Hasan frunció el ceño. Sabía que aquellas palabras habían salido de su boca en más de una ocasión, pero no recordaba en qué momento las había pronunciado delante de Giulia.
Ni siquiera pudo evitar que aquellas lágrimas rodaron por sus mejillas, porque no quería imaginar que la estaba lastimando, pero en el fondo sabía que aquella cosa extraña y dulce que habían tenido en las últimas semanas no podía simplemente olvidarse sin lastimar a nadie, no podía solo terminar como un imposible sin que a ninguno de los dos le doliera.
—¡Lo siento tanto! ¡Lo siento, Giulia, lo siento! —susurró con el corazón destrozado porque entendía muy bien el largo camino que a partir de ese momento tenía por delante—. Pero tengo que hacer esto.
—Lo sé —replicó ella—. Y sé que tendrás que hacerlo tres veces más. Sé que la ley que para otros es opcional, para ti es obligatoria. Siempre lo he sabido.
—¿Entonces por qué...?
¿Por qué había accedido a estar con él? ¿Por qué simplemente no lo había rechazado? ¿Por qué se había permitido vivir con él aquel romance sabiendo que ninguno de los dos iba a querer que terminara?
—Porque no me gusta vivir con arrepentimientos —suspiró Giulia—. Es como un regalo, prefiero haberlo tenido por poco tiempo a no haberlo tenido nunca.
—Giulia…
—Prepárate —le dijo ella levantándose y Hasan pasó saliva sabiendo que jamás en su vida ninguna mujer con la que se casara podría ser tan reina como ella—. La guerra va a llegar tarde o temprano, así que aprende de esto, prepárate, fortalécete. Eres un buen hombre, Hasan Nhasir, y eres un buen rey. Solo espero de corazón que jamás tengas que averiguar que con eso no es suficiente.
Se inclinó hacia él despacio y dejó un último beso en sus labios, porque los dos sabían que él jamás iba a hacer algo tan deshonroso como ofrecerle que fuera su amante.
Así que Hasan se quedó allí, intentando contener aquel extraño dolor en su corazón mientras la veía marcharse. ¿Se había enamorado de Giulia Rossi en aquellas pocas semanas? No lo sabía. Simplemente se sentía como si aquella mujer siempre hubiera sido suya, como si solo se hubiera demorado un poco en encontrarla, pero en el fondo supiera que era la mujer que estaba destinada para él.
Giulia, por su parte, intentó hacer acopio de entereza mientras caminaba de regreso a sus habitaciones, procurando secarse las lágrimas en todo el camino porque estaba bastante segura de quién iba a estar esperándola adentro.
—¡Dime por Dios que lograste convencerlo! —le dijo Karim y la muchacha le sonrió a su hermano antes de abrir uno de los armarios y sacar su pequeña maleta.
—No fui a convencerlo de nada, Karim. Hasan sabe muy bien lo que tiene que hacer.
—¡Pero pensé que...! —Su hermano le abrió mucho los ojos como si ni siquiera necesitara decir aquello porque fuera demasiado evidente—. ¡Maldición, Giulia, pensé que había algo entre ustedes! ¿O eso también me lo vas a negar?
La muchacha respiró profundamente y echó la última de sus pocas piezas de ropa en la maleta antes de cerrarla.
—No tengo que negarte nada, hermanito, sabes que jamás he servido para mentirte. Pero lo que hay entre el rey y yo no tendrá trascendencia más allá de su boda.
—¡Pero él no se quiere casar! ¡Y tiene que hacerlo cuatro veces! ¡Con cuatro mujeres a las que no va a querer, Giulia!
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