Heredero de un multimillonario romance Capítulo 114

- Ahora es el momento de nadar.

El barco reduce la velocidad y nos encontramos en mar abierto, donde el agua es clara, limpia y el colorido de la naturaleza es arrebatador y tranquilo.

- ¿Y tú?

- No soy un buen nadador. Me sentaré en la cubierta y te admiraré desde un lado", me ajusto el sombrero en la cabeza y me pongo la mano izquierda en la barriga, acariciándola.

Prefiero salvarme, en mi posición. Cualquier cosa puede pasar en aguas profundas.

Damir asiente y se acerca al borde de la cornisa. Al calor del sol, su piel oscura se convierte en un bronce resplandeciente. ¡Resplandece como una especie de dios!

Empujando desde el borde, hace un hermoso y flexible salto con su cuerpo frontal en el agua. El spray vuela en todas direcciones, él desaparece bajo el agua y mi corazón late como una ametralladora.

Un tipo de piel oscura de la tripulación aparece a mi lado, tendiendo amablemente una bandeja plateada de zumo decorada con rodajas de fruta.

- Gracias.

Bebo un par de sorbos y suelto un suspiro de felicidad mientras me estiro en la cómoda tumbona. ¡Qué vida!

Mientras Damir rema por el Mediterráneo, yo admiro sus movimientos y al mismo tiempo intento localizar a mi niñera para hablarle de mi hermano. Para ver cómo les va. Le echo mucho de menos.

Después de despedirme de ellos, seguí tomando el sol, mirando la fuerte figura que entraba y salía del agua. El baile de su fuerte cuerpo y sus duros músculos me fascina tanto que a veces olvido en qué planeta vivo.

Damir se acerca nadando al barco. Sube las escaleras, agarrando el pasamanos plateado con sus fuertes manos. Y entonces casi se me cae la mandíbula. ¡Dios mío! Ahora parece un millón de veces más sexy que de costumbre. El pelo mojado, el cuerpo mojado, el bañador mojado... por sus muslos rebotados. Tan audaz, tan sexy. Lo descuidado le sienta bien. Ooh...

- Así que, almuerza, y luego te mostraré esa playa de la que hablaba. No, haré que me sirvan el almuerzo allí mismo.

Damir se limpia la cara con una toalla, luego sus musculosos hombros y fuertes brazos, deshaciéndose de la humedad, y se vuelve hacia el tripulante que se acerca a él.

- Vamos a salir. A la isla.

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