmada. Llevo medio día mirándote y me has ignorado. Si muero, no tendrás cuñada después.

-No es que yo sea una desaprensiva. Al fin y al cabo, tú misma te pusiste el candado en su boca antes, y además, ¿estás tan segura de poder ser mi cuñada?

-¡Sí! ¡Eso es lo que estoy trabajando de todos modos! Para cuando me convierta en tu cuñada, ¡te dominaré!

-Está bien si no lo cuentas, no te obligaré.

Xenia sabía que Rafael tenía miedo de decirlo porque eran órdenes de Simón. Y si lo decía directamente, las consecuencias serían probablemente bastante graves para él. Lo entendía.

-Le pediré a alguien que lo averigüe yo mismo, y si no me lo va a decir , entonces vuelve y dile que es mejor que no me entere nunca.

Rafael estaba un poco asustado.

No esperaba que lo que dijo la señora fuera tan seria, Rafael no pudo resistirse por un momento. Él no era muy hablador, sólo pudo asentir, -Entendido señora, definitivamente le pasaré estas palabras al señor.

-Por favor.

Antes de que Rafael se marchara, le echó una mirada extra a Naomí, que le miraba exasperada y le regañó al ver que le miraba, -Qué tonto eres, ¿por qué no se lo dices ahora a la señora? Ella se enterará al fin. Hace unos días fuiste capaz de ocultarlo al mundo, pero ahora la señora sospecha y intenta investigarlo, ¿y tú sigues así? ¿Qué es ella para el señor? No hay secretos entre un marido y una mujer. Si se lo dices a ella, puede dar crédito a ti. Además, mientras la señora no te culpe, el señor probablemente tampoco.

De todos modos, en su opinión, nadie puede ofender a las mujeres.

Además, era la mujer de su jefe.

Xenia no era mezquina. Pero si fuera una mujer mezquina, cuando las cosas se resolverían y los dos tendrían una charla íntima, entonces sería una simple cuestión de sancionar a Rafael.

“¿Qué estaba pensando? ¡Ni siquiera sabe ser flexible!” Naomí pensó.

Rafael, después de haber sido enseñado por Naomí, de repente sintió que Naomí también tenía mucha razón.

Hace unos días apenas pudo ocultarlo, y la señora no se molestó en enterarse. Pero ahora decía que se enteraría de todos modos, tarde o temprano, así que bien podría decírselo a ella ahora.

Pensando en ello, Rafael dirigió una mirada más a Naomí, con gratitud en los ojos. Y luego dijo, -Bueno, entonces, se lo cuento todo.

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