Heredero de un multimillonario romance Capítulo 128

Me senté cómodamente junto a la piscina y cogí un libro. ¡Qué buen tiempo hace hoy! Soleado, pero sin demasiado calor. Por ahora. Pronto saldrá el sol, y será un calor intenso a la hora de comer.

Antes de que pudiera regocijarme en el buen humor, unas voces chirriantes llegaron por detrás de mí.

- ¡Por aquí, chicas! Es la hora del spa matutino.

Levanté la vista y vi a tres amigas. Regina, Ilona y una chica desconocida, extravagante y de aspecto oriental. La vi anoche en la fiesta, pero no me crucé con ella. Creo que era Fátima, la hija de uno de los socios de los Uvarov.

El trío se dirigió rápidamente a la piscina. Yampolsky los estaba molestando, ahora estas serpientes han salido de sus agujeros para rociar veneno. Duerme la mona y ve a divertirte.

En cuanto al acoso de Jan, he decidido no decírselo a Damir, se acaba de calmar, si se entera, se enfadará de nuevo y seguro que me encerraría y me haría llevar un burka.

Ignoraré al mocoso y se cansará de meterse conmigo. Especialmente cuando la casa está llena de otras chicas. Servidores, por ejemplo, con los que ya se está divirtiendo mucho.

- Ah, y tú estás aquí..." Regina sonrió primero, deteniéndose bruscamente. - Bueno, hola, Jana. Me sorprende que Damir te haya llevado a los Emiratos.

- ¿Por qué arrastraría a ese plebeyo con él a todas partes? - la chica de aspecto oriental siseaba de mala gana.

- ¡Idiota! ¡Te lo dije ayer! Jana es una madre de alquiler, ¡está gestando a nuestros herederos con Damir! Está preocupado por sus hijos, así que mantiene a la madre de alquiler cerca de él. - Regina farfulló rápidamente, como si tuviera miedo de ponerse en evidencia delante de sus amigas. - Le hace sentir mejor. Damir está acostumbrado a controlar todo personalmente.

- Hmm, ya veo. Empezaba a pensar que se la estaba follando. Como entretenimiento.

- Fátima, cierra la boca, ¿intentas insultar ahora el honor de mi prometido?

Fátima se sintió avergonzada, con los ojos desorbitados por el miedo.

- ¿Yo? No, no, no. Lo siento...

Regina arrojó una toalla sobre la chaise longue y se sentó en ella con la gracia de una reina. Sus amigas siguieron su ejemplo, colocándose a cinco metros de mí. Mantuvieron la distancia deliberadamente y me miraron como si fuera un escarabajo pelotero. No querían acostarse junto a un plebeyo. Eso fue lo que pude leer en sus sensuales rostros. Sinceramente, no me importaba.

- Omm, ¡está caliente! - Ilona gimió mientras se quitaba la fina y sedosa bata. - ¿Cuándo vamos a tomar un refrigerio?

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