- Quítame las manos de encima", intento hablar en voz baja.
El bribón supuestamente me pellizca el culo una vez más, y entonces le piso accidentalmente el pie con el tacón. Sólo entonces me deja ir.
- Cariño, si no fuera por mí, habrías caído. ¡Boom! - Me da una sacudida brusca, me asusta. - ¡Eso habría sido un boo-boo! - y riendo asquerosamente.
- No vuelvas a hacerlo. ¡Y no me llames bebé!
Empiezo a hervir de rabia cuando vuelvo a ver al hijo del Sr. Yampolsky. Que ahora me mira de forma demasiado vulgar. Sus ojos oscuros se deslizan desde mi cara hasta el escote de mi vestido. Ian borra la sonrisa de su cara y se pasa la lengua por sus finos labios, lamiéndolos.
- Bonito vestido...
La empujo en su pecho con las palmas de las manos y digo con firmeza:
- Déjame pasar.
- Vale, lo siento, ha sido un accidente. Mis manos se deslizaron...
El mayor se disculpó ostensiblemente por el contacto accidental entre su palma y mi nalga. Pero supongo que su intento de meterme mano no fue un accidente en absoluto.
Yampolsky Jr. se aparta lentamente, con aparente reticencia.
Acelero el paso, deseando poder alejarme de él inmediatamente.
- Hasta luego, Junior.
Apreté los dedos, clavando las uñas en las palmas.
Arr, ¡qué molesto!
La molesta palabra "nena" salió deliberadamente más fuerte, con una mueca en su voz.
Me doy cuenta de que estoy frente a un auténtico pedante, un mocoso consentido de su rico papá, que no conoce límites y vive en la permisividad.
- "¡Eres un verdadero bruto! Anoche se estaba tirando a una chica por detrás, ¡esta mañana se estaba tirando a otra!
- He oído que ya ha servido a la mitad del personal con su basura.
- Hemos estado viviendo, ¡él aparece! Ese maldito perro. Si no dices nada, te despedirán. Su papá lo quiere mucho. Es el único vástago.
- Me ofreció la oportunidad de follar con él también. Para un iPhone.
- Qué imbécil. ¿Y tú?
- Por casualidad lo vi tirándose a Agatha en la sala de atrás esta mañana.
Sabía exactamente de quién estaban hablando. Tuve náuseas al instante.
No me molesté en calentar más mis oídos, rápidamente corrí afuera. Quería creer que las revelaciones de las sirvientas eran sólo chismes.
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