Arthur.
-No me dejes sola-. Pide mi esposa ya nerviosa.
-No lo haré mi amor, estaré contigo hasta que nazca nuestro bebé.
Sonríe con lágrimas en sus ojos, beso su sien y froto su brazo, tratando de reconfortarla, me siento muy nervioso no quiero que le pase nada a ella y a mi hijo.
-¡Ah! Ahora sí creo que va a nacer-. Se queja apretando mis manos.
La obstetra mira la máquina que marca los latidos del bebé, se acerca a mi esposa, le toca el vientre y le dice que le hará un ultrasonido para ver la posición en la que está.
-Veremos cómo está tu bebé en estos instantes-. Dice mientras mueve el aparato sobre el vientre de mi pequeña.
-Ya no aguanto. Me duele demasiado-. Espeta mordiéndose el labio.
-¿Doctora a qué hora esto empezara? Acaso no ve como está sufriendo mi esposa-. Mascullo enojado hasta estoy a punto de sacarla de aquí.
-Tenga paciencia ya pronto se resolverá, el bebé está en una mala ubicación, tenemos que intervenirla inmediatamente a una cesaría-. Mi esposa niega y yo estoy aterrado.
-¿Cómo ocurrió eso, si hace menos de un mes nuestro pequeño estaba coronando en su posición?-. Pregunto desconcertado ya que no quiero que le practiquen una cesaría.
-Los bebes son impredecibles señor Miller-. Espeta la doctora con autosuficiencia.-Bien debemos prepararnos para la cesaría, llamare a una enfermera para que la canalice.
-No quiero. Pero que podemos hacer si él se decidió mover-. Susurra Cariza.
Los minutos pasa, la enfermera le incrusta varias agujas en las venas de mi esposa, cada pinchazo me provoco escalofríos, su dolor es mío su rostro se nota cansado y hace muecas de dolor.
-Ya estas lista, ahora te llevaremos a la sala de cirugía-. Le comunica la doctora.
-¿Mi esposo puede venir conmigo?-. Pregunta tomando mi mano con miedo a que me aparte de ella, digan lo que digan yo debo estar dentro del quirofano con ella apoyándola.
-Si señora no se preocupe, ahora debemos irnos.
Ambos asentimos, la enfermera empuja la silla de ruedas saliendo del cuarto de parto. Tomo el bolso con las cosas de mi bebe y camino tras de ellas.
Estaba nervioso, todo pasaba como flash ante mis ojos, las manos me sudan puedo sentir como mi corazón brinca de felicidad al oír el llanto de mi hijo el ser que alegrara nuestras vidas.
-Oye papá, corta el cordón.
Me acerco y con las manos temblorosas corto el cordón umbilical, la enfermera me lo da en mis brazos, lloro al sentir a mi pequeño, toco sus deditos frágiles beso su frente y lo llevo hasta mi esposa lo acerco a ella, sus lágrimas de felicidad brotan como cascadas.
-Bienvenido mi amor, papi y mami te amamos-. Le dice en un susurro.
-Señor debe salir y dejarnos terminar el trabajo-. Me dice la ginecóloga, asiento dejo un beso en la frente de mi esposa entrego a mi hijo a la misma enfermera, antes de salir del cuarto de cirugía le digo a mi esposa que la amo.
Llego hasta los demás con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo está mi hija Arthur?-. Cuestiona Martha como siempre.
-Ella está bien y nuestro pequeño es hermoso y fuerte.
Todos los presentes sueltan y ríen de felicidad, Martha se abraza a su esposo y llora. Solo espero que Cariza acepte a sus verdaderos padres y que nuestra vida sea plena. Llegamos a la sala de los recién nacidos para ver a mi bebé. Jaime le toma varias fotografías con su celular y Martha le decía lo bello y hermoso que es su nieto.
Sé que serán buenos abuelos. Al fin Cariza y yo tenemos la familia adecuada.
El día transcurrió con mucha alegría. La doctora nos notificó que todo salió bien con los dos, el deseo de ver a mi esposa se agrandaron pero Martha tenia deseo de verla, lo bueno es que podemos entrar los tres en el cuarto de recuperación.
-Como deseo abrazarla y decirle lo mucho que la amo, estrecharla en mis brazos y que sepa que soy su madre-. Dice Martha mientras caminábamos por el pasillo que nos dirige a la sala de recuperación.
-Mujer pronto le diremos la verdad, ten paciencia.
-Martha y Jaime me llamaron para venir a verte, pero les dije que no es necesario ya que te dieron de alta en la mañana, se alegraron un montón ahora están esperando en casa por nuestra llegada-. Cariza baja la cabeza y le sonríe a Axel. Me desconcierta su actitud cuando le hablo de Martha.
-¡Ay por Dios!-. Grita mi esposa asustándome.
-¿Qué pasa?-. Inquiero sin saber a qué se debe su grito.
-El bebé me acaba de ensuciar y su pañalera la hemos dejado, ve por las cosas en la habitación de la clínica-. Pide exaltada. Ruedo los ojos y me encamino en la entrada me detengo y la miro está acomodando el bebé en el asiento de atrás para quitarle el pañal, esbozó una sonrisa de felicidad.
Camino rápidamente a la habitación en donde hace unos minutos se encontraba mis dos amores. Al llegar la enfermera me mira con sorpresa.
-¿Señor se le ha olvidado algo?-. Me pregunta la joven.
-Hum bueno vengo por la pañalera se nos olvidó-. Digo buscándolo con la mirada.
Luego de pasar diez minutos buscando el bendito bolso que estaba dentro del baño, salgo casi corriendo de la clínica. Una sensación extraña recorre mi cuerpo. Camino hasta el coche pero me quedo de piedra al ver que no está mi esposa ni mi hijo, miro para todos lados buscándola.
-¡¿Cariza amor donde estas!?
La colchita celeste de Axel se encuentra en el suelo y el celular de mi esposa hecho pedazos.
-¡No Dios mío! Espero que no sea lo que estoy imaginando.
Camino por todo el parqueo de la clínica y no hay señal de ellos, llamo al guardia y le pregunto pero dice que no vio nada. Mi corazón late desbocado, varias cosas pasan por mi mente y lo único que se me viene es el mal nacido de Demetrio.
-¡No maldita sea!
Doy vueltas en el mismo lugar mis manos las pongo en mi cabeza, una sensación de miedo se filtra en mí interior, lo único que deseo estos momentos es matar a ese malnacido.
Dios no por favor, que esto sólo sea una pesadilla.
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