Heredero de un multimillonario romance Capítulo 143

Jana

***

- ¡Damir! ¡Damir! ¡Ayuda!

Me sacuden con firmeza por los hombros, y entonces oigo una voz firme, como si saliera de un abismo oscuro y helado. La palma de un hombre firme se posa sobre mis labios, ahogando mi grito.

- ¡Yana! Soy yo, Marat. ¡Shh! Por favor, cállate, ¿vale?

Reconozco la voz del guardia, la tensión se alivia un poco. Mis ojos se acostumbran poco a poco a la oscuridad, así que consigo ver el contorno rígido de la cara del hombre.

- Te dejaré ir ahora, pero prométeme que no gritarás. ¿Asiente si está de acuerdo?

Asiento con la cabeza.

La mano del moratón se me escapa de la boca. Por fin puedo respirar y mirar a mi alrededor.

Todo está bien, y gracias a Dios. Estoy en mi habitación, en mi cama caliente, pero ¿qué fue eso?

Recuerdo los espeluznantes acontecimientos como si fueran reales. Me atacaron, me secuestraron. Entonces, ¡se produjo un poderoso estallido!

Estaba tan asustada...

Y ahora me doy cuenta de que sólo fue un sueño aterrador. Pero demasiado realista.

- ¿Grité en mi sueño?

- Supongo que sí.

Cinco minutos después, salimos de la habitación de puntillas. Atravesando los pasillos de servicio, salimos de la mansión por una salida de emergencia y subimos a un coche grande y tintado.

El motor rugió y el gigante arrancó a toda velocidad. Un pequeño y húmedo escalofrío me recorría por dentro, un inquietante presentimiento, y la casa de los Uvarov se alejaba rápidamente. Lo miré como si fuera la última vez, con la sensación de que no lo volvería a ver.

Finalmente, cuando nos alejamos lo suficiente del territorio de riesgo, me dirigí al conductor:

- ¡Marat, dime algo!

En el espejo retrovisor me encontré con unos ojos marrones oscuros y serios. Marat agarraba el volante con firmeza, hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Sé con certeza que también está nervioso, pero como un verdadero profesional, no lo demuestra.

- Va a ser un viaje largo. Te sugiero que duermas un poco.

Dicho esto, de repente y muy bruscamente pisó el acelerador. El todoterreno arrancó a una velocidad de vértigo, y mi espalda quedó aprisionada en el asiento. Mis ojos se volvieron negros de miedo...

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