Esta vez, me toca quererte romance Capítulo 69

—¡Paulita, hago esto para que veas la verdad, como me dijiste entonces! ¡A Hugo le gusta Elisa, igual que a Drago le gusta ella! No pierdas más tiempo por ese hombre.

«De lo contrario mi final será tu futuro...»

—A Hugo le gusta Elisa y tú eres la mejor amiga suya, me trataste así hace tres años por ella, ¿piensas que todavía te voy a creer? ¿Crees que sigo siendo la misma tonta que hace tres años?

Paula se rio de manera irónica. Cada acusación que hacía dejaba a Adela incapaz de refutar, porque todo era cierto. Ella sólo sintió como si le aplastaran el corazón.

—No, tú no eres una tonta, sino yo. No te equivocaste hace tres años, fui yo quien te juzgó mal. Te pido disculpas.

Adela luchó contra el impulso de llorar y el sentimiento de culpa, cuando finalmente se armó de valor para disculparse con ella.

—Porque me has pedido disculpas y ¿tengo que aceptarlas dócilmente?

Paula la miró con frialdad y le dedicó una burla.

—Eso no es lo que quería decir... Yo...

—Adela, ¿sabes qué? ¡A mis ojos, eres aún más repugnante que Elisa! Lárgate de aquí ahora.

La mirada que le dirigió Paula era toda de odio, más despiadada que la que dio a un desconocido.

Las lágrimas cayeron al instante de los ojos de Adela. Ahora por fin entendía cómo se había sentido Paula en aquel entonces.

¡Qué dolorosamente triste era ser odiada por la mejor amiga!

***

Por la noche, en la Finca Victoria.

Adela, sentada en la sala del piano construido especialmente por Criz, tocaba aturdida una melodía mientras recordaba lo que Paula había dicho junto al lago artificial.

—¿Crees que una disculpa insignificante es suficiente para conseguir mi perdón?¡Adela, realmente me arrepiento de haberte conocido, y mucho más de haber estado tan cerca de ti! ¡Por favor, aléjate de mí a partir de ahora! No daré mi corazón a la misma perra dos veces.

Cada palabra era como un cuchillo clavado en su corazón.

En este momento, una sombra apareció frente a ella y la envolvió. El hombre extendió la mano a presionar sus cuerdas. El violín emitió un tono desagradable que hizo que la música se detuviera de forma chirriante.

Adela recuperó el sentido y sólo entonces se encontró con que Criz ya estaba frente a ella.

—Criz, has vuelto.

Dejó su violín y se obligó a animarse a saludarlo.

—Viernes Negro no es una buena canción para usar en un examen de ingreso.

La profunda mirada de Criz permaneció en su rostro mientras que sus finos labios se abrieron.

—¿Eh? ¿Acabo de tocar Viernes Negro?

Adela se quedó atónita de repente, en realidad había tocado esta canción... Se rumoreaba que era una canción prohibida, cualquiera que la escuchara tendría tendencias suicidas.

—Probablemente me dejé llevar pensando en cosas, en realidad la melodía de mi examen es Mariposa.

Adela se frotó el entrecejo y explicó con displicencia.

—Tengo un poco de hambre, vamos a comer.

—Bueno.

Criz le dio una ojeada y sus ojos oscuros se volvieron repentinamente más profundos. Estaba claro que tenía algo en mente en ese momento, pero no se lo dijo.

Durante la comida, Adela tampoco tenía buen apetito. Siempre con la cuchara en la mano, recogía y luego dejaba inconscientemente la sopa en el cuenco, y suspiraba de vez en cuando.

Finalmente, él no pudo soportar más, dejó los palillos y dijo:

—Tienes algo en mente.

No era un tono interrogativo, sino uno definitivo.

—Sí.

Adela asintió con el ceño fruncido.

—Dime.

Las ganas de cotillear de Adela se dispararon inmediatamente. Pero después de hacer esta pregunta, inmediatamente sintió que era un asunto privado suyo y cambió del tema.

—Entonces, ¿cómo recuperaste a ese amigo?

—Sé acosador.

El hombre tenía la vista clavada en ella y pronunció tales palabras de forma correcta y clara.

—¿Eh?

Adela se quedó helada.

—¿Es así de simple?

—Sí. El goteo constante desgasta la piedra. Si un año no es suficiente, entonces tres; si tres años tampoco bastan, entonces diez; si diez aún no, entonces la acosarás toda la vida.

Era raro que Criz dijera tantas cosas en un solo suspiro.

Era claramente una respuesta a la pregunta de Adela, pero también era como si estuviera hablando de sí mismo.

Estaba dispuesto a pasar toda una vida acosándola.

Adela se encontró con aquel par de profundos ojos y los sintió como un agujero negro sin fondo que estaba a punto de tragársela.

En un instante, le pareció captar otro significado en sus palabras, pero pronto le pasó esa inspiración y se la olvidó en un abrir y cerrar los ojos.

—Me temo que esta manera no funcionará con ella en absoluto...

Adela suspiró y agachó la cabeza molesta.

—No te arrepentirás hasta que lo pruebes.

Criz dijo bastante significativamente mientras ponía una gamba pelada en su cuenco.

Después de la cena, éste volvió a su estudio para trabajar y Adela volvió a la sala para practicar. Durante este tiempo, habló con Nicolás por teléfono para conocer la situación actual de la empresa. Luego hizo muchos ejercicios para controlar su peso y finalmente se durmió agotada.

Esta noche, tuvo una pesadilla.

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